Douglas Kirkland y Marilyn Monroe durante la sesión de fotos que tuvo lugar
en noviembre de 1961.
El pasado 29 de octubre en la sede neoyorquina de
Christie's salía a la venta un lote de "memorabilia" donde se
incluían las sensuales e históricas imágenes de la diva Marilyn Monroe en
Beverly Hills de Douglas Kirkland y la cámara con que las tomó. El fotógrafo
nos cuenta cómo fue aquella noche de 1961, un año antes de la muerte de la
actriz, aunque finalmente nadie adquirió el lote de "The Exceptional
Sale".
Fue una tarde nublada de mediados del mes de noviembre
de 1961. A las puertas de un estudio de Los Ángeles, el fotógrafo Douglas
Kirkland (Fort Erie, Canadá, 16 de agosto de 1934) hacía esfuerzos
considerables por disimular su nerviosismo ante la inminente llegada de la
actriz más deseada del momento. Miraba el reloj con impaciencia, caminaba de un
lado al otro del pasillo y hasta llegó a pellizcarse el brazo para comprobar
que, en efecto, no se trataba de un sueño. Con dos horas de retraso, apareció
en el umbral de la puerta Marilyn Monroe, esplendorosa como siempre y
flanqueada por su habitual séquito de asistentes. Kirkland tenía por entonces
27 años y una prometedora carrera por delante como fotógrafo de estrellas de
cine. En sus comienzos había despuntado como retratista de jugadores de hockey,
pero tras unos meses como asistente de Irving Penn en Manhattan se sentía
preparado para dar el definitivo salto a Hollywood.
Marilyn, por su parte, había celebrado su 35
cumpleaños con un brindis amargo de barbitúricos y una mudanza exprés a Los
Ángeles tras encadenar su enésimo fracaso amoroso. Atrás quedaban ya las
luminarias de Nueva York y los seis años de zozobra intelectual que le había
procurado su último marido, el dramaturgo Arthur Miller. Volvía a estar sola y
se sentía libre. Frágil y libre. El atrezzo para la sesión había sido pactado
de antemano por ambas partes: una cama con sábanas de impoluta seda blanca, varios
vinilos de Frank Sinatra y un arsenal de botellas de Dom Pérignon. El guion,
sin embargo, no estaba escrito. "Nada más verme Marilyn me dio un abrazo y
un beso en la mejilla y, sin perder un segundo, enfiló hacia el camerino",
cuenta Kirkland a Fuera de Serie. "Una vez recostada en la cama, y
tapándose los pechos con el embozo, pidió a nuestros acompañantes que nos
dejaran solos. Fue una decisión inesperada que cambió el curso de los
acontecimientos".
Un mito a puja
El pasado 29 de octubre, la casa Christie's subastaba
en su sede de Nueva York dos de las fotografías de aquel encuentro memorable,
además de la cámara Hasselblad que utilizó Kirkland para retratar a la actriz y
sex symbol. Las imágenes se publicaron en un número especial de la revista Look
(que celebraba por entonces su 25 aniversario), dos de cuyos ejemplares se
incluyen también en el lote. "Unos días antes de nuestra cita en el
estudio, quedé con Marilyn, su agente y otros compañeros de la revista en su
apartamento de Beverly Hills", recuerda el fotógrafo de 85 años. "Le
conté algunas ideas, y todas le entusiasmaron. Le propuse no utilizar flash
para así evitar cualquier distracción, y me dio su bendición. Con su
característico buen humor, me dijo que con una sábana nos apañaríamos y que el
resto se iría viendo. Por mi parte, me comprometí a tratarla como la majestuosa
princesa que era". El resultado fue una noche mágica en la que la química
entre Monroe y Kirkland impregnó cada uno de los negativos. "Me gustaría
decirle que pasó algo entre nosotros", bromea por teléfono el autor de las
instantáneas. "Pero lo cierto es que no hay nada que contar: todo
transcurrió con absoluta profesionalidad".
Marilyn ("Overhead") -100 x 150 cm-, una de las fotografías que
subastará Christie's en Nueva York y cuenta con una estimación de 250.000
euros.
No le fue fácil, eso sí, mantener la compostura
mientras Marilyn se desnudaba en la intimidad del estudio o se contoneaba
coqueta bajo una tela semitransparente. "Cualquier joven de mi generación
habría dado su brazo por haber estado en mi lugar. Me sentía un privilegiado,
pero no tanto por el hecho de estar cerca de ella sino por tener la oportunidad
de captar con mi cámara la esencia de una mujer extraordinaria en todos los
sentidos". Hubo carcajadas, miradas de complicidad y susurros cálidos que
empañaron las lentes de la cámara. "Caminamos juntos por el abismo de la
noche, controlando nuestros impulsos para que toda aquella energía se
canalizara en unas imágenes que habrían de ser históricas".
Irrepetible
Un año después, Norma Jeane apareció muerta en su
apartamento de Brentwood. La autopsia reveló que había fallecido por una
sobredosis de barbitúricos, aunque corrieron todo tipo de rumores. "Me
encontraba en París trabajando para una campaña de Coco Chanel cuando me enteré
de la noticia", evoca Kirkland. "Me impactó muchísimo. No podía dejar
de escuchar en mi cabeza las últimas palabras que me dedicó: ¡Quiero que
volvamos a hacer esto muy pronto!". Casi seis décadas después, a Kirkland
le cuesta encasillar a la diva rubia y musa de Hollywood en un único recuerdo.
