- La Organización Mundial de la Salud ha incluido el comportamiento sexual compulsivo como un desorden mental. Las alarmas saltan cuando se esfuma el placer y aparece la ansiedad
mikel jaso
El comportamiento sexual compulsivo ha sido incluido
recientemente como un desorden de salud mental en la lista de la Clasificación
Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la Salud
(OMS). Se define como “un patrón persistente de falla para controlar los deseos sexuales o impulsos sexuales intensos y repetitivos que resultan en un comportamiento sexual repetitivo”. Por el
momento, no ha sido considerado un trastorno o una adicción como tal, por lo
que el intenso debate sobre si se trata de una adicción o no sigue abierto.
Todo lo que genera placer es susceptible de generar un comportamiento
compulsivo, adictivo. Ha sucedido siempre con las drogas, el alcohol o el
tabaco. El sexo lo genera. Para todos, la tentación puede estar ahí. Hay personas
más libidinosas que otras, y ser más o menos capaz de
controlar el impulso sexual es algo que concierne a cada uno. Pero ¿dónde
termina el vicio y empieza el trastorno? Cuando ya no es el placer sexual el
motor que lo conduce a repetir la conducta, sino evitar el displacer. Cuando no
consumir le produce un intenso sufrimiento: ansiedad, angustia. Cuando su vida
empieza a verse afectada porque su objetivo de consumo se convierte en
prioridad.
Una persona adicta al sexo puede empezar a “ponerse
pesada” con su pareja o a masturbarse con más frecuencia. Dedicar cada día más
tiempo o más dinero a la pornografía. Puede empezar a descuidar sus tareas en
casa. Encerrarse en un “estudio” y no jugar con sus hijos o cenar en familia.
Llegar tarde al trabajo o consumir pornografía en la oficina. Puede gastar todo
su dinero en prostitución y abandonar por completo sus obligaciones. Aunque no
nos guste etiquetar a nuestros pacientes, los profesionales de la salud mental
tenemos que poner nombre a aquello que es
potencialmente peligroso o que genera sufrimiento a
la persona o a su entorno. Y una persona adicta al sexo puede destrozar su
vida.
mikel jaso
Esta patología afecta en torno a un 6% de la población
occidental y es más frecuente en hombres como consumidores directos. Parecen
ser más vulnerables aquellos que ya han tenido otras adicciones, como el juego.
Es frecuente que las personas que solicitan de forma compulsiva los servicios
de profesionales del sexo lo hagan en el contexto del consumo de drogas, en
particular de cocaína. Reconozcámoslo: el apoyo incondicional a tu pareja
durante un periodo de ludopatía o de adicción a la cocaína puede resultar
difícil. Pero aceptar que solicite compulsivamente los servicios sexuales de
otras personas va más allá del apoyo, pues afecta a la propia percepción de ti
mismo. Hay mujeres que modifican su cuerpo con prótesis mamarias o tatuajes
para resultar más atractivas. Hombres que sufren impotencia porque no pueden
satisfacer a su pareja. En ocasiones hacen todo tipo de intentos desesperados
por ofrecer juegos eróticos con los que la pareja al final no se siente cómoda.
Esa inseguridad, en definitiva, es intensamente dolorosa y genera tristeza,
rabia, ira y hasta odio. Entender y perdonar a una persona adicta al sexo puede
convertirse en un acto casi heroico que no todos están preparados para asumir.
Decir que la
mayoría de las personas infieles son adictas al sexo sería como decir que lo
son las que se masturban o ven pornografía
mikel jaso
La importancia de reconocer este problema como un “desorden
de salud” es la posibilidad de que aquellos que han dejado de disfrutar el sexo
y han pasado a sufrirlo pidan ayuda. Reconocerlo como “dolencia” no exime a
quien lo padece de ser responsable de sus actos, como sucede con tantas otras
enfermedades —tanto mentales como somáticas— que implican la voluntad del
paciente en su desarrollo o tratamiento (un ejemplo: el que sufre de sobrepeso
o hipertensión). Y bajo ningún concepto podrá ser utilizado en medicina forense
como argumento atenuante —y mucho menos eximente— de conductas delictivas. No
existe causa física que impida a la persona ser responsable final de su
conducta.
Decir que la mayoría de las personas infieles son
adictas sería como decir que lo son los que se masturban o ven pornografía.
Quien busca el sexo con el único fin de obtener placer no es adicto. Que sea o
no vicioso no es objeto de estudio de la medicina.
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