Un jabalí cruza la avenida del Estatut de Catalunya, en Barcelona, el
pasado mes de noviembre. CRISTÓBAL CASTRO
El jabalí se acerca cada vez más al hombre y campa a sus anchas entre urbanizaciones y restos
de basura, donde encuentra alimento y jardines frescos. Las quejas por
este motivo y por los daños que provoca en la agricultura y la ganadería debido
a problemas sanitarios, van a más. A todo ello hay que sumar los accidentes de
tráfico que causa su presencia inesperada en la carretera. En España no existe
un censo nacional de jabalíes que permita conocer su densidad real, pero “se
calcula que superan el millón de ejemplares”, responde el Ministerio de
Agricultura, Pesca y Alimentación. No solo eso, sino que "su crecimiento
es ahora exponencial”, con una subida anual entre un 5%y un 15%, añade
Christian Gortázar, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Castilla-La
Mancha e investigador del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos
(IREC). De mantenerse la tendencia, la población se puede multiplicar por dos en
2025.
A falta de censo, los científicos utilizan los datos
sobre ejemplares cazados y accidentes de tráfico que causan. Las capturas se han triplicado entre 2001, con
117.305 ejemplares abatidos, y 2016, con 354.648. Y estuvieron involucrados en
10.352 choques con vehículos en 2017 (un 73% más que en 2012), según la
Dirección General de Tráfico (DGT).
Para Gortázar no hay duda de que el jabalí se ha
convertido en una “especie-plaga o especie problema, que son aquellas que
afectan negativamente a la salud de las personas o a su seguridad alimentaria”.
Entre las infecciones que comparte el jabalí con el ganado destacan la
tuberculosis y la peste porcina africana. “Actualmente”, explica Gortázar,
“ambas infecciones emergen en Europa gracias a su capacidad de mantenerse en
los jabalíes”. Con el hombre comparte “la triquinosis, la hepatitis E o la
fiebre hemorrágica Crimea-Congo”.
El científico
considera que la presión cinegética actual no basta para estabilizar las
poblaciones, aunque contribuye de forma significativa. “Solo cazando dos
tercios de la población se lograría frenar su aumento”, mantiene. Algo
complicado, teniendo en cuenta que el número de licencias de caza ha bajado de
1,4 millones en 1990 a unas 800.000 en 2016.
A largo plazo se tendría que actuar sobre el hábitat,
para reducirles el alimento y los lugares donde se cobijan, explica Gortázar.
Pero España evoluciona al contrario. La superficie forestal, territorio
favorable para la especie, ha subido un 33% desde 1990 por el abandono del
campo. España se ha convertido así en el segundo país, por detrás de Suecia,
con más terreno boscoso de la Unión Europea. “A lo que se une que la extensión
de los maizales, refugio del jabalí, que se han quintuplicado”, puntualiza.
Miguel Ángel Hernández, experto en especies de
Ecologistas en Acción, no está de acuerdo en considerar a la especie como una
plaga. “Primero hay que conocer la situación real porque hay más incertidumbres
que certezas”, observa. No cree que los datos sobre capturas en cotos de caza
tengan el suficiente rigor. “Los dan los cazadores en función de sus
intereses”, advierte.
En su opinión, el esfuerzo cinegético causa el efecto
contrario al buscado y redunda en la proliferación de jabalíes, porque se acaba
principalmente con adultos y machos, mientras que la población joven y la de
hembras fértiles se mantiene. “Además, se siguen soltando jabalíes de granja
para que los cazadores tengan más piezas. No sé si eso es luchar contra la
supuesta sobrepoblación”, critica. Hernández culpa del conflicto que se está
produciendo a la invasión del hábitat del jabalí, tanto por la expansión de los
cultivos como de los desarrollos urbanísticos. “Se obliga al jabalí a invadir
zonas humanizadas”, sostiene.
Una situación que se reproduce desde hace años en la
zona noroeste de la Comunidad de Madrid. Varios pueblos (Las Rozas,
Torrelodones o Majadahonda) se han unido para reclamar al Ejecutivo regional
que les ayude. Un portavoz de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del
Territorio explica que “en terreno urbano la competencia recae en los
Ayuntamientos”. Aunque para cazarlos o capturarlos deben pedir permiso a la
consejería. Hasta octubre, el Ejecutivo madrileño ha concedido 286 permisos.
Javier Gavela, veterinario del Ayuntamiento de Las Rozas, pueblo pionero en
comenzar a aplicar medidas en 2004, pide la aplicación de un conjunto de
medidas, “porque no es un tema local”.
En Cataluña la situación también es muy compleja. El
Departamento de Agricultura ha comprobado la existencia de una población que ha
nacido en condiciones urbanas o periurbanas, y que no se asusta de la presencia
de personas o coches. Estos se alimentan de residuos que encuentran en la
basura o que se les ofrece y descansan en rincones ajardinados o solares
abandonados. Los ejemplares capturados en zonas periurbanas, aunque jóvenes,
tienen un peso que les permite comportarse como adultos, y por tanto pueden
criar antes de tiempo. En cambio, los cazados en el bosque, suelen ser
ejemplares con un peso inferior. Mientras se encuentra la solución, los
municipios advierten de que no se dejen las basuras a su alcance o se cierren
las puertas de las vallas cinegéticas, que les impiden llegar hasta los lugares
habitados.
“Si la peste porcina africana (PPA) llegara a España
sería dramático, porque somos una potencia mundial”, aclara Jaume Bernis
responsable del sector porcino de COAG. La enfermedad se ha propagado a siete
países de la Unión Europea. “El último foco se produjo en Bélgica y los datos
apuntan a que la introducción se debe en un 90% a los jabalíes”, añade.
Advierte a los cazadores de que en caso de localizar un ejemplar muerto avisen
al Seprona, por si estuviera infectado. La Comisión Europea prohibió el
movimiento de jabalíes vivos entre países para prevenir la extensión de la
peste.
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