Cuando creíamos que Finlandia
había tocado fondo, los hechos por desgracia demuestran que no. La nación que hasta
no hace mucho presumía de la conservación de sus tradiciones y de haberse
construido, según resalta una de sus canciones más populares, sobre valores
como “el hogar, la fe y la patria”, se ha convertido en uno de los laboratorios
sociales donde el marxismo cultural persigue la transformación en letrinas de
las patrias europeas.
El último ejemplo de esta
siniestra pretensión ha tenido lugar en la capital de Finlandia, Helsinki,
donde un niño de 15 años de edad ha sido nombrado “gay del año” por un jurado
compuesto por personas adultas. Al dato escatológico hay que sumarle otro peor:
la propio obispo evangélica-luterana de Helsinki, Irja Askola, fue la encargada
de entregar el “premio” al menor.
El niño ya ha sido
protagonista de algunas iniciativas para las que las autoridades finlandesas no
parecen tener ojos. Así, en noviembre de 2016 publicó un video en youtube en el
que proclamaba ser gay.
La obispo de Helsinki
dando el “premio” al “gay del año”, un menor.
También apareció en un
musical de dudoso gusto dirigido por un homosexualista tristemente célebre por
producir los primeros dibujos animados gays y pretender convertirlo en material
didáctico en los colegios.
La obispo Irja Askola asistió
al estreno el 28 de enero y alabó el tono liberal del musical.
“Ser gay es un asunto
personal, pero cuando empiezas a promocionarlo usando a los niños como
figurantes, entonces se convierte en algo muy próximo a la promoción de la
pedofilia”, ha denunciado Ilja Janitskin, redactor jefe de MV-lehti, el único
medio que ha denunciado el aquelarre y por lo que está siendo objeto de
severísimas críticas y denuncias en las redes sociales. “Los intolerantes no
tienen sitio en nuestra sociedad”, escribió una afamada feminista en twitter.
Ilja Janitskin tiene que
desarrollar su labor profesional fuera de Europa debido al cúmulo de amenazas
recibidas por sus denuncias contra la destrucción moral y cultural de la
sociedad finlandesa. “Las autoridades quieren llevarlo a la fuerza a Finlandia
para despojarlo de sus derechos legales”, denuncia una fuente de la
publicación. Incluso se ha emitido una orden de arresto contra él en toda la Unión Europea.
Esta es la Finlandia de 2017. La Iglesia
evangélica-luterana participa con entusiasmo en el gran proyecto de ingeniería
social para la aniquilación de la moral natural. Tanto Irja Askola como el
arzobispo de Finlandia Kari Mäkinen, ambos acusados de apropiarse de grandes
sumas de dinero provenientes de sus feligreses, participan con devoción en
cualquier iniciativa moralmente transgresora.
En la Sodoma europea del siglo
XXI, lo peor no es que los jerarcas de la iglesia evangélica-luterana
participen en eventos donde se utiliza a los niños para exaltar el
homosexualismo, sino que las leyes no protejan a los menores de su pública e
impúdica exhibición. Recordemos que en el estercolero finlandés, la libertad
sexual está establecida a los 16 años.
Tampoco parece que a los
medios informativos de Finlandia la noticia les haya turbado lo más mínimo. La
mayoría de las publicaciones, tanto impresas como en Internet, han publicado el
nombre y el rostro del menor con la misma naturalidad que si informaran
de algún éxito deportivo de la esquiadora local Tanja Poutiainen. Ni siquiera
han tenido la prudencia de pixelar el rostro del niño. Nosotros, sí.
Este es uno de los más claros
ejemplos de la acción corruptora del progresismo y del marxismo cultural en
nuestras sociedades occidentales. Sólo desde la amnesia moral o desde la ciega
conciencia se puede ya permanecer al margen de la repugnante crónica europea.
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