Beatriz
o Tres de cada
mil mujeres de 20 a 39 años son víctimas de violencia machista
o Son mujeres discriminadas en las cifras oficiales de la Ley de Violencia de
género porque quien las mata o maltrata es otra mujer. Reunimos las historias
que no aparecen en la cifra de 1.000 víctimas dada a conocer esta semana
Glenia Cinthia mató a su novia Marisol en 2007 en Tenerife. Un crimen que
nunca fue considerado violencia de género. EFE / MANUEL LÉRIDA
Todo empezó con una discusión de pareja. Otra más. La
razón, como siempre, fueron los celos. La brasileña Glenia Cinthia Ribeiro
abandonó su casa del barrio de El Fraile, en el municipio tinerfeño de Arona.
Prometió a su novia, Marisol Navia, que no volvería. Si hubiera cumplido su
palabra el final de esta historia sería distinto. Pero Glenia regresó a casa.
Lo hizo al día siguiente, a las 7.45 horas. Fue a la cocina y cogió un cuchillo
de 10 centímetros de largo que clavó a Marisol en el tórax, seccionándole la
arteria mamaria derecha. Su corazón tardó 10 minutos en dejar de latir. Gloria
llamó a la Guardia Civil para comunicar que se había «encontrado a su compañera
de piso herida en el suelo». Aunque, cuando los agentes llegaron, comprobaron
enseguida que se trataba de un asesinato. Esto ocurrió el 9 de abril de 2007.
Glenia (39 años) y Marisol (37) llevaban dos años manteniendo una relación
sentimental. Aunque la Sección Segunda de la Audiencia Provincial tinerfeña
condenó a Glenia a 13 años de prisión por un delito de homicidio con agravante
de parentesco. Para la Justicia no fue violencia de género.
Como tampoco lo fue el asesinato de la limpiadora
Rosario a manos de su pareja, también mujer. En un bloque de edificios en el
número 11 de la avenida de Bellavista, en Sevilla, Amparo (51 años) ató con una
cuerda a Rosario (53) a la cama y la estranguló con cuatro medias elásticas.
Llevaban siete meses conviviendo juntas. El juzgado de Instrucción número 18 de
Sevilla mandó a Amparo a prisión por homicidio.
Este suceso ocurrió el 25 de diciembre de 2011. Ya
habían pasado ocho años desde que se empezaran a contabilizar los crímenes por
violencia de género. Pero ni Rosario ni Marisol han estado nunca en una lista
que, esta semana, hemos sabido que ya ha alcanzado un terrible número redondo: 1.000 mujeres
asesinadas por sus parejas (hombres) desde 2003. Un año después
el Gobierno de Zapatero aprobó Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de
Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Una ley que ha
servido para hacer visible y cuantificar una lacra que no cesa. Pero que
excluye a todas aquellas víctimas que padecen situaciones de violencia dentro
de sus parejas homosexuales. Los colectivos LGTB las han bautizado como violencia
intragénero. Aunque la Policía sigue recogiendo estos casos de agresiones y
asesinatos entre parejas del mismo sexo como violencia doméstica.
«Invisibilizada y no tipificada como violencia de género, por lo que las
víctimas no disfrutan de las ayudas que tienen las mujeres maltratadas por los
hombres», denuncia Rutilio Martini, coordinador de Salud de la Confederación
Española LGBT (Colegas).
Estas mujeres maltratadas por otras mujeres -y hombres
maltratados por otros hombres- viven ahora en un limbo legal que las deja
desprotegidas. No reciben ningún sustento del Estado ni se pueden refugiar en
los centros de acogida públicos, sino que tienen que ser las asociaciones
quienes las acojan y las den el apoyo que requieren, tanto psicológico como
legal, asumiendo todos los gastos.
Desde la Confederación Española LGBT atienden a todas
las víctimas de violencia intragénero que acuden a ellos, un 75% de las
cuales son mujeres agredidas por otras mujeres. También han elaborado un
registro de las muertes por este tipo de violencia. Han logrado documentar 15 casos
de los últimos 11 años. «Aunque únicamente son asesinatos que se han recogido
en la prensa, porque en realidad hay muchos más», añade Martini.
