ALE APAI
María supo que Ramón estaba con otra el día que entró
en casa y le plantó un morreo. La besó como en las películas, mordisqueándole
el labio inferior. Lo sospechaba desde hacía tiempo, pero aquella escena fue la
prueba definitiva. No le había dado un morreo en años, ¿a qué venía ahora esa
pasión? Casi 20 años más tarde, todos los amigos de Miguel fueron conscientes
de que había cedido a las insinuaciones de su ex cuando empezó a colgar
frenéticamente en Instagram fotos de su novia con mensajes empalagosos.
Hay veces que el disimulo se nos va de las manos y en
lugar de pasar desapercibidos nos quedamos prácticamente desnudos. Y cuando se
conduce hacia la infidelidad, es habitual pasarse de frenada.
"Hay síntomas que nos ponen en alerta de que
pueden estar engañándonos", asegura Ana Márquez, presidenta de la Fundación Sexpol, especializada en terapia sexual y de pareja, y directora de sus másteres.
"De repente te compro un regalo, o para que no notes que tengo sexo fuera
de casa intensifico nuestra vida sexual...", explica.
Porque si el principal perjudicado en una infidelidad
es el que la sufre, el infiel también tiene su penitencia: "Ansiedad,
depresión... Es un estado de alerta continuo". Nada más fácil para evitar
sospechas que convertirse en la pareja perfecta de cara a la galería. Aunque
todo sea fachada.
La literatura del zoólogo y psicólogo estadounidense David P. Barash sobre la infidelidad es amplia y siempre polémica. De él son frases tan
representativas como: "Los niños tienen la infancia, los adultos el
adulterio". Para Barash, lo natural es la poligamia, y la monogamia un
mito del hombre que responde a intereses que poco tienen que ver con nuestra
idiosincrasia como seres humanos. En sus investigaciones ha encontrado incluso
una predisposición genética a la infidelidad: "Las personas con más de
siete repeticiones del gen receptor de dopamina DRD4 son más propensas a tener
relaciones extramatrimoniales", afirma, "aunque también se
inclinarían más al paracaidismo o a cualquier sensación nueva y
emocionante".
Besos en público, regalos, esa sonrisa... Desengáñese, esos amigos suyos
que tanto se quieren tampoco escapan a los cuernos
"La monogamia es, efectivamente, una represión de
los instintos, como decía Freud", afirma el biólogo, en conversación con
ZEN, "pero Freud también decía que eso es exactamente lo necesario para
que la civilización exista". Históricamente, el matrimonio no se basaba en
el amor, sino en las ventajas prácticas de que el hombre supiera con total
certeza que era el padre del hijo que le iba a suceder. "En inglés:
Mommy's babies, Daddy's maybes", bromea.
Para él, quizá es posible amar a más de una persona a
la vez, "pero no es fácil". Biológicamente, el amor es un mecanismo
que incrementa la posibilidad de una unión continua con el objetivo de criar a
la descendencia, sobre todo en las especies, como la humana, en que las crías
son dependientes de sus padres durante mucho tiempo.
Al analizar las motivaciones de una infidelidad
solemos mirar hacia la salud de la pareja, pero para Márquez la respuesta suele
estar en la cabeza del propio infiel: "Problemas en el trabajo, el
nacimiento de un hijo, la muerte de un ser querido... Hay factores externos que
pueden impulsarnos a buscar atención fuera de casa". La palabra clave es
la autoestima: el adúltero puede querer mucho a su cónyuge, pero quererse muy
poco a sí mismo.
Un caso especialmente sangrante es el que la psicóloga
clínica de la Universidad de Denver Kayla Knopp ha bautizado como "infieles en serie". El año pasado publicó un estudio para el que analizó, durante cinco años, el
comportamiento amoroso de 484 individuos que pasaron por al menos dos
relaciones diferentes, y sus conclusiones son reveladoras: el 44% reconoció
haber sido infiel, y casi la mitad de ellos repitió traición en varias parejas.
Con 30 años de experiencia en terapia familiar, a los
infieles en serie los reconoce Márquez en cuanto abren la boca, y suelen ser
hombres, aunque las mujeres van ganando peso: "Se nota en su forma de
hablar, en su uso de un lenguaje que menosprecia al otro. Se vanaglorian y en
el fondo lo que necesitan es cubrir ciertas carencias propias. No tienen
sentimiento de culpa".
La palabra clave a la hora de encontrar un motivo es la autoestima: el
adúltero puede querer mucho a su cónyuge, pero quererse muy poco a sí mismo
El último gran estudio español que trató el tema de la
infidelidad lo publicó el CIS hace 10 años. Entonces, el
28% de los hombres y el 8% de las mujeres reconocían haber sido infieles, y el
29% de los hombres y el 14% de las mujeres no veían en un escarceo el fin de la
pareja. Todo ello teniendo en cuenta un sesgo de ocultación especialmente
notorio en estas lides. Una encuesta más reciente elaborada por la firma de
preservativos Durex y las principales webs de contactos para personas casadas
ubicó a España como el país más infiel de Europa y octavo en el mundo, con una
incidencia del 39%. El primero de la lista, para los curiosos, era Tailandia.
