El festival de Venecia proyecta
para su preapertura la versión restaurada de 'Extasis', la película de Gustav
Machatý que en 1934 conmocionó a La Mostra y convirtió a Hedy Lamarr en icono
erótico
Hedy Lamarr nada
desnuda en un fotograma de 'Extasis'. SLAVIA-MACHATY PRODUCTION
Hasta Mussolini quiso
saber qué ocurría. Hora tras hora, el clamor en Venecia no cesaba, y acabó
llegando hasta los oídos del Duce. Así que el dictador exigió a Luciano de Feo,
uno de los organizadores de La Mostra, que cogiera de inmediato un avión y
fuera a referirle en persona a qué se debía tanto barullo en el festival. El
hombre, cómo no, cumplió: voló hasta la capital, con una copia del escándalo en
cuestión bajo el brazo. Y se dispuso, pues, a entregar el destino de la obra a
esa proyección privada. “Se rumoreó mucho sobre este escrúpulo de Mussolini de
reservarse el juicio final. Se dijo que, en el fondo, no era más que una excusa
para gozar de esa secuencia”, contó un cronista años más tarde.
Porque, en La Mostra,
no se hablaba de otra cosa. Era el 7 de agosto de 1934 cuando el director
checoslovaco Gustav Machatý sacudió el festival, y la historia del cine, con la atrevidísima Éxtasis: en la película, una joven Hedwig
Kiesler (antes de convertirse en la estrella de Hollywood Hedy Lamarr) mostraba el primer desnudo integral femenino del
séptimo arte. Su personaje, además, alcanzaba el orgasmo en una secuencia de
sexo, aunque el cineasta mantenía la cámara solo sobre su cara. Michelangelo
Antonioni, entonces treintañero crítico de cine, escribió: “Aquella tarde, en
el jardín del hotel Excelsior, se oía la respiración de los espectadores
atentísimos, se escuchaba un escalofrío que corría por la platea”.
Mussolini, en su sala
personal, debió de sentir algo parecido. Al parecer, ese día, el Duce llegó
enfurecido. Sin embargo, desde que empezó el filme, no soltó ni una palabra. Y,
cuando terminó, tan solo concedió: “Desde luego, es una mujer muy bella”. Éxtasis se salvaba
así de la primera censura, como rememora Flavia Paulon en el libro La dogaressa contestata. Y
empezaba su leyenda.
La semana próxima, el mito escribirá otro capítulo. La
76ª edición del festival de Venecia, 85 años después, ha escogido Éxtasis para su preapertura:
el martes 27 de agosto, la película será proyectada por primera vez en calidad
4K y restaurada, tras una odisea liderada por la Cineteca de Praga, en la que
colaboraron varias instituciones fílmicas europeas. Tal vez el público recuerde
así que la obra de Machatý es mucho más que la principal razón por la que
es recordada. “Cuando ves el filme, te das cuenta de que esas imágenes no son
tan importantes”, defiende Michal Bregant, director del Archivo Cinematográfico
Nacional de República Checa y responsable del rescate. Éxtasis ofrece
sutileza, arte y talento, una trama moderna y una belleza que algunos
compararon con la pintura. “El director toma por asalto a los estetas del
cine”, sentenció la reseña del 8 de agosto de 1934 del Gazzettino di
Venezia.
“Tal vez no fuera la
intención original del autor, pero Éxtasis cuenta también con una
perspectiva feminista. La protagonista no es solo un personaje romántico, sino
que toma sus decisiones y descubre el precio de la independencia en una
sociedad dominada por los hombres”, asevera Bregant. Porque Eva (a la que encarna Lamarr) agarra con firmeza las riendas de su vida: recién
casada con el anciano Emil, la joven descubre el desinterés y la inconsistencia
de su marido. Por tanto, no pierde más tiempo y se separa de él. En su huida
hacia adelante, encuentra a Adam, con quien empieza un romance. Ningún cuento
de hadas espera sin embargo a la pareja. Éxtasis es mucho más
sofisticada.
