Escena del filme 'Eyes wide shut'.
Meterse mano por debajo de la mesa, en casa de tus
suegros, en domingo. Mandarse fotos durante todo el viernes con el marido,
después de haberle dicho que se ocupara él del vino y de la cena porque tú
llegarás tarde. Hacer el amor en lugares públicos -un parque, un baño, una sala
de cine-, entregarse a una orgía, querer hacer el amor con dos hombres -tu
novio y su colega del fútbol-, tener sexo oral con tu mejor amiga... La lista
de fantasías sexuales es tan interminable como potente sea nuestra imaginación,
pero eso no significa ni que haya que cumplirlas ni que definan nuestra
sexualidad.
Entonces, ¿para qué sirven? Lo que la sexología
explica, por lo pronto, es que la
fantasía no se debe confundir con el deseo. «La fantasía responde a una
pregunta, ¿qué soy capaz de imaginarme? Mientras que el deseo responde a otra
muy distinta: ¿qué quiero hacer?», señala Valerie Tasso, escritora, sexóloga y embajadora de la firma de
productos eróticos Lelo. Es decir, «para
que una fantasía se cumpla tiene que transformarse, antes, en deseo sexual».
«Una puede fantasear con participar en una orgía pero su sexualidad no está
preparada ni emocional ni ética ni físicamente para afrontar ese reto y, si no
llega nunca a estarlo, se quedará en eso, en fantasía. Pero puede suceder que,
en un determinado momento, esa fantasía se desee, se pueda y se quiera llevar
al acto».
Frente a la «check list de prácticas» que parece que
«hay que cumplir para ser modernos -tríos, orgías, intercambios de pareja-»,
amplía la sexóloga Patricia Díaz Saco,
miembro de la Asociación Estatal de
Profesionales de la Sexología (EAPS), las fantasías deberían mirarse desde el prisma del conocimiento personal
más que desde un objetivo a cumplir: «Uno de los mayores mitos es que
hay realizarlas. Más que mejorar nuestras relaciones sexuales, las fantasías
nos pueden ayudar a sentirnos más satisfechos al conocernos más y permitirnos
expresar partes de nuestra erótica que, de otra forma, no podríamos o no
querríamos», prosigue Díaz Saco.
De hecho, una investigación reciente publicada en The
Journal of Sexual Medicine, titulada Whay exactly is an unusual sexual
fantasy? (¿Qué es exactamente una fantasía sexual poco común?),
concluye que, en lo relativo a nuestras imaginaciones y sensualidad, es
preferible «centrarse en analizar el efecto más que el contenido». Otro interés
del estudio era saber cuáles eran las fantasías más habituales en hombres y
mujeres y si ambos géneros podían tener similares gustos. Tener sexo en sitios
extraños se lleva la medalla, pues un 80% de los entrevistados, féminas y
varones, dijo tenerla. Esto es, practicarlo en la oficina, por ejemplo, quizá
con su jefe, porque ésa es otra fantasía recurrente.
Sobre la posible disparidad imaginativa de hombres y
mujeres, abre luz Tasso cuando cuenta que «las fantasías femeninas tienen una sordidez y un detallismo en la
sordidez sorprendente. Es por ello que no es extraño que las más
habituales estén relacionadas con el BDSM. Muchas mujeres fantasean con ser
sometidas -y muchas veces no bajo el consenso del BDSM, recuerda que hablamos
de fantasías y no de deseos-».
E incluso puede suceder que nuestra fantasía tengo poco
de sexual y bastante de romántica. Considera la sexóloga al frente del gabinete
Afrodisía, Diana Fernández Saro,
que «existe la falsa creencia de que las fantasías conllevan prácticas
genitales, cuerpos desnudos y un alto grado de intensidad corporal, pero hay
quienes tienen fantasías más románticas, sin imágenes de desnudos, más en la
seducción, en la conquista, en el juego no carnal».
Tampoco supone una infidelidad fantasear con tener
algo con un conocido, compañero de trabajo o famoso de turno -«sería estúpido,
peligroso y extraordinariamente injusto culpabilizarse o culpabilizar a alguien
por fantasear, por ejemplo, con Brad Pitt», dice Tasso-. Alude esta sexóloga,
también, a la posible «llamada del tercero». Si hay tendencia consensuada en la
pareja a probar con otra persona, habrá que pensar también en las posibles
consecuencias.
Es lo que Tasso denomina «gestión de la promiscuidad,
cómo afrontar el hecho, difícilmente eludible, de que en algún momento mi
pareja quiera interactuar sexualmente con otra persona». El potencial de la
fantasía sexual, ya se ve, tiene un horizonte inmenso pero lo importante es que
nos sirva de conocimiento personal y también de crecimiento erótico si nos
aventuramos a abordarlas en pareja.
REBECA YANKE @RebecaYanke
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