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Un trastorno muy poco común que, indica a FCINCO la
psicoterapeuta especialista en fobias y ansiedad Teresa Llinás, sigue un patrón
parecido a una fobia. "En este caso, en lugar de miedo lo que se crea es
una atribución de cualidades humanas a un objeto inanimado, y la posterior
proyección de las propias emociones en el objeto. Dicho de otra manera, ante
una situación en la que nuestra mente se bloquea completamente (un suceso
traumático, un episodio de maltrato infantil, etc.) decide canalizar esa carga
emocional hacia un objeto, ya sea en forma de miedo en el caso de una fobia, o
de amor en el caso de una filia".
Aunque no son muchos, los objetofílicos cuentan con su
propia institución, OS Internationale, una plataforma en la que,
desmarcándose de cualquier consideración médica, se habla de la objetofilia
como "una orientación sexual o sentimiento innato que, como el resto de
las sexualidades, despierta al comienzo de la pubertad" y en la que se
definen a sí mismos como personas que aman los objetos "a un nivel
diferente al resto y, en la mayoría de los casos, de una manera íntima".
Uno de los primeros casos de los que se tuvo
constancia fue el de Eija-Riitta Eklöf, una mujer sueca que decidió casarse con
el Muro de Berlín el 17 de junio de 1979 a través de una ceremonia sin validez
legal y tras la que decidió cambiar su apellido por el de Berliner-Mauer (Muro
de Berlín, en alemán). Según Eija-Riitta lo suyo fue un flechazo. Fue verlo y
quedarse prendida. Tanto, que a pesar de la distancia no dejó de visitar a su
amor hasta que, en su sexta visita a la capital alemana, decidió formalizar su
relación. Tras la caída del muro en 1989, la escandinava, destrozada, declaró
que habían "mutilado" a su marido.
Otro caso paradigmático de objetofilia es el de Erika
Labrie, una ex militar estadounidense que se enamoró de Lance, un arco con el
que llegó a proclamarse en campeona del mundo de tiro con arco. Años más tarde,
tras romper su relación con Lance se 'comprometió' con la Torre Eiffel en una
ceremonia a la que acudieron familiares y amigos y que concluyó con su cambio
de apellido al de La Tour Eiffel. Desgraciadamente para Erika, este no sería su
único matrimonio. Tras su sonado romance con la estructura parisina se volvió a
casar con una grúa y más recientemente con un patinete. Algunos de los
especialistas que han estudiado su caso creen que los abusos sexuales sufridos
en la infancia y el desorden de estrés postraumático con el que fue
diagnosticada han tenido mucho que ver en su objetofilia.
De las Torres Gemelas a la Estatua de la Libertad
En el caso de Sandy K. todo comenzó a los 8 años,
cuando durante su primera visita al World Trade Center se quedó completamente
absorta admirando unas Torres Gemelas que ya no podría olvidar. Fue al llegar a
la pubertad cuando se dio cuenta de que lo que sentía por aquella obra no era
fascinación, sino una incontrolable atracción hacia una construcción
"masculina, atractiva y extremadamente deseable". Con los años su
obsesión fue a más, hasta el punto de encargar la fabricación una maqueta a
escala 1:1.000 que acabaría convirtiendo en su pareja.
Algo muy parecido le pasó a la británica Amanda
Whittaker, quien tuvo en un kit de batería a su primer amor. Su conexión fue
tan especial que su segundo amor también fue un objeto: nada más y nada menos
que la Estatua de la Libertad, de quien se enamoró perdidamente confirmándola
como objetofílica homosexual. Misma etiqueta con la que se identifica Bill
Rifka, un estudiante de psicología que en 2007 reveló al mundo que mantenía una
relación con su e-book. Según Rifka, lo suyo es objetofilia homosexual,
ya que para él su "libro electrónico es un hombre, por lo que se podría
decir que mantengo una relación homosexual con un objeto".
Las relaciones objetofílicas no son fáciles. Así lo
asegura Doro, un hombre que se enamoró de la máquina de procesamiento de
metales con la que trabajaba. Además de tener que superar los habituales
problemas de pareja, como cuando a su "amorcito" le da por tener
"rabietas" que le hace saber "vaciando su aparato de
medición", tiene serios problemas para encontrar la intimidad que toda
dupla necesita. Como le ocurre a otros muchos objetofílicos que por cuestiones
de logística no pueden gozar de intimidad con sus medias naranjas, Doro se ve
obligado a llevarse partes de su 'pareja' a su domicilio para así poder
consumar su relación.
La otra cara de la objetofilia
Casos como los de Robert Stewart, denunciado por
mantener relaciones sexuales con una bicicleta o Karl Watkins, procesado tras
ser pillado con las manos en la masa penetrando el pavimento de la localidad
inglesa de Redditch son sólo algunos ejemplos de objetofílicos que han tenido
problemas legales tras ser sorprendidos desahogándose con sus 'parejas' fuera
de casa. Como dijo Paulo Coelho, "lo difícil atrae, lo imposible seduce,
lo complicado asusta y lo extremamente complicado enamora".
DIEGO BERMEJO
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