Las imitaciones proceden de Hispanoamérica y son comercializadas por las
mafias del narcotráfico que emplean sofisticadas técnicas para engañar a los
expertos
Escultura precolombina falsa subastada en París en 2011 por 2,9 millones de
euros. EFE
La elegante mujer entró nerviosa en el Museo de
América, en Madrid, para reunirse con los expertos. Portaba una bolsa en cuyo interior
guardaba una supuesta máscara de piedra
prehispánica. Quería contrastar que no se trababa de una
falsificación. Los especialistas examinaron aquel objeto con máximo cuidado.
Pasó todas las pruebas técnicas de laboratorio y contraste a la perfección,
incluida la llamada de “doble taladro” y que solo los más avezados conocen.
Quizás todo era demasiado perfecto. Algo no cuadraba. Reclamaron a la mujer que
les mostrase el certificado de autenticidad. Perfecto. Demasiado otra vez.
Hasta que uno de los técnicos hizo una última comprobación. Una etiqueta
antigua, adherida en el dorso de la pieza, señalaba el sitio y fecha en que había
sido extraída, pero al escribirla los falsificadores habían cometido un error:
estaba fechada varios años antes que se descubriese el yacimiento. La mujer
comenzó a llorar amargamente. Había pagado 50.000 euros por una falsificación
inmejorable. Su caso es similar al de otros tantos estafados. Los expertos
españoles del Museo de América, de la Policía y de EE. UU. consideran que más
del 90% del arte precolombino que se vende en el mercado nacional e
internacional es fraudulento.
Vaso sonajero. Nicoya. Guanacaste. C.R.
A casi cien kilómetros del Museo de América se levanta
el museo más vigilado de España. Se encuentra en el interior de Academia de Policía Nacional,
en Ávila. Allí, cientos de objetos precolombinos –además de pinturas y obras de
arte contemporáneas en distintos formatos- se acumulan en diversas estanterías
y proceden de incautaciones judiciales. Todo es falso. O no. Nadie lo sabe con
total seguridad. “Para nosotros, todas las piezas que se exponen en Ávila no
son auténticas”, manifiestan fuentes especializadas de la Policía. “Aunque
nunca se sabe. Es muy difícil certificarlo al cien por cien”, admiten.
Los expertos del Museo de América sostienen que un
alto porcentaje del arte prehispánico que se vende procede de falsificaciones.
“Si se compra en Internet este tipo de piezas, las posibilidades de que no sean
auténticas se elevan por encima del 99%”, señalan. “Existe una red de
falsificadores, que suele estar en manos de
los carteles de la droga, que inunda el mundo. Saben que con una mínima
inversión se pueden alcanzar precios increíbles, aunque manifiestamente sean
falsas a ojos de un especialista”. La Federación Española de Anticuarios, por
su parte, rehúsa hacer declaraciones y remite a los expertos del museo
nacional.
Los especialistas ponen como ejemplo de estos engaños
unas pequeñas piezas de oro -muy de moda actualmente entre los compradores-
fabricadas con una aleación llamada tumbaga, una mezcla de oro y cobre.
Proceden de Colombia en su mayor parte y muestran escenas que incluso no se
reproducían en la etapa prehispánica, como mujeres tumbadas pariendo. Se pagan
por ellas entre 150 y 5.000 euros, a pesar de que su valor es solo el metal con
el que fueron hechas.
De todas formas, las mafias que manejan el mundo de
las falsificaciones también “roban piezas originales de museos y edificios
religiosos de América Latina”, tal y como denuncia el Consejo Internacional de
Museos (ICOM). Este organismo de defensa del patrimonio ha elaborado una Lista
roja de bienes culturales latinoamericanos en peligro donde explica que
“los objetos se sustraen inescrupulosamente de su contexto histórico para
satisfacer la creciente demanda internacional de antigüedades”. El ICOM ha
establecido 25 categorías de piezas “que son sistemáticamente saqueadas” por
“una demanda considerable en el mercado ilegal”. Entre las joyas precolombinas
robadas, detalla los siguientes grupos: vasijas polícromas mayas, urnas
amazónicas, vasijas moche, figuras nayarit, figuras Jama-Coaque, máscaras
teotihuacanas (como la que la mujer llevó al Museo de América) o figurillas
olmecas.
