· Lo hacen más por una satisfacción emocional que sexual y no sienten ningún dilema ético
Dos chicos jóvenes conversan con una prostituta en Madrid.
Reportaje Gráfico: JAVIER BARBANCHO
Lucas y Javier son dos amigos universitarios de 21 años. Cuando
llega el sábado y no tienen nada mejor que hacer, cuando no cuentan con un plan
más apetecible, se suben en el Ford Focus gris de Lucas y ponen rumbo a la
colonia Marconi, en Madrid sur. Dan vueltas, observan divertidos a las mujeres
que allí ofrecen sus servicios sexuales a cambio de dinero, hacen comentarios obscenos
sobre el cuerpo de ésta o aquella y deciden qué chica les gusta más.
Entonces, detienen el vehículo y comienzan a negociar. Cuando han cerrado el
precio, uno de ellos sale del coche mientras el otro recibe en el interior el
servicio sexual que haya contratado. Y luego, lo mismo con el otro.
"Depende de la chica, claro, pero hemos echado polvos de película por sólo
15 euros", asegura Javier.
No les gusta ir por ahí
aireando que van de putas. "Sobre todo entre las chicas, muchas se lo
toman mal". Pero tampoco tienen conciencia de estar haciendo nada malo.
"Estoy en contra de las mafias que explotan a mujeres, eso sí, pero éste
es el oficio más antiguo del mundo, siempre existirá y las que quieran ejercerlo
libremente tienen derecho a hacerlo", dice Lucas.
Cambiamos de escenario. Un
sábado reciente en el café espectáculo (léase puticlub) Flowers, en la
carretera Madrid-A Coruña. A la 1.30 horas un grupo de cinco ruidosos
veinteañeros sube la escalera de mármol rematada con columnas de estilo romano
por la que se accede al local. Saludan a los gorilas vestidos con
traje negro que vigilan el acceso, entran, se piden una copas (12 euros el
cubata, 10 euros el refresco) y se acodan en la barra ovalada mientras una
treintena de mujeres dan vueltas a su alrededor, en plan pasarela, y se van
parando sucesivamente junto a ellos para que comprueben el material. Los chavales las observan
con deseo y las toquetean entre risas mientras apuran sus cigarros,
que como el resto de clientes apagan sin contemplaciones pisándolos contra el
suelo. Tienen que elegir una mujer para uno de ellos porque, aunque han hecho
un fondo común, esta vez el dinero no les alcanza para todos. Lo han echado a suertes y
el ganador tendrá como premio acceder al cuerpo de una mujer a
cambio de billetes.
España,
ya se sabe, es
el tercer país del mundo con mayor demanda de sexo de pago y el
primero de Europa, como ya recogía en 2008 un informe de la ONU. Pero la novedad es
que cada vez más son chavales los que recurren a él. Representantes policiales
llevan algún tiempo alertando de la "bajada escandalosa" de la edad
media de quienes pagan a mujeres a cambio de sexo. "Nos imaginamos al
señor de corbata de 50 o 60 años, pero la realidad es que el cliente es mucho
más joven, de 19 o 20", señalaba ya en 2015 el inspector
jefe José
Nieto, al frente del Centro de Inteligencia de Análisis de
Riesgo de la Policía
Nacional.
"Están cambiando mucho y
muy rápidamente los hábitos de los jóvenes. Cada vez es más común que grupos de chavales
recurran a prostitutas como mero entretenimiento. Para ellos,
el sexo de pago es algo normal. Igual que consumen alcohol y marihuana, la
prostitución es una diversión más", cuenta Luís Mariano García Vicente,
profesor de Trabajo Social en la Universidad Complutense
y coautor, entre otros, del estudio Una aproximación al perfil del cliente
de prostitución femenina en la
Comunidad de Madrid, en el que mostraba cómo muchos
jóvenes salen en grupo en busca de meretrices con el mero objetivo de divertirse.
Ningún conflicto ni ético ni
de ningún tipo
Ya arrojó datos sorprendentes
el estudio sobre prostitución que en 2014 García Vicente y otros investigadores
realizaron entre estudiantes universitarios masculinos de hasta 25 años de
Económicas, Derecho, Trabajo Social y Psicología (eligieron Económicas y
Derecho porque de esas carreras suelen salir quienes luego ocupan puestos de
poder, y Trabajo Social y Psicología porque son dos disciplinas que se ocupan
de la prostitución). Alrededor del 20% de los encuestados declaró que no
tendría absolutamente ningún problema en recurrir a los servicios de meretrices
y que estaría dispuesto a hacerlo, por lo que el equipo dedujo que muchos ya lo
habían hecho.
Los estudiantes de Derecho
fueron los que se llevaron la palma. "Para la inmensa mayoría de los que
cursaban esa carrera no había conflicto ni religioso ni político ni de ningún
tipo con el hecho de recurrir a prostitutas. Para ellos era algo completamente
banalizado, que hacían por pura diversión", asegura María José Barahona,
otra de las autoras de la investigación. Según ese mismo estudio, el 89% de los chavales se
declaraba a favor de que se regularice la prostitución.
