Todo empezó con Kim
Kardashian... y acabó en los quirófanos: las operaciones de aumento de nalgas
han crecido un 252%.
Atención al siguiente truco
de maquillaje, publicado recientemente en una revista para mujeres bajo el
título En busca de la mejor cara B: «Con un pincel o con una esponja,
aplicamos autobronceador de un tono más oscuro, creando un poco de sombra en el
pliegue de la nalga y acentuándolo un poco para definir más la forma. Para
terminar, se ilumina el centro de la nalga con un bálsamo corporal para
conseguir el efecto lifting». Efectivamente: se trata de la cosmética femenina en
plena exploración de nuevos territorios en los que desplegar su ejército de
productos. ¡Maquillaje para el culo! Un pasito más allá de las
habituales recomendaciones gimnásticas que, según estas estrictas
publicaciones, nos conseguirán el respingón culo de Elsa Pataky. La maniobra
que ahora se traen entre manos es sutil, nótese el repetido uso de la suave
palabra «nalga» o el eufemismo «cara B». El mensaje, sin embargo, aparece
nítido: el culo es la nueva cara.
La operación política, cultural y estética que se está obrando ante nuestras narices es gigantesca, rapidísima, prolija en significados. Resumiendo: sin culo no hay paraíso. El fenómeno es global y coloca el trasero en el punto focal de los multimegamillonarios negocios del cuerpo (moda, cosmética, showbusiness, cirugía estética, prácticas sexuales, pornografía...), de la misma manera que los 90 estuvieron bajo la influencia de los pechos armados de silicona. Explica la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética que la demanda de retoques, elevaciones, ampliaciones y reconstrucciones de glúteos han aumentado un 30% en las consultas españolas a lo largo de 2015. En Estados Unidos, la American Society of Plastic Surgeons (ASPS) sitúa en un 252% el incremento de la demanda de estas intervenciones, de 2000 hasta aquí. La avalancha de estrellas latinas y negras encantadas con sus grandes posaderas es tal, que la pavisosa y blanquísima edición norteamericana de la revista Vogue no ha tenido más remedio que admitir: «Entramos oficialmente en la era de los grandes culos».
"Entramos oficialmente en la era de
los grandes culos", sentenció la edición de la revista 'Vogue' en Estados
Unidos. Y la tendencia también alcanza a los hombres.
Una fotografía de
perfil de Tyler Hoechlin, el nuevo Superman, fue
un tema de conversación global.
Y entre todos los culos, uno
superlativo. El culo «llamado a gobernarlos a todos», como el anillo de poder.
El trasero original, el que prendió esta histeria global por poseer unas nalgas
cuanto más sobresalientes, mejor. Hablamos del fascinante apéndice posterior de
Kim
Kardashian, un prodigio de la técnica estética en constante
aumento, creado para romper Internet a base de selfies de sus glúteos
(llamados belfies). Imposible pasar por alto su imponente presencia,
supuestamente debida a una combinación de inyecciones de su propia grasa y
quién sabe si implantes o fajas con almohadillas supletorias. Un culo que es una máquina
de hacer dinero a costa de su fetichización extrema por parte de nuestra
cultura pop. Alfombras rojas, galas de MTV, vídeoclips,
portadas de revista y hasta grandes bodas reales (recordemos que Pippa
Middelton también triunfó por su otra cara) suministran incesantemente un
refuerzo positivo hacia posaderas grandes, foco valorativo de lo que hoy se
considera un cuerpo femenino deseable, envidiable y triunfante. El modelo es
sólo aparentemente democrático: la perfección y poder antigravedad de estos
glúteos desproporcionados está fuera del alcance del común de las mortales. Y
también alcanza a los hombres: el mes pasado, cuando se filtraron las imágenes
del rodaje de Superman, la conversación global se centró en las descomunales
posaderas del nuevo protagonista, Tyler Hoechlin.
Wikipedia refiere una curiosa
lluvia de canciones de hip hop, r&b y dancehall dedicadas al culo femenino
desde que comenzara el siglo: de Bootydelicious, de las Destiny's
Child de Beyoncé, a Anaconda, de Nicky Minaj, o Booty, de
Jennifer López. No hay demasiado acuerdo al respecto del efecto que puede tener
tanto panegírico sexual a los grandes culos. Algunas mujeres, por ejemplo la
actriz Helen Mirren, encuentran cierta liberación en la creciente exhibición de
una mayor diversidad de tamaños. «No encuentro interesante el fenómeno de las
Kardashians. Sin embargo, me parece maravilloso que hoy, gracias a Madame
Kardashian y, antes que ella, a Jennifer Lopez, a las mujeres se nos permita
tener caderas y culo», ha declarado. Otras, como la socióloga Patricia Hill
Collins, autora de Black Feminist Thought, explica que la fijación con el trasero de
las mujeres racializadas tiene que ver con el estereotipo que las pinta
permanentemente dispuestas para el sexo. Disponibles desde el
minuto uno. En machista, cachondas.
