Ilustración: Cachetejack
"Bienvenidas a este espacio de seguridad y de
comunicación, un lugar de liberación y empoderamiento". Las 12 mujeres que
rodean a la sexóloga que ha organizado este taller sobre sexualidad femenina la
escuchan con atención y cierto recelo. No resulta fácil abrir en canal su mundo
erótico, o la falta de él, e iniciar un proceso de aprendizaje compartido que
limpie sus deseos de culpas, dependencias y desconocimiento. El programa, que
se va a prolongar todo el día, ofrece varios módulos teóricos y prácticos:
anatomía erógena, trabajo muscular de la zona pélvica, relación física con la
pareja, uso de juguetes y masturbación. En este taller no hay desnudez ni
contacto, solo vídeos, dibujos y muchas dudas.
"¿Es posible lograr el mismo placer con la
autosatisfacción que con un hombre?", pregunta una mujer bien entrada en
la cincuentena que confiesa haberle ocultado a su marido su presencia allí.
"Yo no disfruto con la penetración. Esta es la primera vez que lo digo.
Eso ya me libera, pero ¿qué puedo hacer cuando estoy con mi pareja?",
comenta la más joven del grupo, que apenas llega a la treintena. Al final de la
jornada todas asegurarán haber adquirido una nueva perspectiva que pretenden
poner a prueba en la intimidad de sus casas.
"El poder curativo de la palabra es
increíble", apunta la periodista y especialista en sexualidad Sylvia de
Béjar. "El primer paso para quienes no se sienten satisfechas es poder
hablar en un entorno receptivo, ver que hay otras personas con dificultades parecidas
y comenzar juntas un proceso que tiene como primer objetivo no avergonzarnos de
nuestro cuerpo ni de nuestros deseos", comenta.
Sylvia de Béjar asegura que son muchas las mujeres
dispuestas a vivir una experiencia así, por eso proliferan estos talleres de
educación y terapia impartidos por psicólogos, sexólogos o sex coachs. En ellos
se utilizan métodos e inspiraciones diversas, como el mindfulness, la filosofía
taoísta (que invita a la armonía física y espiritual), el tantra (la aceptación
del deseo y su sublimación) o la meditación como prólogo al sexo, compartida
con las compañeras de curso. La horquilla de precios también es amplia: entre
50 y 80 euros por una sesión diaria; de 175 a 250 euros por un taller de fin de
semana, o 1.300 euros por un retiro de siete días en el campo, todo incluido.
Ana Sierra, psicóloga y sexóloga, advierte que es muy
importante conocer la oferta y analizar si se adapta a nuestra personalidad y
objetivos: "Sin duda, los talleres son muy necesarios pero, cuidado, porque
la sexualidad es un asunto muy delicado, hay muchos supuestos expertos que no
están preparados y se corre el riesgo de provocar más confusión o
inhibición". Sierra ha participado en algunos de ellos y su experiencia no
siempre ha sido la esperada: "Acudí a uno con una amiga, impartido por un
hombre cuya propuesta era hacer de nosotras tigresas blancas, una figura
oriental que concibe a las mujeres como máquinas sexuales. Lo veías a él
vestido animándonos a quitarnos la ropa, a entrenar el masaje cervical y a
tocarnos. Me pareció el juego de un mirón. Nosotras nos fuimos, pero vimos que
otras empezaban a disfrutar del encuentro. Si te encaja, pues adelante, pero yo
nunca aconsejaría una cosa así sin haber hecho un trabajo previo de
conocimiento y gestión emocional".
Quienes llevan años de estudio en este campo insisten
en que el sexo está en la mente, no en los genitales, y por tanto sería allí
donde habría que empezar a trabajar para obtener una experiencia erótica
satisfactoria. Son muchos los que sostienen que las inhibiciones las generan
prejuicios culturales que solo se superan construyendo una mirada diferente,
alejada del falocentrismo, que reconozca el derecho a ser responsables del
propio placer. "Los talleres no solo deben centrarse en lo genital sino
también en el bienestar emocional que debe proporcionar el sexo", explica
la psicóloga y sexóloga María Esclapez. "Por eso es importante comunicarse
con otras mujeres: para que no se sientan solas, se redescubran juntas y
adquieran una base teórica que las lleve a un proceso de reflexión y
autoconocimiento físico y espiritual".
Así, aunque los cursos sean grupales, el modelo
debería adaptarse al caso particular. "Nunca acepto a nadie sin antes
hablar con él. Tienes que saber qué mochila trae para entender lo que le
conviene. Tal vez arrastra problemas que aconsejan primero una consulta
personal para luego sumarse al grupo. Una vez en el taller debes identificar
los temas que puedan provocar ansiedad a algunas participantes y ser más
cuidadosa al abordarlos. Y me parece imprescindible hacer un seguimiento para
que continúen creciendo o prevenir efectos indeseados. Cuando tocas la
intimidad, puedes hacer daño sin querer", aclara De Béjar.
