miércoles, 14 de septiembre de 2016

Ultraizquierdistas y ‘okupas’ catalanas se ofrecen a quedarse embarazadas de inmigrantes ilegales para evitar su expulsión

Úteros contra el ideal de Occidente. El marcusianismo se impone en las crecientes relaciones de pareja que se establecen entre mujeres catalanas de baja extracción social y vinculadas sobre todo a grupos de extrema izquierda, separatistas y movimientos de okupas, con inmigrantes irregulares, muchos de ellos vinculados a esas mismas organizaciones
Casa ‘okupa’ de mujeres de la izquierda radical
La voz de alarma la dio en 2011 Josep Flores, precursor del 15-M en Cataluña y que abandonó el movimiento al considerar que había sobrepasado los límites para los que fue creado al caer en manos de los “antisistema” y de otros grupos que viven en permanente roce con la violencia. En la actualidad es el portavoz de Acapase, la asociación catalana de padres separados.
Flores destacó entonces el dato del elevado número de parejas hispano-magrebíes surgidas tras la irrupción del movimiento 15-M. Cree que estas uniones formaban parte de un plan, alentado desde el nacionalismo radical y la ultra izquierda catalana, para evitar que algunos inmigrantes ilegales puedan ser expulsados del país. “Para ello deben dejar embarazadas a sus parejas”, apostilla.
Recordó una sentencia del Tribunal Constitucional que prohibió la expulsión de los inmigrantes ilegales que tuviesen hijos nacidos en España. Incluso si esos mismos ‘sin papeles’ se hallasen fuera, podrían solicitar la reagrupación familiar como paso previo a su regularización documental.
Cree que dicha estratagema legal ha estado siendo utilizada por muchos extranjeros residentes en Cataluña para permanecer en España “legalmente”, contando para ello con la complicidad de mujeres jóvenes, de familias desestructuradas y socialmente desarraigadas, que se prestan voluntarias para convertir sus úteros en fábricas de “nous catalans”.
Foto Internet
Calcula Flores que cientos de niños fruto de estas uniones calculadas han nacido desde el año 2011. Paradójicamente, los instintos parciales que defienden las organizaciones progres y feministas, se subordinan en estos casos a la genitalidad procreadora. La sexualidad se transforma así en una función temporal especializada, un medio para alcanzar un fin: la destrucción de la Europa tradicional.

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