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Se llama Aliaa Magda y se
desnudó por primera vez en 2011 para protestar contra la violencia en Egipto.
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Fue perseguida por las
autoridades y tuvo que huir.
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La encontramos en
Copenhague...
Han pasado siete años de aquella imagen que marcó el
principio del resto de su vida. A finales de 2011 Aliaa Magda Elmahdy tenía 20
primaveras recién cumplidas. Un aniversario que fue a entrelazarse al despertar
de un país que se había liberado meses antes de un dictador octogenario y
terco, Hosni Mubarak. El suyo fue el primer destape de una transición que acabó
en baño de sangre, traicionada por islamistas y militares. Su autorretrato en
blanco y negro -mostrándolo todo, apenas provista del encaje negro de unas
medias y el color rojo de los zapatos y un lazo- fue una revolución en mitad de
una accidentada mudanza política.
«Ha sido una respuesta a la sociedad. Si hubiera
nacido en cualquier otro país habría hecho exactamente lo mismo. Rechazo la
idea conservadora que mira a la mujer como un simple objeto sexual», relató
entonces a Crónica en una de las contadísimas entrevistas que concedió.
Aliaa, en realidad, había comenzado a soltar amarras meses atrás. En junio huyó
de la casa familiar, a la que no regresó jamás. La instantánea circuló por
medios de comunicación de todo el mundo y, como era de prever, causó escándalo
en su tierra natal, escenario durante décadas de una silenciosa revolución
conservadora.
Recluida durante días en la vivienda del que entonces
era su novio, un ateo que estuvo encarcelado en tiempos de Mubarak, Aliaa
terminó escapando de Egipto y halló cobijo al calor de las acciones de Femen,
donde amplió su fama y encontró apoyo a su ideario. Luego su pista se
desvaneció. Crónica la encuentra en Copenhague, donde lleva una vida discreta
fuera de las cámaras. «Vive en un lugar secreto», reconoce Jenny Wenhammar, una
feminista que durante algunos años fue su compañera de fatigas. «Poco después
del ataque del autodenominado Estado Islámico contra el semanario francés
Charlie Hebdo, la policía sueca encontró una lista en la que Aliaa era el
objetivo prioritario y tuvo que mudarse», arguye la joven.
Desde su salida de la tierra de los faraones, Aliaa ha
ido mutando. Ha cambiado de vidas, hogares, números de teléfono y correos. La
joven ha declinado hablar con este suplemento. Lo único que ha permanecido
entre tanta mudanza ha sido la tarta con la que cada año celebra aquella
liberación veraniega, el instante en el que rompió con su familia. «En estos
momentos está en un proceso de volver a cortar con todo. Ese momento en el que
pones los límites de para qué y quién quieres tener en tu vida porque necesitas
cambiar el paso», comenta Jenny. «Aliaa es una persona muy firme en sus
opiniones, sus límites y su integridad porque la vida le ha enseñado a
protegerse de los demás. Simplemente va hasta el final en lo que cree».
La joven se manifiesta en Suecia, donde pidió asilo político después de ser
perseguida en su país. CRÓNICA
Jenny es la única de su círculo de amigos que acepta
hablar de la protagonista del desnudo que sacudió Egipto. El resto de
allegados, contactado por este suplemento, responde con evasivas. «Es una las
personas más inteligentes y analíticas que conozco», desliza la activista.
Ambas se conocen bien, como compañeras de lucha que han pasado mucho tiempo
juntas. Compartieron acciones de Femen como las que el grupo -que aún acusa el
golpe que supuso el suicido de su cofundadora Oksana Shachko el pasado julio-
celebró en la mezquita de Estocolmo en 2013. «Hicimos otras dos acciones ese
verano.
Participamos también en la marcha del orgullo de
Estocolmo y en una protesta para denunciar la situación de los homosexuales en
Irán y defender a los refugiados del colectivo LGBT que llegan a Suecia», evoca
Jenny. Sobre su cuerpo, Aliaa escribió entonces: «Los gays son encarcelados y
ejecutados en los países musulmanes». En otras protestas, la veinteañera
aparece sosteniendo carteles en los que denuncia que «el hiyab (pañuelo
islámico) es sexismo» o con los senos al descubierto, garabateados con «No es
awrah» (el término usado en el islam para identificar aquellas partes del
cuerpo humano que tanto en el hombre como en la mujer no deben ser expuestas jamás
en público).
Juntas también treparon por las verjas de la embajada
rusa en Suecia y asaltaron la legación diplomática para protestar con el torso
desnudo por una ley recién aprobada que hostigaba aún más a su maltratada
comunidad homosexual. En las imágenes que levantan acta de aquella protesta,
Aliaa aparece desnuda con una guirnalda arco iris prendida al cuello
resistiéndose y gritando a dos policías que tratan de arrastrarla fuera del
recinto diplomático.
Una frenética actividad contestataria por la que
enfilaron el camino hacia los tribunales en al menos dos ocasiones. Les
impusieron una multa de 1.500 coronas suecas (unos 145 euros) por «conducta
inapropiada» en la mezquita y 3.000 por acceder a territorio ruso sin permiso.
«Nuestros seguidores nos ayudaron a pagar las condenas», confirma la compinche
de Aliaa. Iniciativa de las dos es el montaje que acompaña estas líneas.
Una serie de posados en los que la egipcia aparece
desnuda -en algunas de ellas, en una posición similar a la que se tomó hace siete
años en su habitación antes de emprender la huida- y Jenny sepultada bajo las
telas de un niqab, la prenda negra que cubre todo el cuerpo excepto los ojos.
El retrato se titula The IS (las siglas del Estado Islámico en inglés) is Shit
[El IS es una mierda (sic)]. «Fue una vez que Aliaa se quedó en casa y
aprovechamos para hacernos estas fotos», rememora la activista. En la
instantánea, ambas pisan la bandera negra que los yihadistas hicieron ondear
desde 2014 en los confines del extinto califato declarado a caballo de Siria e
Irak.
FUERA DE FEMEN
El retrato es uno de los últimos testimonios de su
lucha. A partir de entonces, Aliaa se fue desvinculando de Femen, la
organización fundada hace una década en Ucrania y con sede en París que ha
ocupado titulares por doquier en todo el planeta a base de sus protestas en
toples contra los más variopintos objetivos. «Es una persona muy independiente
y se fue desligando», asevera Jenny, que no ha olvidado las conversaciones que
tuvo con ella acerca de aquellos días de 2011 que cambiaron su existencia y
marcaron su carácter. «Me contó lo mal que la trataron en Egipto por hacer lo
que hizo». Aliaa -que rompió hace algunos meses con «un novio sexista y
acosador» y se distanció de quienes habían formado parte de su entorno más
directo- se halla ahora en tránsito hacia otra vida. En busca de respuestas.
Con sus flamantes 27 años, la chica del destape egipcio, la que puso patas
arriba su existencia y zarandeó los límites en un país pacato, es un símbolo
-sostiene Jenny- para «las muchachas árabe que luchan por sobrevivir al
patriarcado, para las feministas independientes y las guerreras de los derechos
de la comunidad homosexual».
FRANCISCO CARRIÓN . El Cairo
https://www.elmundo.es/cronica/2019/01/11/5c364b5c21efa0ec068b46bf.html
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