Episodio de la carrera de troncos durante la
inauguración de los juegos. (Foto: EFE)
alrededor de 2,000 atletas de etnias de más de
20 países, como una evolución de
los Juegos
de los Pueblos Indígenas que se vienen realizando en Brasil
desde 1996. Guatemala
no será la excepción y sus representantes participarán con el juego de pelota maya,
donde realizarán una demostración especial.
Corpulentos maoríes de Nueva
Zelanda, pequeños atletas de filipinas y pueblos nativos de todas las tallas
pusieron a prueba su temple en los primeros Juegos Mundiales Indígenas, una
celebración caótica y caleidoscópica de todos los pueblos del mundo.
Los organizadores promocionan
el evento, que dura nueve días, como una suerte de Juegos Olímpicos Indígenas.
Pero para muchos de los casi
2.000 participantes de unos 20 países que se reunieron la semana pasada en la
ciudad anfitriona de Palmas, una población agrícola en el corazón de Brasil,
las competencias deportivas quedaron eclipsadas por lo que aseguran es lo más
importante: el intercambio y aprendizaje cultural.
"Esto restaura tu fe en
la humanidad", dijo Lamarr Oksasikewiyin, un maestro de escuela de 46 años
y representante del pueblo nehiyaw en la provincia Saskatchewan de Canadá,
mientras observaba la primera ronda de la prueba de lanzamiento de jabalina.
"Un anciano me dijo una vez que la cultura nos salvará. Creo que se
refería a esto".
Pese a las diferencias
evidentes entre los participantes — los tapirape de Brasil utilizaron pintura y
taparrabos para adornar sus cuerpos mientras que el único representante de la
delegación rusa estaba cubierto en pieles siberianas, desafiando el extremo
calor tropical — las semejanzas que unen a todos los pueblos indígenas del
mundo son palpables, dijo Oksasikewiyin. Desde Etiopía a Ecuador, los primeros
pobladores del mundo siguen sufriendo los efectos del colonialismo y peleando
por preservar su cultura y su tierra, aseguró.
"Vemos que estamos del
mismo lado", gritó entre el clamor de los espectadores que ovacionaban un
gran lanzamiento de jabalina. "Estando aquí, todos juntos, todo se
aclara".
El evento, que comenzó el
viernes, se celebra un año después del Mundial de fútbol de Brasil y un año
antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. La hipnótica ceremonia
inauguración del evento estuvo adornada con vistosos penachos, coloridas batas,
vestidos elegantes y reveladores taparrabos, luego de que más de 40
delegaciones se fundieran en una masa de personas que bailaban y cantaban.
En los días siguientes, la
extensa fusión cultural se multiplicó.
Los arqueros mongoles, con
sus mantos de terciopelo, intercambiaban consejos con los representantes del
pueblo xerente, con coloridos penachos y considerados como los mejores
tiradores con arco de Brasil. Un pequeño grupo de mujeres tarahumaras de
México, negociaba el precio de un tocado de palma y calabaza, con un grupo de
artesanas del estado amazónico de Para.
Y todo el mundo tomó una
incontable cantidad de selfies.
Pese a ello los Juegos se han
visto perjudicados por fallos técnicas y acusaciones de mala gestión. El día de
la inauguración, albañiles seguían trabajando en las instalaciones y algunos
participantes se quejaron del mal estado del alojamiento.
La parte deportiva tuvo un
flojo inicio luego de que el sábado colapsara un muro de la cafetería,
lesionando ligeramente a varios trabajadores y dejando sin desayunar, e
incapaces de competir, a varios atletas.
Las primeras pruebas se
retrasaron al domingo, cuando se presentó la primera sorpresa: En la prueba de
tirar la cuerda los fieros guerreros maoríes perdieron un duelo de titanes ante
el corpulento pueblo bakairi de la región central de Brasil. Las mujeres javae,
también de la zona centro de Brasil se impusieron a las mujeres mexicanas,
ataviadas con coloridas faldas, mientras que un combinado de Estados Unidos y
Filipinas se impuso a la comunidad forestal macuxi.
Los brasileños nativos que
representaban a cerca de dos docenas de las más de 300 tribus del país, conforman
el grueso de los participantes de los juegos, y sus problemas han centrado la
atención del evento.
Durante la inauguración, en
la que se abucheó a la presidenta Dilma Rousseff, hubo pequeñas pero ruidosas
protestas en contra de una propuesta para una enmienda constitucional que daría
al Congreso de Brasil, dominado por el sector agrícola, derecho a demarcar
tierras indígenas. El voto inicial a la propuesta podría celebrarse esta
semana.
"Sería un desastre para
nosotros", dijo Merong Tapurama, del pueblo pataxo ha-ha-hae, quien agregó
que ve el evento como una oportunidad de atraer miradas hacia la complicada
realidad de los pueblos indígenas de Brasil.
Con un estimado de entre 3 y
5 millones de habitantes durante la época precolombina, la población indígena
brasileña actual está por debajo del millón y conforma apenas el 0,5% de los
más de 200 millones de residentes del país. Siguen sufriendo racismo y mala
atención médica y servicios educativos, además de mantener conflictos con
aserraderos, mineros, granjeros y rancheros que pretenden despojarlos de sus
tierras ancestrales.
"Es grandioso que el
mundo pueda ver lo rico de nuestra cultura", dijo Timbira Pataxo, que
viajó desde la provincia de Bahía para vender chucherías en los Juegos.
"Pero el mundo también necesita ver la amenaza existencial real que
enfrentamos".
http://www.elnuevoherald.com/deportes/article41523777.html#storylink=cpy
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