Pieza colombiana falsificada en el siglo XIX. Museo de América
En 2012, la Policía Judicial recibió una curiosa
llamada de la comisaría de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Una vecina denunció que
su esposo, un coleccionista de arte precolombino, había fallecido y en una
habitación de la vivienda descubrió cientos de huacos (vasijas prehispánicas
con formas antropomórficas) que había acumulado durante años. Los agentes y los
expertos del Museo de América examinaron 22 cajas repletas con las figuras.
Solo 12 ejemplares eran auténticos.
Los especialistas reconocen la dificultad que existe
para determinar si un objeto prehispánico es o no una falsificación. Utilizan
fundamentalmente la documentación que debe acompañar a cada una de estas
piezas, pero admiten que esta también se viene falsificando desde el siglo XIX.
Las pruebas de termoluminiscencia no resultan fiables dado que los
falsificadores combinan trozos verdaderos con otros falsos en sus recreaciones.
La técnica, a grandes rasgos, sería la siguiente en el
caso de un cuenco: se toman pequeños trozos de restos arqueológicos de la época
elegida y se mezclan con tierras arcillosas de un yacimiento para dar forma a
la vasija que se desea imitar. Luego, se recubre con una finísima capa de
material cerámico para dotarla del aspecto exacto que se desea. Cuando la
pequeña broca del laboratorio se introduce en el objeto para extraer la
muestra, se topa con la cerámica introducida en el interior. La datación
concuerda con lo que la documentación, también falsificada. “Es lo que
técnicamente se conoce como falso maridaje o pastiche, por lo que estas
comprobaciones tampoco nos resultan válidas”, indican desde el Museo de
América.
En el municipio de San Isidro (Ecuador) se llevan a
cabo muchas de las adulteraciones relativas a figuras prehispánicas. Los
estafadores usan otra técnica. Reciben pedazos de estatuillas originales
destrozadas o dañadas y montan con ellos otras unas nuevas. “Hemos estado en
estos talleres e impresiona. Tienen piernas, brazos, cuerpos y cabezas en
cajitas para montar las figuras”, reconocen fuentes de la investigación. “Arman
las figurillas como si fueran el profesor Frankenstein. Algunas piezas empleadas
en el ensamblaje son auténticas, otras burdas falsificaciones. Al final, es
sumamente complicado discernir lo cierto de lo falso, porque son auténticas
obras de arte del montaje”.
Entre los compradores de arte prehispánico se valoran
mucho las piezas procedentes de San Isidro. “Creen que allí todas son
auténticas y, precisamente, es donde más las imitan”, sostienen desde el Museo
de América, en cuyos almacenes se guardan 25.000 piezas reales, de las que solo
se exponen el 10%. “¿Todas son auténticas?”. “Sí. Bueno, alguna nos habrán
colado”, bromean.
El interés por el arte precolombino comenzó en la
segunda mitad del siglo XIX, lo que propició la creación de los primeros
talleres de falsificación. Fue en Antioquía (Colombia) donde surgió el
escándalo más sonado, según recoge la web Banrepcultural, la red cultural de Banco de la República de Colombia.
Un empresario llamado Leocadio Arango (1831-1918)
comenzó a formar su colección de cerámica y oro. Tantas piezas acumuló que
terminó creando el Museo don Leocadio. Contaba con 256 piezas de oro y 2.600 de
cerámica de culturas indígenas, 160 objetos de piedra, 290 naves embalsamadas…
Viajeros de toda Europa visitaban la exposición y
salían asombrados tras contemplarla, pero se descubrió que la mayor parte de
las colecciones habían sido falsificadas por un amigo de Arando, Julián Alzate,
que se dio cuenta de la gran ignorancia de los expertos. “Organizó”, dice
Banrepcultural, “una industria familiar muy lucrativa que perduró dos
generaciones”.
OBRA FALSA de Julian Alzate
A cada pieza se le asignaba un lugar de excavación
ficticio y se la untaba de barro fresco”. En la trampa cayeron muchos museos,
coleccionistas y expertos de fama internacional. Todos comparaban las piezas
por la seguridad que les daba que procedían del Museo de Don Leocadio.
El engaño no fue descubierto hasta 1912 en el Primer
Congreso Internacional de Etnología y Etnografía, pero, finalmente, se seguían
adquiriendo las piezas aun sabiendo que eran falsas.. “La obra de los Alzate
empezó a ser considerada como arte muy apreciado”. Numerosas piezas se guardan
hoy en día en la Universidad de Antioquía y en el Museo del Oro del Banco de la
República.
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