Foto: Instagram
@Ulrikkehoyer
El de Ulrikke Hoyer
ha sido el último caso en el que se expulsa a una modelo de la pasarela por no
estar lo suficientemente delgada. La modelo danesa ha publicado un post en sus
redes sociales en el que cuenta que fue seleccionada para desfilar en la
presentación de la colección crucero de Louis Vuitton en Japón. Voló a París
para la 'fitting' y le dieron el visto bueno para participar en el 'show'.
"Estaba encantada con ir
a Japón y con que, pese a no estar tan delgada como otras veces, Louis Vuitton
me quisiera en su desfile", explica la modelo. Tomó un desayuno ligero, té
y agua antes del primer 'fitting' en Francia y tras probarse las prendas
recibió una llamada de Alexia Cheval, la mujer que llevaba el cásting
advirtiéndole de que había habido "serios problemas durante el 'fitting'".
Hoyer asegura que le dijeron que tenía "la cara y el estómago hinchados,
que estaba demasiado gorda" pese a usar una talla 34-36 y que le
recomendaron que bebiera únicamente agua durante las próximas 24 horas antes de
su próxima prueba en Kyoto.
Así, al aterrizar se quedó en
su habitación en lugar de acudir a la cena que la firma había organizado para
todas las modelos. "Me metí en la cama porque no quería sentarme y cenar
delante de unas mujeres que me había dicho que yo no necesitaba comer",
cuenta la danesa.
"Me levanté a las 2 de
la madrugada con un hambre tremenda. El desayuno empezaba a las 6:30 y tomé lo
mínimo. Tenía miedo de encontrarme con Alexia pero tuve suerte y no bajó hasta
las 8:30 cuando ya me habían retirado el plato", relata en su publicación
de Facebook, "dio los buenos días y se quedó mirándome y después bajo los
ojos hacia mi inexistente plato porque quería comprobar que no hubiera estado
comiendo".
Foto: Instagram
@Ulrikkehoyer
Unas horas después supo que
su 'fitting' había sido pospuesto. Recibió una llamada de su agencia de
Dinamarca en la que le comunicaron que su participación en la presentación de
la colección crucero había sido anulada y que le mandarían de vuelta a casa.
"No solo tenía tripa, sino que ahora mi cara regordeta también era un
problema y dijeron que me había probado el vestido de manera diferente que en
París; no sabía si reír o llorar", escribe en su carta de denuncia.
"Una experiencia que
podría haber sido maravillosa terminó siendo muy humillante", dice la modelo
y aclara que no piensa volver a trabajar nunca en esas condiciones. Hoyer no
quiere aceptar como "normales" este tipo de situaciones que, explica,
pueden acabar desembocando en un desorden alimenticio: "Sé que soy un
producto, pero he visto a chicas tan delgadas que no sé cómo pueden ni siquiera
andar".
Asimismo, se alegra de tener
la madurez suficiente para que este tipo de situaciones no le hagan sentir
insegura ni caer en la anorexia.
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