La pornografía se convierte en medicamento y se acude
a ella como si fuera la guarida natural para escabullirse de la realidad. ¿Qué
pasa cuando se devora sin control?
Excitación insa ci able
Tiene 51 años y en su cabeza
todavía conserva con claridad el recuerdo la mujer semidesnuda que se encontró
en la última página un extinto diario de circulación nacional.
En aquel momento, tendría
apenas unos siete u ocho años. Eran suficientes.
Recuerda de manera fresca
aquella imagen. Fresca porque la memoria no le ha permitido olvidar el día en
que llegó a sus manos la primera de una extensa lista de imágenes que de alguna
forma lo excitarían y lo llevarían a masturbarse... o al onanismo, como se le
diría de manera menos explícita.
La sola fotografía le movió
algo que duró casi dos décadas en lograr detener, algo que aún amenaza con
perturbarlo si se descuida en un mínimo instante, algo por lo que sigue
acudiendo a terapia en un grupo de Sexo Adictos Anónimos.
* * *
El hombre, cuyo nombre no hace
falta revelar y quien se dedica a hacer consultorías gerenciales, cuando era
niño y entraba a la adolescencia acudía al recuerdo de la mujer semidesnuda en
papel periódico para terminar un rato después, y una vez más, encerrado en un
baño autocomplaciente.
Era su medicina inmediata,
parecía ser su inagotable solución eterna.
Este confeso adicto a la
pornografía y a otras prácticas sexuales que se fueron acentuando con el paso
de los años asegura que las personas que padecen de lo mismo que él descubre que
en la sexualidad existe un estado mental que los separa de la realidad.
Suena a ingresar en una
burbuja, en un mundo paralelo que los hace distanciarse de todo aquello que
puede estar haciéndoles daño. A sabiendas de que cualquier alusión al sexo lo
llevaba por ese camino que concluía en un orgasmo, no pretendía, ni podía
parar.
–Mi cuerpo sabía que la
pornografía me relajaba, había conseguido una predisposición a nivel cerebral.
De las fotografías de
calendarios candentes pasó a excitarse con un anuncio de televisión en el que
aparecía una muchacha que él describe como “sensual”.
Más tarde, bastaba con que
escuchara la música del comercial para pensar en aquel video, luego, asociaba
la publicidad con la masturbación y entonces corría al baño.
También fue voluntario de una
iglesia por 10 años.
–A veces les decía que me
iba a encerrar a un cuarto para orar, pero en realidad estaba viendo porno. No
es que tenía falta de Dios, es que era enfermo.
Ya de adulto, ni era
indispensable ir al baño, ni era necesario contar una fuente directa de origen
“sexoso”.
–Después de un tiempo el
el cine erótico ya ni cosquillas me hacía, sino que era otro tipo de material
el que me alborotaba y me llevaba a otra serie de actividades relacionadas con
sexo, chateaba con mujeres desconocidas, y más tarde las citaba para vernos y
terminaba acostándome con desconocidas todas las semanas.
Este adicto, era un hombre
casado y gerente de una empresa.
Excitación insa ci able
Era un hombre casado hasta
que su esposa lo encontró en reiteradas ocasiones viendo porno en la casa. Era
gerente de una empresa hasta cuando detectaron que, desde su oficina, accedía a
páginas porno por varias horas durante el día.
–Yo acomodaba la
computadora para que nadie pudiera saber lo que yo estaba viendo, me encerraba
en la oficina inventándome reuniones.
Un día me dijeron que
habían puesto un filtro digital para toda la empresa y que ahí había quedado
registrado que yo había visto pornografía. Me dio mucha pena, me disculpé y les
dije que no iba a volver a hacerlo, me advirtieron que si volvía a pasar me
despedían.
Al día siguiente, a la
misma hora, pasó lo mismo. Yo solo lloraba de la vergüenza.
Yo pensaba 17 horas
diarias en sexo y las otras siete soñaba con sexo.
* * *
A la pornografía puede
considerársele como la representación de ciertas partes del cuerpo desnudo, o
de actos sexuales sin intenciones artísticas.
“Curiosidad” es la palabra
clave que calza con el primer afán de búsqueda de pornografía.
Ese deseo de encontrar
cuerpos o escenas desnudas no debería ser problemático por sí solo. De hecho,
la sexología la considera como una manifestación natural de la curiosidad que
aparece, principalmente, en la pubertad.
En el largo ensayo La
ceremonia del porno, los españoles Andrés Barba y Javier Montes aseguran
que la obra pornográfica suele asociarse a una reacción lasciva, que resulta
estimulante y es proseguida por la masturbación y un orgasmo, cuando se consume
de manera privada.
En esa experiencia de
autocomplacencia, se aproxima a un estado de inquietud, excitación y miedo. Ah,
claro, y lujuria.
Sin embargo, es necesario
tener claro que no todo el que vea porno terminará siendo un adicto.
Hay un vasto campo que
distancia dicho hobby o deseo de aclarar preguntas concernientes a la
adolescencia de la caída en un comportamiento compulsivo, obsesivo e impulsivo
que depare más problemas que beneficios.
En esa frontera poco saludable,
el porno ya no es una fuente de entretenimiento, sino que se le dedica un
tiempo considerable a la semana y esto lleva a generar problemas a nivel
social, laboral y familiar.
El escritor estadounidense
Gore Vidal dejó una cita que calza a la perfección para describir el camino que
toma quien vaya más allá de la inocente curiosidad: “lo único malo de ver algo
de porno, es que después uno puede querer seguir viendo porno, y al final no
querer ver nada sino porno”.
Excitación insa ci able
Caen en esa descripción los
pornófilos, aquellos que, más allá de estar expuestos a la pornografía, se
desbocan por buscarla hasta encontrarla. A pocos, el pornófilo se irá haciendo
más exigente y no se contentará con lo tradicional, con lo mismo de siempre. A
su vez, el material pornográfico irá escalando en crudeza.