De sobra conocemos las pulsiones de la infidelidad: una persona cañón que se cruza en el camino, el estar atrapado en una relación insatisfactoria, las ganas de aventura… Pero, ¿por qué, aún siendo felices en una relación, a veces no somos capaces de evitar ser infieles? Una encuesta realizada a 2.000 personas en Estados Unidos y Europa ha dado con algunas respuestas. Entre ellas, que no se libra casi nadie.
La mayor parte de mujeres y hombres
encuestados que han sido infieles —entre el 60% y 68%—aseguran que solo se
trata de un desliz y algo puntual. Solo entre el 32% y 40% reconocen a los
entrevistados haberlo hecho en más de una ocasión.
Desde la perspectiva de la persona a
la que han engañado, unos cuernos pueden ir desde algo tan sencillo como unos
mensajes de WhatsApp, hasta un beso o, por supuesto, una relación sexual. Sin
embargo, el que es infiel no lo ve de la misma forma y nuestro lugar de origen
parece tener algo que ver en nuestra forma de pensar: los europeos, según la
encuesta, son más permisivos y abiertos, mientras que muchos estadounidenses
consideran que incluso una quedada casual con un amigo puede considerarse un
engaño.
En cuanto a los motivos por los que
se engaña a una pareja, hay diferencias entre los géneros. Los hombres europeos
y estadounidenses coinciden en que el motivo principal es porque "la otra
persona estaba muy buena". Después, los motivos varían según el origen.
Los estadounidenses se escudan en que "la otra persona ligaba
conmigo", "estaba teniendo dudas sobre mi relación", "no
tenía sexo con mi pareja" y "mi pareja había dejado de prestarme
atención". Los europeos también engañan porque la tercera persona
"realmente estaba ahí para ellos" y porque se aburren. Las razones de
las mujeres son similares, aunque en primer lugar se sitúa la falta de atención
de la pareja.
Después de la infidelidad, que
habitualmente ocurre con un amigo o compañero de trabajo, la mayor parte de las
personas sienten culpa y arrepentimiento. Para evitarlo quizás deberían
plantearse los motivos
principales por los cuales las personas deciden no engañar,
que han sido revelados por una investigación publicada en The Journal of Sex Research.
¿Por qué hay personas que no engañan?
Hasta ahora, los estudiosos se
habían basado en dos modelos, ambos relacionados con el coste social. Uno es el
modelo de interdependencia, que se refiere a cómo las personas, ante la
perspectiva de una relación extramatrimonial, ponemos en una balanza lo que
vamos a perder y ganar con ella. Cuando consideramos que los daños van a ser
mayores que los beneficios, decidimos que no nos compensa. El otro es el modelo
de inversión: sostiene que a medida que los cónyuges invertimos más (tiempo,
energía, recursos materiales, emociones) en nuestra relación, la motivación
para mantenerla aumenta, lo que genera un rechazo al sexo fuera de la pareja.
Este estudio ha tenido en cuenta
ambas variables y ha dado concluido que el catálogo de motivos disuasorios se
concentró en cuatro grandes grupos. Estas son algunas de las respuestas reales:
Razones morales:
"Traicionar a mi pareja es como traicionarme a mí mismo (o mis
principios)". "Rompería la confianza entre mi pareja y yo".
"No es moral".
Miedo a la soledad: "Tendría que abandonar mi hogar". "Mi pareja se separaría
de mí". "Podría acabar solo".
Preocupación por los hijos: "Crecerían en una familia rota".
"Podrían ser ridiculizados por sus amigos". "Presentaría un
modelo erróneo a la gente que me rodea".
Efecto en otras personas: "Podría perjudicar el estatus social de mi
cónyuge". "Podría hacer daño a la nueva pareja". "Mis
amigos lo descubrirían y se distanciarían de mí".
Profundizando en los hallazgos,
cuando se pidió a los participantes que evaluaran por separado cada uno de los
factores, el moral apareció como el más fuerte amortiguador, seguido por el
miedo a lastimar a los niños. Pero cuando se relacionaron las variables entre
sí, el temor a quedarse solo predecía mejor el comportamiento que la inquietud
por herir a los hijos. “Incluso las personas que no sienten que hayan invertido
mucho en el matrimonio pueden apelar a daño moral y al miedo al abandono”,
concluye el trabajo.
"Por encima de lo biológico
están los valores de las personas", explica Mara Cuadrado, psicóloga.
"El valor de las cosas que han construido, de la pareja, de la familia. Y
hay muchas personas que son capaces de decir 'no' a un estímulo que puede
resultarles atractivo, pero no más atractivo que sus valores".
La personalidad también afecta
Pero estos deben conjugarse con
otras dos variables. Una de ellas es la personalidad del individuo. "No
para todo el mundo es fácil rechazar una tentación que es muy atractiva. El
autocontrol es una variable de personalidad importantísima. Las personas más
inteligentes tienen mayor capacidad para anticipar consecuencias y son las que
mejor se auto controlan. Por el contrario, hay personas que son impulsivas,
además desde pequeñas. Pueden pensar en las consecuencias, pero una vez que han
dado el paso", describe Mara Cuadrado.
La otra variable, junto a la
personalidad, sería la situación que atraviesa la persona. "Por ejemplo,
una persona infravalorada por su pareja está más receptiva cuando se encuentra
con alguien que le da todo lo contrario", explica Cuadrado. Miren
Larrazábal, psicóloga clínica, sexóloga y coordinadora del Grupo de Psicología
y Sexología del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP), abunda en este
enfoque: "Si estás en una fase de baja autoestima y una persona empieza a
llenarte el oído, es un factor facilitador. Y a la inversa: si tienes una alta
autoestima, tienes menos posibilidades de entrar por ahí".
Las mujeres tienen más temor al escrutinio social
Del estudio también se desprende que
hombres y mujeres coinciden en apelar, por este orden, a la moralidad, los
hijos, el temor a quedarse solos y los efectos sobre otras personas como
cortafuegos. Pero mientras en las mujeres la proporción es mayor entre quienes
apuntan razones morales y el miedo a la soledad, los hombres ganan en porcentaje
en lo relativo a los hijos y los efectos en otras personas.
En cuanto al perfil de los más
fieles, "los resultados muestran que ser mujer, más religiosa y llevar
casada menos tiempo se asoció con mayores expectativas de abstenerse de tener
relaciones sexuales extramatrimoniales cuando se presenta un hipotético
escenario", afirma el estudio.
Cuando tenemos que recurrir a un
abanico tan amplio de excusas, todas ellas además tan poderosas, ¿no será que,
en el fondo, tendemos a ser infieles por naturaleza? "La infidelidad es
mucho más frecuente de lo que pensamos", señala Miren Larrazábal. Como
aduce Mara Cuadrado, la pareja y la convivencia poseen muchos puntos
favorables, pero también otros desfavorables. "Somos seres biológicos y tenemos
afectos que se ponen en funcionamiento ante determinados estímulos. Vivir en
pareja es un hecho muy cultural, relacionado con la supervivencia de la
especie. Para cuidar de la familia es necesaria cierta estabilidad de los
progenitores. Pero el día a día, el cansancio, las crisis, incidencias de la
vida cotidiana, los hijos…, conducen a un bucle de problemas que o se compensan
trabajando mucho en la familia o pronto entran estímulos de fuera que pueden
romperla".
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