Lo cierto es que en la
microhistoria de este gran culo, el sexo pesa lo que más. Exactamente lo mismo
sucede en el King of Diamonds, uno de los clubs de striptease más populares de
Miami. Allí reinaba, como la bailarina más deseada, Blac Chyna,
principal atracción del local sólo para hombres gracias a una silueta de reloj
de arena increíble, imposible, alienígena. Con apenas 18 años, esta jovencita
de Washington D.C. llamada Angela White ya había bailado en su ciudad natal
bajo el nombre de Cream, en locales donde entró en contacto con la
comunidad transexual local. Allí vio cómo sus compañeras transgénero se
infiltraban silicona para lograr el perfecto trasero femenino, ese que la
naturaleza niega a las mujeres mismas. Cómo no iban a compartir las strippers
senior sus secretos protéticos con aquella pizpireta recién llegada... «Sí, fue
al verlas a ellas cuando tuve la idea de aumentar el culo además del pecho»,
relató en un tabloide estadounidense. «Y tienes que ser realmente cool
para que accedan a pincharte, no se lo hacen a cualquiera... Lo logré porque yo
quería un cuerpo que fuera único, extraordinario».
Helen Mirren: "Me parece
maravilloso que hoy, gracias a Madame Kardashian y, antes que ella, a Jennifer López,
a las mujeres se nos
permita tener caderas y culo"
En un año, Cream lucía el
trasero más solicitado del local y, a la postre, su pasaporte a Miami. Llegó
con la lección aprendida: sabedora de que ni el mejor de los productos se vende
sin la narrativa adecuada, cambió su nombre por el de Blac Chyna,
sugiriendo un irresistible origen mestizo que sostuviera la ficción de su
exótica figura. Raperos, revistas y blogs cayeron bajo la fascinación del
cuerpo, los tatuajes y la rubia melena de aquella mujer que no se parecía a
otra. En 2010, Drake la mencionó en una de sus canciones y, unos meses después,
comenzó a salir con el rapero Tygga, fue contratada para bailar en un vídeo de
Nicki Minaj (que poco después desarrolló su propia retaguardia aumentada) y se
hizo amiga de Kim Kardashian, que se apuntó a la estrategia de la gran nalga.
El
nuevo cuerpo estadounidense, el que encarna hoy el éxito, el poder y el dinero,
es, en realidad, una invención de la comunidad trans exportada
por una stripper a Hollywood.
En 2014, un selfie de Kim
Kardashian y Blac Chyna comparando sus culos frente al espejo obtuvo más de
600.000 clicks de aprobación. El que Kardashian colgó tras dar a luz a su
primer hijo (North, hija de Kanye West), con su cara B apenas tapada por un
bañador blanco, recibió más de un millón. Instagram coronó a otras reinas con buen
trasero como Jen Selter, cuya retaguardia híper entrenada recibe la
aprobación incesante de sus cuatro millones de seguidores. De repente, el mundo
comenzó a dividirse entre mujeres que perrean y mujeres que no perrean. A culo
descubierto, Miley Cirus demostró su dominio del twerking ante todo el planeta
MTV. Valientemente, Taylor Swift sacó del armario el bochorno de los millones
de mujeres que no aciertan a bambolear debidamente las nalgas. Dos años
después, Swift ha dejado de hacerse la heroína y ha pasado por el aro de los
implantes. Es la ley del pop femenino global: o sexy o muerte.