10 años de palizas
Barcelona, barrio de El Raval. Allí, en la madrugada
del Domingo de Resurrección de 2017, en el número 8 del Pasaje de San Bernat,
la vallisoletana Ana María (53 años) clavó un cuchillo en el corazón a su novia
Pilar (57 años, cocinera, de Zaragoza). Los agentes de los Mossos d'Esquadra
que investigaron el suceso contaron que las peleas entre ambas mujeres eran
frecuentes. Llevaban 10 años juntas. Una década de palizas de Ana María hacia
su pareja, que sólo se atrevió a denunciar una de ellas en 2012, aunque después
siguieron con la relación.
«¡La he matado!», reconoció Ana María a sus vecinos
nada más cometer el crimen. La asesina tocó todas las puertas del resto de
inquilinos del inmueble para contar lo que acababa de ocurrir. «Era una muerte
anunciada», dijeron los vecinos a los periodistas que acudieron a cubrir el
suceso, que no se contabilizó como violencia de género.
Sabrina, transexual, fue asesinada por su pareja en 2012.
Tampoco otro asesinato que hubo en noviembre de 2012
en Fuangirola (Málaga). Esta vez, la víctima fue una transexual y el asesino un
hombre. Ella era Sabrina, aunque en su carné de identidad figuraba como Mustafá
Anuar, 30 años, de Casablanca (Marruecos). La pareja empezó en su casa una
discusión que terminó en los pasillos del edificio con Sabrina muerta por una
puñalada en el pecho. Los vecinos dijeron que la Policía ya había arrestado
otras veces al asesino por varios episodios de malos tratos a su pareja.
De una puñalada murió I. en 2014. Era una mujer de 44
años, también transexual, que vivía en la calle Ronda de los Cuarteles de
Logroño con su pareja. Él le clavó un cuchillo en el tórax.
Para encontrar el primer asesinato -documentado- por
violencia intragénero hay que retroceder hasta 2008 y viajar hasta Tremañes
(Gijón). Allí, en la mañana del Día de Reyes, Rafael (41 años) dio ocho
puñaladas a su pareja, Constantino (59 años). «Él se había enfadado y me quería
pegar», intentó justificar Rafael ante el tribunal de la Sección Octava de la
Audiencia Provincial, donde contó que iba borracho. El asesino nunca reconoció
que mantenía una relación con Constantino. «Éramos sólo amigos», aseguró.
Aunque varios testimonios de los vecinos confirmaron que eran pareja y que
ambos se hacían pasar por hermanastros para disimular su relación.
Tras este asesinato, la asociación Xente Gai Astur
denunció el vacío legal al que se enfrentan los gays que son víctimas de
maltrato por parte de sus parejas. «En muchos casos no se denuncia por
vergüenza y por no desvelar ante la Policía o la opinión pública la orientación
sexual», dice Rutilio Martini, de Colegas.
El verdugo, El Housin, y la víctima, Manuel Latorre. Se casaron en 2006.
En Almería, un año después del crimen en Tremañes, El
Housein (33) rebanó el cuello a su ex marido, Manuel Latorre (34), con un
cuchillo de caza. La víctima trabajaba en el área de Servicios Sociales del
Ayuntamiento del municipio de Adra. Después del crimen, el asesino se suicidó
ahorcándose. Se habían divorciado dos meses antes. El suceso se juzgó como un
«asesinato atribuible a la violencia doméstica en el entorno de un matrimonio
homosexual».
En el verano de 2011 ocurrió uno de los asesinatos más
mediáticos dentro de una pareja homosexual. Fue en el Holiday Gym del distrito
de Chamartín (Madrid). Ángel Luis (45 años), sargento de la Guardia Civil,
disparó 11 veces a su ex pareja, Marcos Hernández (28, socorrista en la piscina
del gimnasio). El sargento entró a los vestuarios del local, donde se encontró
con Marcos y empezó a disparar. Una bala le alcanzó la cabeza y cinco el pecho.
