Un hombre contempla 'El nacimiento de Venus'. ALBERTO PIZZOLI Getty Images
Galería de
los Uffizi, el museo más
visitado de Italia. Sala Botticelli. Un turista italiano de 70 años sufre un paro cardíaco mientras contempla El
nacimiento de Venus y se desploma. A su derecha quedan las pinturas de La
Primavera y La Adoración de los magos; a su izquierda, La
Anunciación; a su espalda, el imponente Tríptico Portinari, del
pintor flamenco Hugo van der Goes. Ocurrió el pasado 15 de diciembre en
Florencia. Un grupo de médicos que también visitaba la exposición consiguió
reanimarlo con los desfibriladores de la pinacoteca.
Dadas las
circunstancias del suceso, muchos pensaron en un posible caso de síndrome de
Stendhal: una especie de empacho artístico o sobredosis de belleza. Un éxtasis
que experimenta quien se siente sobrepasado por las emociones y que puede
producir reacciones psicosomáticas como taquicardia, mareos o sofocos, aunque
algunos expertos lo consideran un mito romántico.
El director de la galería, Eike Schmidt, explica a EL
PAÍS que es consciente de que una visita a un museo así supone un esfuerzo que
puede causar estrés emocional, psicológico y también físico. “Yo nunca me
permitiría diagnosticar algo así en ningún caso concreto, no soy médico, pero
se puede suponer que se trate de un Stendhal”, dice y añade: “Hay que destacar
el efecto del arte, que como la música tiene una gran fuerza psicológica en los
seres humanos”.
“Hay que
destacar el efecto del arte, que como la música tiene una gran fuerza
psicológica en los seres humanos” (Eike Schmidt, director de la galería)
Florencia es la cuna del supuesto síndrome. Allí lo
sintió el escritor francés Stendhal en 1817, cuando entró en la basílica de la Santa Cruz y se sintió abrumado
por tanto esplendor. “Había alcanzado ese nivel de emoción en el que las
emociones celestiales de las artes y los sentimientos apasionados se
encuentran. Me dio un vuelco el corazón, caminaba temiendo caer”, escribió.
Desde entonces, esas sensaciones, entre la patología y la sugestión, llevan su
nombre y se han hecho un hueco en el imaginario popular.
Más allá del factor romántico de tan discutido
síndrome, la doctora Jessica De Santis, que atendió al turista en la sala,
aporta un punto de vista aséptico. “Es un síndrome psicosomático que induce taquicardia
o mareos frente a obras importantes como las de Botticelli, pero no me atrevo a
dar un diagnostico porque el paciente tenía problemas coronarios importantes”,
explica a este periódico. Era la primera vez que De Santis, que trabaja en el
hospital de Catania, visitaba los Uffizi. La sala Botticelli fue para ella “una
experiencia mística, fantástica”.
Este caso es el más grave que han visto en el museo,
pero no el único. El director relata que hace un par de años un joven sufrió un
ataque epiléptico frente a la pintura de La primavera, de Botticelli.
“Nuestros asistentes de sala tienen formación en primeros auxilios y uno de
ellos lo atendió”, explica. Y agrega que están prácticamente familiarizados con
los desmayos de los visitantes. “Sucede frente a las obras de arte más grandes,
más famosas”, puntualiza. El ejemplo más reciente se dio hace unos meses,
durante la inauguración de la nueva sala dedicada a Caravaggio.
Allí se desvaneció un hombre frente a La cabeza de
Medusa, una de las obras más inquietantes del genio del barroco. “Cuando se
trata de simples desmayos es más fácil teorizar que se pueda tratar de un
síndrome de Stendhal”, señala.
Para él, el arte es una medicina. “Tiene una función
terapéutica, curativa”, remarca. El museo exprime ese poder reconstituyente con
actividades especiales. Los lunes, día de cierre al público, organiza visitas
para personas con enfermedades psicoemocionales o trastornos cognitivos. “Ahí
vemos el gran efecto positivo para la salud”, apunta. Hay estudios que lo prueban.
Como el que se llevó a cabo en 2016 en el santuario barroco de Vicoforte, al
norte de Italia. Allí, un equipo de científicos tomó muestras de saliva a más
de cien visitantes antes de que entraran en el monumento. El profesor Enzo
Grossi explicó a La Repubblica que a la salida comprobaron que los
niveles de cortisol, la llamada hormona del estrés, se habían reducido en un
60% en la mayoría de los casos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario