Una pareja celebra su
boda en un campo de refugiados. / AFP
El libertinaje, el poliamor y
el sexo sin libro de familia mediante, tienen los días contados en el corazón
de África. Las autoridades de Burundi, una pequeña república ribereña de los
Grandes Lagos, han promulgado una ley que prohíbe la cohabitación fuera del
matrimonio. El presidente Pierre Nkurunziza quiere salvaguardar el futuro de
las colegialas, seducidas, embarazadas y abandonadas a su suerte: y al mismo
tiempo pretenden acabar con los privilegios de los hombres con recursos,
capaces de mantener relaciones con varias mujeres y diseminar su descendencia,
también condenada a un futuro precario.
La política está llena de
buenas intenciones, pero, en ocasiones, no son verdaderas. La pretendida
campaña gubernamental en pro de la moralidad parece esconder otros fines. La
necesidad de contraer nupcias en el ayuntamiento o en alguna de las múltiples
iglesias presentes en el territorio pretende contener la explosión demográfica
que padece. La antigua colonia belga cuenta con una superficie similar a la de
Galicia, pero con una población de 12 millones de habitantes, casi seis veces
más, y se ha duplicado en menos de tres décadas. La densidad de población es
muy elevada, de 386 habitantes por kilómetros cuadrado, y el 'boom' natalicio
amenaza la viabilidad de uno de los países más pobres del mundo.
La revolución sexual por
mandato, en cualquier caso, se enfrenta a las costumbres de la región
subsahariana, donde la promiscuidad es habitual y los individuos, independientemente
de su género, suelen compatibilizar varios compañeros de cama. Esta práctica,
basada en la confianza, se ha convertido en un eficaz medio para la propagación
del sida y otras enfermedades venéreas, ya que no se utiliza protección. La expansión
de los preservativos y otras medidas, como la lucha contra la mutilación
genital femenina, resultan, a ese respecto, más urgentes que la oficialización
de las parejas, medida un tanto ingenua si no se acompaña, como ocurre en áreas
musulmanas, de una 'Policía Moral' capaz de allanar domicilios para descubrir
con quién comparten lecho sus propietarios.
Las autoridades alertan de
que los hijos nacidos de las parejas sin papeles se verán privados del acceso a
la educación y sanidad gratuitas. Ahora bien, los más escépticos con la
original norma burundesa sospechan que, en realidad, aporta una cortina de
humo. Nkurunziza, el presidente que vela por la fidelidad conyugal, ha llevado
al país al borde del abismo. Tras superar una pavorosa guerra civil, el jefe
del Estado lo condujo, hace dos años, hasta otra peligrosa crisis al decidir
optar a un tercer mandato, legalmente imposible. Ahora, este líder de ideología
ultraconservadora, populista y homófoba, ha creado una comisión destinada a
reformar la Constitución
y eliminar la limitación de reelecciones. La instauración del matrimonio
forzoso y la preservación de la virtud distraerían a los más críticos con su
idea de perpetuarse en el poder.
GERARDO ELORRIAGA
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