“Machatý quería rodar
una película con atractivo internacional y desde su anterior obra, Erotikon,
había aprendido que títulos así obtienen mucha atención”, agrega Bregant. Lo
cierto es que el cineasta dio en el clavo. Muchos se sorprendieron de que la
comisión del festival de Venecia hubiera dejado pasar tan arriesgada obra, pero
el palmarés confirmó el acierto: la dirección de Machatý fue galardonada y
el público consideró Éxtasis el mejor filme extranjero. Luciano de Feo, dos
décadas después, le atribuyó incluso un empujón definitivo para la
supervivencia y el éxito de La Mostra.
No todos, sin
embargo, apreciaron la película. Varios países la censuraron, incómodos ante
tal exceso de erotismo. Y se cuenta que Fritz Mandl, marchante de armas y
primer marido de Lamarr, intentó en balde adquirir todas las copias del largo
para que nadie descubriera el cuerpo de su esposa. “Éxtasis es una amplia fuente de leyendas. Es complicado
establecer cuántas son ciertas, operaciones de marketing o directamente
inventadas”, sostiene Bregant.
Él mismo, por
ejemplo, se encontró con un señor que afirmaba haber sido el encargado de
masajear los pies de la actriz durante la secuencia en la que su rostro
interpretaba el orgasmo.
La propia
restauración de la película parece prolongar su epopeya. Bregant y compañía
pretendían recrear el filme original que se proyectó, en checo, en Venecia en
1934. Sin embargo, ni un solo elemento de aquella copia se conserva hoy en día.
De ahí que recurrieran a otras más recientes, o en alemán y francés.
“Visionamos muchas versiones, en archivos cinematográficos por toda Europa. Fue
como un puzle”, relata Bregant. El aspecto de la imagen y el sonido pusieron
más obstáculos en su carrera. “Era el principio de la era sonora y no hay
pruebas de cómo se escuchaba la película en las salas en los treinta”, incide
el experto. Por lo menos, se encontraron con una ayuda inesperada para
reconstruir la película: en aquellos tiempos, muchos proyeccionistas
conservaban los trozos de celuloide con sus imágenes favoritas. La de Lamarr bañándose
desnuda estaba en todas las colecciones.
Éxtasis marcó, a la vez, el punto más
alto en la carrera de su director y el trampolín desde el que su protagonista
saltó a la gloria.
La secuencia de
desnudo convirtió a Hedwig Kiesler, con menos de 20 años, en un icono erótico.
A partir de ahí, la actriz aterrizó en Hollywood, de la mano del productor
Louis B. Mayer (quien le cambió el nombre a Hedy Lamarr), y compartió películas
con Charles Boyer, Clark Gable o Spencer Tracy. Su vida personal fue más
compleja: tres matrimonios, y una relación cada vez más tensa con sus tres
hijos; en sus últimas décadas, Lamarr se obsesionó con su declive físico,
resultó implicada en varios episodios de cleptomanía y en pleitos de distintos
tipos, como recuerda un comunicado de La Mostra de Venecia.
A la vez, la actriz
cultivó su otra extraordinaria faceta: la de inventora. En plena Segunda Guerra
Mundial, concibió un sistema que impidiera a los alemanes prever la trayectoria
de los torpedos estadounidenses para interceptarlos. El Gobierno de EE UU, sin
embargo, no reconoció su utilidad hasta la crisis de Cuba, dos décadas más
tarde. Y eso que, hoy en día, se considera que tecnologías como el bluetooth
o el wifi son evoluciones del proyecto de Lamarr.
Para Gustav Machatý,
en cambio, Éxtasis supuso el último filme en su tierra y su idioma
natal, el checo. Junto con su anterior obra, Erotikon, la película
disparó su fama de cineasta libre y arriesgado y le llevó a rodar entre
Austria, Italia, EE UU y Alemania películas como Nocturno, Ballerine o Jealousy.
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