"Conocí a la alegre y pizpireta Marilyn de su casa de Beverly Hills, a la
seductora y sensual Monroe del estudio de Hollywood, pero también a la
melancólica y triste Norma con quien me senté a revisar las fotos una semana
después, tras revelar las imágenes en el laboratorio. Cuando pienso en aquellos
días me doy cuenta de que no estuve nunca con la misma persona".
"Hugging Pillow", 100 x 150 cm, otra de las imágenes de la sesión
que se subastan.
Para Becky MacGuire, directora de ventas de la subasta
The Exceptional Sale de Christie's, las fotografías de Kirkland contienen un
fragmento irrepetible de un Hollywood dorado que empezaba a decaer. "No se
trata solo de imágenes extraordinariamente sensuales y originales del catálogo
de Marilyn, sino además de dos de las últimas instantáneas que le tomaron en su
vida", explica la experta. "Este tipo de subastas suelen despertar el
interés de los cinéfilos, así como de los más ávidos coleccionistas de memorable
de Hollywood, pero no solo. Existe otro perfil de comprador, procedente del
mundo de la fotografía, que conoce muy bien el valor artístico de estos
retratos. Por último, nunca hay que descartar a los fans incondicionales de la
actriz, que están dispuestos a desembolsar cualquier suma de dinero por un
trofeo de estas características".
No sería la primera vez que Marilyn da el martillazo
durante una puja, y eso esperaban con esta. Lo saben bien en la sede
neoyorquina de Christie's, donde en 1999 se subastaron 575 lotes de la
colección personal de la actriz: desde guiones de cine, peluches y gafas de sol
hasta un piano de cola blanco (que se vendió por 600.000 euros), el anillo de
boda que le regaló Joe DiMaggio (700.000 euros) y un vestido de gasa con incrustaciones
de diamantes (1,5 millones) que fue revendido de nuevo en 2016 por cuatro veces
su precio original. Sin embargo, esta vez nadie quiso este tesoro.
Kirkland conoció a la actriz en la cima de su
estrellato gracias a éxitos de taquilla como Los caballeros las prefieren
rubias (1953), La tentación vive arriba (1955), Bus Stop (1956), Con faldas y a
lo loco (1959) y Vidas rebeldes (1961), esta última con guion del propio
Miller. "Desde los inicios de su carrera Marilyn se había abonado al sufrimiento
como estado permanente y vital, por lo que se esforzaba para que sus películas
funcionaran como un bálsamo de fantasía que mitigara provisionalmente el dolor
de los espectadores", reflexiona el fotógrafo canadiense. "Su éxito
consistió en combinar en una misma personalidad los ingredientes de un cóctel a
la vez explosivo y embriagador: inocencia, humor, sensualidad y fragilidad. Sus
apariciones ante las cámaras sedujeron a reyes, presidentes, estrellas del
deporte y muchachos en mangas de camisa...". Y añade, después, en un rapto
de nostalgia: "Lo reconozco, yo también me enamoré de ella...".
Carrera de cine
A falta de unos meses para que le cantara Cumpleaños
feliz a John Fitzgerald Kennedy ante un abarrotado Madison Square Garden,
Kirkland inmortalizó a Marilyn como nadie lo había hecho hasta la fecha.
Aquella experiencia no solo le cambió la vida, sino que también ayudó a
catapultar su carrera. Tiempo después posarían frente a su Hasselblad Elizabeth
Taylor, Marlene Dietrich, Julie Christie, Brigitte Bardot, Audrey Hepburn,
Catherine Deneuve y Andy Warhol. "Marilyn me enseñó una gran lección: que
una sesión de fotos ha de ser pura seducción, una suerte de baile lento en el
que no puedes evitar sentir el vértigo de enamorarte, ya se trate de un hombre
o una mujer", se sincera Kirkland. "Mi trabajo en estos años ha
consistido en entrar en la vida de las personas con una cámara colgada del
cuello, compartir con ellas momentos intensos y despedirme. A veces, como
desgraciadamente ocurrió con Marilyn, para siempre".
El lote de Marilyn, valorado en más de 250.000 euros, consta de siete
piezas: dos copias de archivo en edición limitada de las emblemáticas
fotografías -Marilyn ("Overhead") y Marilyn ("Hugging
Pillow"), 100 x 150 cm-, la cámara Hasselblad 500C de 1959 con que se
tomaron, dos lentes Carl Zeiss y dos de los ejemplares de la revista
"Look" donde fueron publicadas. "No hay normas cuando se trata
de una subasta de Marilyn, un personaje especialmente proclive a los récords de
recaudación", concede Becky MacGuire, de la casa Christie's. Algunas de
las fotografías de la serie de Kirkland han sido popularizadas en camisetas,
recreadas en grafitis y utilizadas en protestas políticas. "Más allá del
valor material de las imágenes y la cámara, lo que nosotros ofrecemos es una
experiencia, un recuerdo, un pedazo de historia".
Por benjamín g. rosado
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