Blanca Suárez en 'El Bar' (Álex de la Iglesia).
No cuestionarse el porqué de un desnudo femenino o lo
que aporta a un guion una escena de sexo resulta cada vez más impensable en
tiempos del #MeToo. La gratuidad y el detenimiento con los que se han
expuesto los cuerpos de mujeres (sobre todo de mujeres jóvenes) en pantalla ha
sido objeto de estudio
y de denuncia ya desde los 70, siempre como uno de los indicadores de un
problema amplio de desigualdad y abusos en la industria. Pero con esas
estructuras de poder ya algo agrietadas, se suman fuerzas no solo para
cuestionarlos, sino para proteger mejor a los artistas que los graban. Desde
entornos más íntimos y seguros de grabación a contratos con mayor nivel de
detalle. “La cantidad de desnudos solicitada es menor. La gente sin duda está
siendo mucho más sensible acerca de cómo pedir estas cosas y sobre cómo se van
a percibir para que no sean tachadas de gratuitas”, contaba el abogado Jamie Feldman (con clientes como
Gillian Jacobs y Juno Temple) a Tatiana Siegel para The Hollywood Reporter.
Pero como la periodista señala tras conversar con varios cineastas y
representantes de la industria americana, “las vulnerabilidades y las presiones
incómodas que se dan al rodar estas escenas persisten y las actrices (y sí, más
a menudo en estos días, los actores) necesitan más garantías que nunca, y en la
era #MeToo están más dispuestos a exigirlas”.
En España el cambio de conciencia en estos asuntos
también tiene presencia. “Más que una sensibilización en los proyectos, hay un
empoderamiento por nuestra parte”, cuenta Antonio Abeledo,
representante de Leticia Dolera, María y Paco León o Mariola Fuentes, a S
Moda. “Representantes y artistas nos sentimos más respaldados en nuestro
derecho a decir ‘oye, ¿esta escena qué sentido tiene?’. Sientes el apoyo del
movimiento”.
Blanca Suárez en 'El Bar' (Álex de la Iglesia).
Un espacio de seguridad muy necesario que,
precisamente su representada Dolera, echaría en falta cuando negociando su
participación en una película de terror francesa le tocó vivir una desagradable
situación, según contaba en una entrevista
con Eldiario.es en 2016. “Entiende que para que la gente vaya a ver la película
tenemos que mostrarles algo que sea sexy”, le espetó el productor. “Cogió un
papel y un boli y me dibujó para que señalara sobre el papel hasta dónde
estaría dispuesta a enseñar. Estaba alucinando viendo ese papel, al director
callado y a la directora de casting también callada, muerta de vergüenza
pero callada. Tuve una reacción rara, le dije ‘mi culo no es así’, ahora
pienso: ‘Le podrías haber dicho tantas otras cosas…’. Pero es verdad que en
momentos así te sientes tan violenta… Yo estaba en una reunión de trabajo con
un señor productor dibujando un culo que en teoría era el mío. Evidentemente
les dije que no, que no hacía la peli. Y me fui llorando en el metro”.
Esos espacios seguros, además de estar en la cultura y
en la conciencia de la industria en general, deben quedar reflejados por
contrato. A estas cláusulas que en EEUU llaman nudity rider, como
investiga Siegel, les están llegando cambios. “Tienes que ser muy diligente, no
diría que cauteloso, pero sí mirarlo de una manera muy protectora para tu cliente”,
cuenta en el artículo Joanne Wiles, de ICM Partners. “Otros representantes que
anteriormente habían sido un poco más laissez-faire definitivamente ya
no lo son tanto porque ahora este es un tema muy candente”.
“Aquí las productoras mandan el mismo contrato a todos
y ya cada uno negocia y redacta de nuevo el suyo”, dice Abeledo. “Yo, si veo
que hay desnudos o escenas comprometidas, siempre meto una cláusula que hice
con el abogado de la agencia que es de la que me siento más orgulloso. Mientras
se rueden esas escenas tiene que haber un equipo mínimo en el set y
nadie puede tener móvil, así se asegura que exista intimidad para la actriz o
el actor. Aunque luego depende de cada artista, los hay que les importa menos y
otros que sí son más conscientes del tema de la regulación”. Hay actrices, como
por ejemplo Elisabeth Moss, que tienen el 100% del control sobre el material
una vez se ruedan estas escenas, para que estas se publiquen ella tiene que dar
el sí rotundo previamente. “La clave está en que el acuerdo se produzca
satisfactoriamente entre directores y actores”, explica el representante.
Elena Anaya y Natasha Yarovenko en ‘Habitación en Roma’ (Julio Medem).
La medida de móviles fuera cobra especial sentido
porque, como apunta Tatiana Siegel, resultaría ingenuo creer que esas imágenes
no se puedan filtrar en algún momento mientras, día sí y día también, surgen
noticias de que han hackeado el teléfono a alguna famosa y salen a la
luz sus fotos íntimas. Como ocurre con el material que se graba pero que finalmente
se queda fuera de metraje, es susceptible de ser filtrado y eso “es algo que
también se recoge en el contrato”, explica Antonio Abeledo. En muchos casos hay
que comprobar que, no solo no se tenga derecho de reproducción de esas
imágenes, sino que en efecto se hayan destruido.
