Los Ikemeso dansi sólo pueden secar las lágrimas de sus clientas.
IKEMESO
El ser humano es la única especie animal que llora por
cuestiones emocionales. Un acto que se repite en todas las culturas y que
habitualmente realizamos en la intimidad. Así lo confirma un estudio llevado a
cabo por el psicólogo experto en llanto humano Ad Vingerhoets, en el que se
constata que entre el 70 y el 75% de las ocasiones lloramos en casa.
Un porcentaje que aumenta considerablemente en Japón,
donde según la mitología nipona exteriorizar el sufrimiento implica cargar de
energía negativa a quienes nos quieren o, simplemente, a cuantos nos rodean.
Una losa con la que los japoneses llevan cargando desde tiempos inmemoriales y
que, según apuntan distintos especialistas, no sólo viene afectando a su salud
emocional sino también al desarrollo social y laboral de uno de los países más
introvertidos del mundo. Conocedores del lastre que esto supone para sus
negocios, cada vez son más los empresarios del país del sol naciente que están
apostando por integrar 'sesiones de lloros' entre sus empleados, convencidos de
que llorar en grupo resulta tremendamente beneficioso a la hora de estrechar
lazos entre sus trabajadores, reducir los niveles de estrés de su plantilla o
mejorar su productividad.
Para conseguir que sus empleados pasen en cuestión de
minutos de la máxima concentración laboral al sollozo profundo, los mandamases
japoneses recurren a la ayuda de compañías expertas como Ikemeso Office, una empresa especializada en la terapia del rui-katsu o
"búsqueda de lágrimas" cuyo objetivo es ayudar a liberar los
sentimientos y a conseguir el equilibrio interior a través de la actividad
lacrimal.
Una tarea, la de hacer lagrimar, que recae en las
manos de los Ikemeso dansi. Se trata de unos apuestos jóvenes que, a lo
largo de los 40 minutos que duran las sesiones de rui-katsu -en las que
no dejan de reproducirse vídeos y músicas emotivas- van retirando las lágrimas
de las mejillas de sus clientes siguiendo la técnica cheek-pong, es
decir, deslizando con suma delicadeza un suave pañuelo.
La afición de las japonesas a los ikemeso dansi
Lejos de reducirse al ámbito empresarial, Hiroki
Terai, creador de Ikemeso Office, asegura que gran parte de su clientela son
mujeres particulares que alquilan durante un rato a estos 'quitalágrimas'
profesionales para desahogarse y liberar su llanto en la privacidad de sus
domicilios junto a alguien que las consuele.
A menudo, muchas de las niponas que echan mano de este
servicio -cuyo coste es de 58 euros por sesión- lo hacen buscando el hombro de
ese hombre que no tienen en el que desearían desfogarse. Esa es la razón por la
que la empresa de Terai ofrece Ikemesos con perfiles tan distintos como un
dentista, un espadachín o un artista.
Elijan el que elijan, ellos sólo pueden hacerlas
llorar, secarles las lágrimas y, bajo petición previa, acariciarles dulcemente
las mejillas o colocar sus brazos por la espalda mientras recuperan la calma.
Ninguna otra petición que vaya más allá de estas muestras de compasión será
atendida, tal y como recuerdan a las clientas antes de enviar a los Ikemesos a
sus domicilios.
Sea como fuere, y como cabía esperar tras comprobar el
éxito de las empresas que se dedican a alquilar mascotas, amigos, novios o
abuelos consejeros, el negocio de los Ikemeso dansi marcha viento en popa.
Quién sabe si dentro de un tiempo acaban quitando lágrimas en España.
DIEGO BERMEJO
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