Idoia, 50 años, madre de dos hijos, acaba de pasar un
fin de semana con otras ocho mujeres en un taller que organiza José Toirán,
experto en kung-fu sexual. "Acudí por curiosidad. Creía tener una
sexualidad bastante satisfactoria y lo primero que descubrí es que era poco más
que una ignorante. Estoy aprendiendo a respirar, a meditar, a entender las
respuestas de mi cuerpo y cómo satisfacerlo de verdad. Mi marido llegó a pensar
que pretendía excluirlo hasta que ha visto cuánto han mejorado nuestras
relaciones", relata la alumna.
Testimonios como el de Idoia han hecho de los cursos
de José Toirán casi un fenómeno viral acrecentado por su peculiar proceso de
formación, que comenzó en la industria del porno. Primero fue tras las cámaras
y después frente a ellas, interpretando a un personaje enmascarado
especializado en provocar eyaculaciones femeninas. El taoísmo cambió su camino
y lo llevó cuatro años a Tailandia, donde emprendió junto a maestros del Tao un
camino de aprendizaje que ahora intenta transmitir a sus alumnas. "El
objetivo es acallar la mente y despertar los sentidos. Hay que concebir la
sexualidad como parte del autoconocimiento que se alcanza a través de la
meditación. Para que sea efectiva es preciso controlar la respiración. De
hecho, el sexo es un 80% eso, porque así se sintoniza con un estado de bienestar
que invitará al placer y amplificará sus sensaciones", explica Toirán.
El orgasmo sería solo una parte de la experiencia,
pero para alcanzarlo también hay que entender los mecanismos que lo activan.
"En mis talleres esa aproximación es teórica, no hay desnudez ni
tocamientos. Pretendo que las mujeres que asisten identifiquen los tipos de
orgasmo y lleguen a activarlos. Por ejemplo, les explico que el placer del
clítoris es más social, más externo, se interioriza menos. Sin embargo, el del
punto G, que provoca la eyaculación femenina a través de la respiración y
determinados movimientos musculares, es más emocional, más íntimo, requiere más
confianza y es capaz de limpiar muchas emociones negativas", señala José
Toirán.
Al experto en kung-fu sexual le preocupa el daño que
puedan hacer los supuestos especialistas atraídos por el negocio. "El 99%
de quienes ofrecen terapias basadas en el Taoísmo y el tantra en realidad no
tienen ni idea, así que mucho cuidado", advierte. Es la misma sugerencia
que hace Carmen Enguita, una investigadora y formadora con 40 años de recorrido
en las técnicas de desarrollo personal: "Aprender sobre tu sexualidad debe
ser instruirte sobre todo tu ser y para ello es fundamental encontrar al guía
adecuado". Con su propuesta, el yoga, el ejercicio muscular y la
meditación introducen a las participantes en otras actividades más íntimas:
"Eliminemos los tabúes. La única perversión está en la mente. No hay nada
tan natural como un cuerpo desnudo ni nada más lógico que explorarlo. Quienes participan
en mis talleres aprenden todas juntas a tocarse, a masajearse, a activar su
energía sexual con el máximo respeto. ¿Por qué nos asusta que 20 mujeres sin
ropa estén en una sala reconociendo su propio erotismo y, en cambio, hemos
normalizado la pornografía? No tiene sentido".
Carmen Enguita podría considerarse una continuadora de
la obra de la estadounidense Betty Dodson, feminista octogenaria que lleva
cinco décadas impartiendo desinhibidos talleres en su domicilio de Nueva York.
Su objetivo: hacer a las mujeres sexualmente autónomas con técnicas tan
prácticas como visuales. En sus cursos, a los que según dice acuden personas de
entre 30 y 60 años, se revelan los secretos más íntimos, se hacen ejercicios
respiratorios y cada una se enfrenta a sus genitales ante un espejo disfrutando
de las consecuencias. "El orgasmo se aprende, no llega por
arte de magia", sentencia.
Con propuestas tan diversas, ¿cuál es la más
satisfactoria? "La que se adapte a tu personalidad", responde la
psicóloga Ana Sierra. "Desconfía de quien te dice lo que tienes que hacer
para liberarte. Seamos sensatos. No podemos pasar de la represión al todo vale
ni lanzarnos a masturbarnos en público sin aprender que un abrazo puede suponer
una experiencia sexual igual de satisfactoria. Sí, hay que liberarse, pero cada
una a su forma y cuando se esté preparada para hacerlo", concluye.
CARLOS ALCELAY
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