"La prostitución implica
violencia de género, una mujer que realiza prácticas sexuales a 10 hombres a cambio de dinero
es obvio que es víctima de esta violencia. En mi opinión no se
puede regular algo que conlleva violencia de género", sentencia García
Vicente, quien no duda en cargar buena parte de la responsabilidad en la propia
sociedad. "Todos los esfuerzos se han concentrado en penalizar el tráfico
de seres humanos relacionado con la prostitución y eso ha contribuido a que los
jóvenes sean cada vez más permisivos con la prostitución entendida como
servicio".
"Los jóvenes incluyen
los clubes de prostitución en su ruta de ocio", asegura María José Barahona,
profesora asimismo de Trabajo Social en la Universidad Complutense
de Madrid y, con sus más de 20 años de experiencia a las espaldas, una de las
mayores expertas en el estudio de la prostitución de España. "Los chavales
van a los puticlubs a tomar unas copas y acaban muchas veces juntos en una
misma habitación con una prostituta a la que se intercambian. Y, si no tienen
dinero para eso, echan a suertes quién se va con ella".
Barahona ha visto con sus
propios ojos a menores de edad en la
Casa de Campo de Madrid, chavales de 14 y 15 años que sorteaban entre
ellos quién se ganaba que una prostituta le hiciera sexo oral. "Se trata de un comportamiento
que tienen muy normalizado, así que no les provoca ninguna reflexión o debate
ético. Lo consideran una diversión, no lo ven como lo que es: un acto de
crueldad hacia otro ser humano. En ese sentido, por ejemplo, prefieren no saber si las
mujeres a las que pagan son víctimas del tráfico de personas o no".
Cada vez más jóvenes adictos
al sexo
También Fernando Botana,
terapeuta y director de Sinadic, un centro de Madrid que lleva 25 años tratando
adicciones, ha advertido un gran incremento en el número de chavales que llegan
a su consulta. "Antes apenas teníamos pacientes jóvenes, lo primeros nos
llegaron hace tres años y ahora alrededor del 30-40% de todas las personas a las que
tratamos por adicción al sexo tiene entre 22 y 24 años, por lo
que empezaron con 16 o 17 años. Por lo general son chavales adictos a la
pornografía y a las citas sexuales, que disponen de unos 600 euros al mes y que
se lo gastan todo en prostitutas".
Este psicólogo también ha
constatado que ir de putas se ha convertido en una moda juvenil. "La
adolescencia es un periodo en la que el joven adquiere su identidad, y esa
identidad se la da el grupo. Ir a prostíbulos se ha convertido en una seña de
identidad. Van en grupo, muchos por no querer diferenciarse de los demás".
Según advierte Botana: "Acudir a un prostíbulo con amigos puede parecer
que no es grave, pero a esas edades puede desequilibrar enormemente".
El Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) ha realizado en total tres encuestas en las que ha abordado
el tema de la prostitución -en 1986, 1994 y 2008-, y que revelan cómo la actitud
de los españoles respecto al sexo de pago se ha ido suavizando paulatinamente
con el paso de los años, hasta el punto de que en la última, cerca del 80% se mostraba "muy o bastante de
acuerdo" con que la prostitución es algo inevitable que debe, por tanto,
legalizarse. En 2013, un sondeo realizado por la Fundación Atenea
también ponía sobre el tapete cómo los jóvenes madrileños entre 16 y 24 años ya
tenían una visión bastante particular sobre la prostitución. Sentían profunda
indiferencia hacia las mujeres en esa situación y consideraban que la práctica
debería legalizarse porque forma parte de la libertad del individual.
La pregunta es: ¿Por qué va a
recurrir un joven a una prostituta en una sociedad hipersexualizada en la que
existen aplicaciones que te ponen en contacto con personas cercanas que buscan
mantener relaciones íntimas? "Los chavales que recurren
a prostitutas suelen tener un déficit de habilidad emocional,
que no social. Si pagan 20 euros se ahorran todos los prolegómenos. Muchos
tienen problemas para contactar con el otro y pagar les permite ir al grano.
Además pagar te hace sentir valorado, hace crecer tu autoestima y tu
sentimiento de valía, porque al pagar tienes a una mujer que se pone a tu
servicio", resume Fernando Botana.
Barahona comparte esa
opinión: "Los chavales no lo hacen tanto por gratificación sexual
como psicológica. Ellas les sonríen, les halagan, les hacen sentirse estupendos...
Y a ellos les gusta eso y saber que tienen las riendas del poder en esa
relación, porque el que paga exige, y luego alardean ante el grupo. Por no
hablar de que además así se evitan el cortejo, el tener que salir a cenar con a
una chica, ir al cine..." "Con las putas ahorras
tiempo y dinero", reconocen muchos jóvenes entrevistados
para este reportaje.
Para esta profesora de
Trabajo Social esto "deja en evidencia que hemos avanzado poco en igualdad
de género. Porque la prostitución es lo que más descarnadamente muestra el
lugar social que ocupa la mujer".
IRENE HDEZ. VELASCO Madrid
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