En Halloween hay quienes
optan por disfraces originales y quienes tiran
de clásicos. Para estos últimos, el disfraz de bruja es uno de los más
populares. Tenemos una imagen muy consolidada en torno a estas hechiceras: nos
imaginamos una mujer malvada, probablemente fea, que vuela con su escoba y
realiza pócimas de ingredientes extravagantes en un viejo y oxidado caldero,
pero… ¿Esto ha sido siempre así? ¿Cómo surgió la imagen estereotipada de las
brujas que ha llegado a nuestros días? La historia del arte nos puede ayudar a
rastrearlo.
Basta con volver la vista atrás, a la antigüedad
clásica, para comprobar que efectivamente la definición de bruja venía
acompañada de connotaciones radicalmente distintas: las brujas no eran más que
hechiceras, jóvenes que usaban su magia para hacer el bien. Las sibilas son un
claro ejemplo de ello, mujeres con poderes adivinatorios, capaces de predecir
el futuro. Y por ello siempre se han representado rollo en mano, junto a otros
elementos propios de su adivinación, tal y como se pueden ver en la bóveda de
la Capilla
Sixtina del Vaticano.
La 'Sibila Délfica' (1509) es un fresco hecho por el pintor Miguel Ángel en
la Capilla Sixtina.
La Edad Media trajo consigo el triunfo definitivo de
la religión cristiana, que rechaza toda práctica mágica que no dependa
directamente de su dios. Y ya que no existe el bien sin el mal, a raíz de esta
idea surgiría la contraria: el culto a lo satánico, que se convertiría en una
auténtica herejía de la que acusar a todo aquel que no cumpliera las normas. La
cosa era más grave en el caso de las mujeres, teniendo en cuenta que la Iglesia
las consideró seres débiles y proclives al pecado. Todo culminaría en los
siglos XVI y XVII, época central de las grandes cazas de brujas, y es
precisamente aquí donde podemos situar el origen del concepto de bruja tal como
lo conocemos hoy.
Los artistas más brujescos
Ya sea como las sabias hechiceras de época clásica o
como las horribles compañeras de Satán, la representación de las brujas atrajo
a numerosos artistas. Aquelarres, hechizos, vuelos sobre escoba y muerte en la
hoguera se convirtieron en temas recurrentes desde los primeros años de las
persecuciones, siendo varios los virtuosos que contribuyeron a construir la
imagen de la bruja que hoy protagoniza nuestros disfraces de
Halloween.
Tal vez Alberto
Durero (1471-1528) fue uno de los mayores responsables de la
conformación de la iconografía actual de la bruja. Famoso por sus dibujos y
grabados, algunos fueron protagonizados por estas hechiceras de dos formas
posibles: bien como jóvenes que usan sus poderes de seducción para llevar a los
hombres a la ruina, o bien como las feas y temibles brujas que se reúnen con el
demonio y conjuran a todo aquel que cruza en su camino.
Grabado de Alberto Durero 'La bruja montando una cabra' (1500).
La imagen de la bruja como un ser maligno y de una
marcada fealdad se vio reforzada especialmente por los autores flamencos.
Artistas como Brueghel el Viejo (1525-1569) o Frans Francken el Joven
(1581-1642), sintieron un enorme interés por la representación de estas mujeres,
convirtiéndolas en protagonistas de sus obras y representándolas junto a
algunos de sus elementos más distintivos.
Francisco de
Goya (1746-1828) representó a las brujas en distintas
etapas de su producción, tanto en sus grabados de Los Caprichos, como en
los aquelarres que protagonizan algunas de sus Pinturas Negras. El
pintor aragonés emplea la imagen de estas hechiceras para llevar a cabo una
dura crítica social, aunque algunas de ellas parecen ser un fiel reflejo de los
tormentos que le persiguieron en los últimos momentos de su vida.
Francisco de Goya utilizaba a las brujas para llevar a cabo una dura
crítica social. En la imagen, 'El Aquelarre' (1787).
Henry Fuseli
(1741-1825), pintor de los sueños (aunque más correcto sería llamarlo de las
pesadillas), también se atrevió a inmortalizar a las brujas en varias
ocasiones. Ya sea basándose en obras literarias o en pasaje reales, las brujas
de sus obras suelen aparecer acompañadas de otros seres demoníacos, con
intenciones poco beneficiosas para sus protagonistas, pero evitando ser muy
explícito, dejando que sea el espectador quien complete la escena en su
imaginación.