En la calle, cala hasta el
coxis este mandato del cuerpo megasexy que las estrellas han de lucir para
trabajar. Manda el deseo de que nos deseen, como a Sofía Vergara, Beyoncé o
Rihanna, pero sin tanta retribución económica (aunque, probablemente, una buena
retaguarda nos depare un sueldo más alto). No se pude entender el imperio del
culo sin detenerse en el cruce entre mercado y deseo. «Las mujeres ya son libres,
ya tienen igualdad, ya pueden elegir vivir de su cuerpo o de trozos de su
cuerpo», explica irónicamente la filósofa Ana de Miguel, autora
de Neoliberalismo sexual (Ed. Cátedra). El sexo cotiza siempre al alza
porque llevamos su demanda en el ADN. El antropólogo, primatólogo y sociólogo
Pablo Herreros Ubalde, autor del libro (y el blog de Elmundo.es) Yo mono
(Ed. Destino) sabe de la fascinación masculina por estos «culos salvajes» como
el de Kim Kardashian. «La hipótesis tradicional, desde la biología evolutiva,
siempre especuló sobre la idea de que una mujer con caderas anchas es más
fértil y además tendrá partos más sencillos. Desde la primatología se añade un
elemento mas: los culos grandes recuerdan al hinchazón del trasero que
experimentan algunas hembras de primate cuando están celo. Unos labios carnosos
pintados de rojo también recuerdan ese estado».
Son las estrellas latinas y negras las
que imponen su morfología corporal como más seductora
Instagram @beyonce
Lo que simbólicamente llega
al común es que el sueño americano encarnado en el culo funciona. El trasero es
la piedra sobre la que Kim Kardashian ha construido su iglesia, una que reporta
alrededor de 50 millones de dólares anuales. Sólo por lo facturado en su facción
móviles (vende juegos y emoticonos entre los que también figura su culo como
estrella absoluta) le ha valido la portada de la circunspecta revista Forbes.
Blac Chyna ya no baila, sino que ha emparentado con la millonaria familia
Kardashian gracias al niño que tendrá con el hermano estéticamente díscolo (ha
engordado y ya no quiere salir en el famoso reality show familiar),
Rob. En el club King of Diamonds, el 80% de las bailarinas lucen ya traseros
siliconados: ganan más propinas. No es extraño pues que mujeres de todos los
estratos sociales busquen hoy el reconocimiento erótico que suministra un culo
sobresaliente.
Existe, claro, una lectura
política de este asunto mollar. El racismo, amenaza nada fantasma a ambos lados
del Atlántico, tiene mucho que decir en cuestión de glúteos: son las estrellas
latinas y negras las que imponen su morfología corporal como más seductora,
envidiable y deseable para el resto de la humanidad. Lo logran por su creciente
influencia demográfica y peso económico, como por la calidad y creatividad de
su producción cultural. En Hollywood, las posaderas de Jennifer López o Beyoncé han dejado de ser
una excepción refugiada en la diferencia étnica y se han
convertido en el objetivo de las estrellas más rectilíneamente blancas. Estas
ya no quieren caber en una talla 36 y servir de percha para la moda, sino
maximizar la potencia sexual que el imaginario latino y negro cultivan y que
tanto se rentabiliza en los mercados. Menudean en un goteo incesante las
noticias acerca de ampliación de la popa y, de paso, proa: Taylor Swift, Kylie
y Kris Jenner o Serena Williams son las últimas en pasar por el taller de chapa
y pintura.
«La donna è mobile», eso lo sabemos desde el Rigoletto de Verdi. Pero, ¿y
los culos? ¿Dónde está el límite de este fenómeno bioviral? Jordi Collell,
asesor de marca personal en la consultora Soymimarca.com, lo tiene claro: en lo
grotesco. «El peligro de una estrategia de este tipo es convertirte en un
esperpento, ofrecer imagen distorsionada de ti mismo». En su análisis, el caso
de Kim Kardashian se enfrenta a un peligro cierto de irrelevancia por
caducidad. «Más
que una marca, lo que se ha creado es un artefacto, un elemento de consumo que
puede tener o no conexión con la persona, por lo que su relevancia es baja.
Su comportamiento es el de un bien de consumo que, cuando pase de moda, dejará
una huella débil. En cualquier momento se puede echar en falta más conexión del
artefacto con la persona y entrar la marca en crisis identitaria. La pregunta
sería: '¿Seguiremos consumiendo Kardashian dentro de 15 años?'».
La sospecha del experto
apunta maneras de certeza. Las últimas noticias del universo Kardashian
trasladan no sólo un parón en el constante aumento de las posaderas más famosas
del clan, sino una disminución. Si existe una burbuja en la imparable revalorización
de las nalgas, este es el acontecimiento que podría hacerla estallar. «Quiero deshacerme de mi culo», son
las exactas palabras de la heredera que reporta el tabloide británico The Sun.
«Quiero volver al culo que tenía en 2010 o 2011. Ese es el objetivo en el que
voy a centrarme ahora».
Lola
Fernández @genericidios
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