El Institute for Family Studies de EEUU
determinó en una investigación que, en general, lo sexual
motiva el adulterio masculino y lo emocional el femenino. "A nivel
biológico, él busca maximizar su descendencia; ella busca otras cosas: desde el
acceso a mejores recursos a vengar la ira o el aburrimiento, pero también -y a
mí me parece especialmente importante- una atracción inconsciente hacia
relaciones esporádicas con perspectiva de mejores genes", explica Barash.
De ahí también que la reacción al conocer una
infidelidad sea diferente, según los sexos. El catedrático de Psicología Social
de la Universidad de Málaga Jesús María Canto recurre, al teléfono, a la
cultura popular para ejemplificar las conclusiones de sus estudios sobre "celos y emociones": "En la
película Closer, cuando Clive Owen descubre que Julia Roberts se ha
acostado con Jude Law, lo primero que le pregunta es: '¿Te gustó?'. Por el
contrario, cuando Natalie Portman descubre la traición, su reacción es
puramente emocional y le pregunta si está enamorado de ella".
'Self service' para infieles en las redes sociales
Entre el 18 y el 25% de los usuarios de Tinder tiene
pareja. Algunos lo dicen, otros lo ocultan. En apenas dos horas de swiping,
esta redactora encontró cuatro perfiles de casados buscando algo. "No me
planteo relaciones formales... sí, estoy casado", termina su descripción
Javi, madrileño de 43 años y "directivo de una gran empresa" formado
en Icade. Por supuesto, la imagen muestra mucho torso y poca cara. Los que
esconden su estado civil, además, son los que más ligan en la aplicación, a
tenor de un estudio de la Universidad de Róterdam que también revela que estos usuarios tramposos tienen como principal
motivación el refuerzo de su ego, y presentan rasgos de personalidad
psicopáticos y maquiavélicos.
La mayoría de las infidelidades que llegan al diván de
Ana Márquez nacieron en Internet. En 30 años de terapia, ha visto cómo las
nuevas formas de comunicación han transformado las relaciones, las oficiales y
las ocultas: "Entras un poco por aburrimiento, pensando que en realidad,
lo que haces no es ser infiel. Hablas con alguien, hablas más y, sin darte
cuenta, estás enganchado. Algunos se quedan ahí y otros acaban quedando, pero
el funcionamiento es el mismo y no requiere de grandes habilidades sociales: en
ciertas aplicaciones todos los usuarios están predispuestos".
La mayor accesibilidad de los cuernos es un negocio
millonario, y por eso han nacido plataformas como Gleeden, que es a Ashley Madison lo que Adopta Un Tío es a Tinder: aquí, ellas
mandan... y ellos pagan. Mientras otros sitios venden sexo puro y duro, en
Gleeden prima el cortejo. "Cuando alguien distinto te dice: 'Qué ojos tan
bonitos', te vuelve a correr la sangre por las venas. Me gusta sentirme
deseada", resume Ana, usuaria de Gleeden.
Es sólo sexo y morbo, y punto. Y yo me voy mejor a casa
Natalia, 32 años. Usuaria de la página de contactos
extramatrimoniales Gleeden
Ella tiene 53 años y lleva "muuuchos años
casada", pero Natalia, con 32, ya ha sentido la llamada de la infidelidad:
"Es sexo y morbo, punto. Y yo me voy mejor a casa", reconoce,
"no porque lo que me espere allí sea malo, ojo. Aunque todos los días de
tu vida comas solomillo, a veces te apetece una ensalada". Metáforas
gastronónimas aparte, lo que Natalia ha encontrado en esta plataforma ha sido,
básicamente, de todo: "Desde un policía uniformado que te deja esposarle a
un bombero sin manguera, un chico de mantenimiento que luego casualmente
trabaja en el mismo edificio que yo, ejecutivos a lo 50 sombras de Grey...
", cuenta, "algunos se acaban convirtiendo en confidentes a los que
nunca llegas a conocer pero que sirven para desahogarse y otros acaba dejando a
su mujer porque ve que está perdiendo su vida".
Cuando Silvia Rubies empezó a trabajar en Gleeden no
lo tenía muy claro: "¿A quién no le han puesto los cuernos?". Pero
una vez entró en ese "mundo", su punto de vista cambió, aunque no se
vea jugando desde dentro: "Conociendo a las usuarias, éste es el mejor lifting
que te puedes hacer". En esta plataforma de citas extramatrimoniales
conviven 600.000 españoles, el 60% de los cuales son hombres: "Cuesta más
llegar a ellas porque todavía es un tema tabú, pero está claro que esto es como
las funerarias: un negocio que siempre va a tener clientes".
En cualquier caso, y si bien la comunidad científica y
reconoce que la infidelidad ha estado y estará siempre ahí, subraya igualmente
que no es inevitable. Dice Barash, muy gráfico: "Que algo no sea natural
no implica que no sea posible. También hemos aprendido a ir al baño,
¿no?".
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