Tres años después también saltó a la prensa el asesinato del actor vasco Koldo Losada a manos de su marido, Jon Ezkurdia. El 22 de
noviembre, en el domicilio de la pareja, Jon golpeó en la cabeza a Koldo con
una escultura en forma de pie humano de más de 11 kilos. El actor se desangró
en el sofá. Después, el asesino arrastró el cadáver hasta el dormitorio y tapó
la cabeza con una toalla verde. En 2016, un juzgado popular de la Audiencia
Provincial de Bizkaia condenó a Jon a 19 años de cárcel por el asesinato de su
marido. Ese año, en Madrid, un hombre de 37 años mató a golpes de su pareja,
otro hombre de 41. Y pocas semanas después, en Sabadell (Barcelona), un tipo de
57 años fue detenido por asesinar a puñaladas a su novio de 37.
El actor vasco Koldo Losada fue asesinado por su marido, Jon Ezkurdia, en
2014. Le golpeó en la cabeza con una escultura de más de 11 kilos.
El último crimen de violencia intragénero lo
encontramos en Priego de Córdoba en abril del año pasado. El campesino José
Luis (43) asesinó con un cuchillo a su pareja, Juan Alberto (23), y luego se
quitó la vida con la misma arma. Sus cadáveres fueron encontrados en un garaje.
Estos son varios casos recogidos de asesinatos entre
parejas del mismo sexo. Mujer contra mujer. Hombre contra hombre. Pero el
aspecto aún menos visible de la violencia intragénero lo encontramos en
las denuncias y casos de maltrato. Asociaciones como ALDARTE (Centro de atención
a gays, lesbianas y transexuales), que tiene su sede en Bilbao, lleva años
dando apoyo pisicológico a las víctimas de estas agresiones. «La mayoría de
personas que sufren este tipo de violencia en el seno de la pareja suelen ser
mujeres, entre los 35 y 40 años. A los hombres les cuesta más reconocer que son
víctimas de maltrato. Ellas tienen menos miedo e identifican rápido cuando se
da una situación de violencia dentro de la pareja», explica Inmaculada Mújica,
psicóloga de ALDARTE. «Si la persona maltratada solicita alejamiento se le
concede pero, al no estar tipificada como violencia de género, no disfruta de
las ayudas que tienen las mujeres maltratadas por hombres». Desde COGAM,
Colectivo LGTB de Madrid, hicieron una encuesta con 900 para analizar la
situación de la violencia intragénero. El 30% reconoció haber sufrido
algún tipo de maltrato por parte de su pareja.
Centros de acogida
En Madrid, colectivos como Arcópoli tienen servicios
especializados en violencia de género en parejas del mismo sexo. Desde centros
de acogida para víctimas hasta juristas que luchan para que los casos que
reciben se traten como violencia de género. Lo mismo hacen desde la
Confederación Española LGBT (Colegas). Hace dos semanas recibieron en su
consulta a una chica lesbiana que llegó con el ojo morado porque su pareja le
había dado un puñetazo. No era la primera vez. «La chica no quería denunciar,
pero le insistimos en que lo hiciera y en que acreditara que eran pareja para
intentar meterlo como violencia de género. Y acabó yendo a la comisaría y
terminando con su relación», cuenta Rutilio Martini.
«Hay una incidencia más alta de violencia
intragénero entre chicas. Llama mucho la atención y no se habla de este
tema», continúa Martini. «Ahora se está visibilizando apenas un 20% de los
casos de violencia intragénero. Hace cinco años era el 5%. Hay una progresión
lenta, pero la hay. Nos falta un registro de víctimas por violencia
intragénero, es lo que llevamos tiempo pidiendo». Desde Colegas aseguran
que han pedido al Gobierno la creación de ése registro y que desde el Ejecutivo
socialista se han comprometido a ello. Como ya hicieron en el pasado. Porque la
lucha para incluir la violencia intragénero como violencia de género lleva
mucho tiempo. Aunque ha sido una lucha invisible. Hasta ahora.
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