Las presiones que se pueden llegar a dar en el propio
momento de rodar la escena son uno de los aspectos que no son tan fáciles de
reflejar en el contrato, pero que son clave para la creación de esos espacios
de seguridad y con los que hay que hacer conciencia y señalar. La actriz
Evangeline Lilly contaba en The Lost Boys podcast lo que le ocurrió en
el rodaje de su personaje Kate Austen en Lost: “En la tercera temporada
tuve una mala experiencia en el set, básicamente me arrinconaron para
hacer una escena parcialmente desnuda y sentí que no tenía otra opción (…)
Estaba mortificada y temblando cuando la terminé. Lloré a lágrima viva y
después tuve que seguir”.
Abeledo cuenta que ninguno de los actores a los que
representa le ha contado algo así, pero sí dice haber presenciado recientemente
una situación que sería ejemplo claro de la objetificación y la mayor falta de
respeto con la que el medio ha tratado históricamente al cuerpo femenino. “Se
estaban grabando dos escenas en las que la misma actriz tenía que aparecer en
un embarazada y en la otra no. Y en pleno set, a un volumen que todo el
mundo podía escuchar con claridad, se pusieron a discutir sobre el tamaño del
pecho de la actriz diciendo que tenía poco como para que fuera realista el
cuerpo de embarazada. Estoy seguro que no lo harían de la misma forma al hablar
de las partes íntimas de un actor. Es una cuestión que requiere intimidad y que
hay que hacer con gusto”.
Elena Anaya y Natasha Yarovenko en ‘Habitación en Roma’ (Julio Medem).
Berta Ojea, actriz y secretaria de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices,
cuenta a S Moda que, más que casos en los que se denuncien este tipo de
situaciones abusivas en los rodajes, lo que sí les llega son “denuncias de castings
falsos donde citan en la habitación de un hotel y piden a las actrices verles
el cuerpo. Nosotros estamos en denuncia de todo eso y colaboramos con las
Fuerzas de Seguridad del Estado”. Pero el quid de la cuestión para ella está en
el nivel anterior: “Lo que hay que cambiar son los contenidos de las historias
para que las cosas cambien, y luego ya una decidir si se quiere desnudar o no”.
En su opinión, “no existe algo forzado como decirle a una mujer ‘tienes que
hacer esto o si no te vas’, la industria no es gente mala, la gente que dirige
una película es como nosotras, lo que pasa es que hay una ideología vigente que
cuenta que las mujeres, sobre todo jóvenes, son el punto de deseo de los
hombres y se cuentan las historias desde esa mirada, esa es la que hay que
transformar”. (Solo el 7% de las películas españolas de 2017 fueron dirigidas
por mujeres, según apuntaba la
Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales
CIMA).
Una realidad sexista que las propias actrices, como
Jessica Chastain o Aura Garrido en nuestro país, ya han denunciado en más de
una ocasión. Garrido contaba en una entrevista reciente con El Español que “nunca me
había planteado el uso externo de mi cuerpo, pero de repente empecé a trabajar
y descubrí que mi cuerpo no me pertenecía a mí, sino a unos productores y
directores. Eran ellos los que decidían si yo enseñaba o no enseñaba”. En datos
del estudio de Medios de Comunicación, Diversidad y Cambio
social (MDSC) de la
Universidad de Southern California, entre las 100 películas
más taquilleras de 2015 de la industria de Hollywood, en el 29% de ellas había
algún tipo de desnudo femenino frente al 9,5% masculino. “A las actrices
jóvenes se las coloca en posiciones complicadas, he ido aprendiendo con la
experiencia, pero a veces es difícil marcar límites o sentir que tienes la
capacidad o el valor… no es que te obliguen a hacer cosas, pero se aprovechan
de tu vulnerabilidad”, señalaba la actriz en la misma entrevista. Y abordaba
una cuestión más allá, un brecha según estatus: “He tenido la suerte de poder
hacerlo (rechazar un papel con un desnudo gratuito): no todas mis compañeras
pueden”.
Más papeles de mujeres (solo el 38% de la producción
cinematográfica española lo fueron el pasado año, señalaba CIMA) y más miradas
femeninas como vía para acabar con esa arraigada representación androcéntrica
de la industria audiovisual -a la que habría que sumar también la necesidad de
visibilizar otras orientaciones sexuales, identidades de género, clase y
etnias-. “Yo creo que la igualdad es mucho más rentable económicamente, hay
unos nichos de público donde los productores en nuestro país aún no se han dado
cuenta de que hay que llegar. HBO, por ejemplo, sí está haciendo
historias por y para mujeres con ganancias económicas, como El cuento de la
criada”, dice Berta Ojea. Antonio Abeledo también subraya esta necesidad:
“El personaje de Amy Adams en Heridas Abiertas, una mujer protagonista que hace y
no solo acompaña al hombre o el caso de Leticia Dolera con Déjate llevar, la serie que ahora mismo está
preparando para Movistar+: ella dirige, escribe, ellas son protagonistas
y llevan las riendas de la historia”. Pinceladas de un cambio que se palpa:
“Todo lo que esta pasando nos está haciendo adquirir conciencia de la situación
y mirarlo con las famosas ‘gafas moradas’. Son cosas que hace un tiempo no nos
planteábamos. Desde ahí se puede generar el cambio, lo de los desnudos es un
lunar (también a cambiar) dentro de todo esto”, concluye el representante.
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