Pero no todos temieron a las brujas. En el siglo XIX,
el grupo Prerrafaelita recuperó la representación de estas hechiceras y lo hizo
bajo un halo sensual, más cercano al anhelo que al terror. John William
Waterhouse (1849-1917) se decidió a representar los antiguos mitos clásicos,
brujas sabias y bellas que le sirven de modelo para personificar la “femme fatale”, la mujer que con sus encantos te lleva a la ruina. Los simbolistas
también siguieron este nuevo modelo, destacando las escenas de William Blake
(1757-1827), obras que parecen sacadas de los cuentos de fantasía.
Volar en escoba
La escoba, además de ser un símbolo
político, ha aparecido asociada a la mujer con connotaciones
más o menos machistas. Y con las brujas, por supuesto, que han sido
representadas junto a este elemento desde fechas tempranas. Algunos consideran
la ilustración de Le Champion des Dames como la primera representación
de una bruja volando sobre su escoba y la irremediable pregunta que nos asalta
es cómo surgió esta idea.
'Le Champion des Dames' es considerado como la primera representación de
una bruja volando sobre su escoba.
No olvidemos que las brujas eran en realidad mujeres
que estudiaban las propiedades de las plantas, experimentando con sus
propiedades curativas y alucinógenas a pesar de que estas prácticas estuvieran
prohibidas. En ocasiones para mitigar sus propios dolores, empleaban pequeñas
dosis de plantas venenosas que les producían alucinaciones y tenían la
sensación de volar. Sin embargo, la ingesta de estas pócimas entrañaba
terribles efectos secundarios, principalmente vómitos, mareos y dolores
estomacales.
Con el tiempo, estas mujeres cayeron en la cuenta de
que los efectos adversos podían evitarse aplicando la mezcla a través de
ungüentos. Y había una zona en concreto donde el efecto se incrementaba: la
vagina. Jordanes de Bergamo, un investigador del siglo XV que trató de cerca
las persecuciones de brujas, señala en uno de sus manuscritos la costumbre de
estas mujeres de aplicar la mezcla sobre una vara para posteriormente montar
sobre ella, además de extender los ungüentos sobre otras partes de su cuerpo.
En los juicios, algunas de las acusadas por brujería declararon sentirse
levitar al entrar en contacto con las sustancias alucinógenas al frotarse con
el palo de la escoba.
Las cabras, protagonistas de los aquelarres
La representación de la cabra junto a las brujas es
bastante común. Algunos artistas, como Francisco de Goya, representaron este
animal presidiendo los aquelarres; otros, como Luis Ricardo Falero,
representaron a las brujas yendo a estas reuniones montadas sobre cabras. La
realidad es que, llegados a cierto punto, toda representación de lo satánico
contaba con este animal.
La explicación más probable, como bien señala Robert
Muchembled, famoso historiador francés, la encontramos en el momento en el que
el cristianismo se impuso como religión dominante. Su triunfo supuso el
irremediable rechazo de lo pagano y, muy especialmente, de una deidad en
concreto: el dios Pan, mitad hombre y mitad cabra, que gustaba de los placeres
terrenales y, especialmente, de todo lo relativo al sexo. Esta y otras
manifestaciones de deidades similares fueron consideradas malignas, y por ello
muchas de ellas fueron destruidas. Además, la aparición de la cabra en la
Biblia (Mateo 25:31-46) no mejoraba su posición: se usa como una metáfora para
aludir a los pecadores, frente a las ovejas que son el rebaño del señor.
El renacer de la bruja
En los últimos tiempos, las brujas parecen haber
resurgido de entre sus cenizas. El movimiento
feminista ha decidido resucitar su figura para
liderar sus reivindicaciones, ya que considera que las antiguas persecuciones
fueron un ataque sin pretexto al modelo de mujer que no cumplía con las reglas
sociales. Las “nuevas brujas” encuentran en las de antaño un motivo para
empoderarse y luchar por sus causas. Resulta difícil saber cómo representaremos
a las brujas del mañana, pero seguro que las de hoy se nos aparecen con menos
miedo que nunca.
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