Una monja francesa se vio obligada a rechazar una
plaza en una residencia de ancianos pública porque le dijeron que tendría que
dejar de usar su hábito religioso y su cofia.
El caso reabrió la polémica en Francia sobre el
exacerbado laicismo que se vive en el país galo solo una semana después de que
una mujer musulmana tuviera que quitarse el velo mientras acompañaba a los
alumnos a una excursión escolar.
La religiosa, que tiene 70 años y ha pasado toda su
vida adulta en un convento en Drôme (en el sureste) quería retirarse a Vesoul
en el este de Francia, donde nació, y solicitó a las autoridades locales un
apartamento independiente pero con un comedor comunitario en una residencia de
ancianos.
La mujer, que ha pedido guardar su anonimato, recibió
una carta del Ayuntamiento de Vesoul diciéndole que estaba en una lista de
espera para una plaza, pero que debido a las estrictas reglas de secularismo de
Francia, tendría que quitarse el hábito y el velo.
«Dentro de nuestros hogares, nuestros residentes
pueden tener preferencias y todo tipo de creencias y esto debe respetarse.
Además para garantizar la tranquilidad de todos no se puede permitir a todos
los residentes ostentar símbolos religiosos», afirma la carta. Pese a ello, el
Ayuntamiento le informó que «podía usar una cruz siempre que fuera discreta»,
según indicó después la estación de radio local «France Bleu».
La monja rechazó la plaza en la residencia de
ancianos. El párroco de Vesoul, el padre Florent Belin, explicó que la diócesis
había encontrado un departamento para la hermana, pero que «ahora vivía sola y
tenía que prepararse la comida».
Belin criticó la actitud «anticristiana» del
Ayuntamiento y aseguró que Francia está «llena de principios laicistas que no
se entienden». «¿Qué es el secularismo? Seguramente todos estarán de acuerdo en
que se pueda vivir la fe sin molestar a nadie. No creo que el velo de una monja
sea perturbador porque no es una señal de sumisión sino de devoción», indicó el
sacerdote.
El portavoz del hogar de ancianos, Claude Ferry,
aseguró que el caso «estaba cerrado». «La monja rechazó el lugar que le
ofrecimos y no quiso aceptar las reglas de la casa que son las mismas para
todos», dijo.
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