Las parejas no casadas de
Burundi tienen 53 días para legalizar su situación ya sea a través de la
iglesia o por lo civil. Desde el Gobierno, apelan al «deber patriótico»
para mantener el orden en el país.
El pasado mes de mayo, el
presidente del país africano, Pierre Nkurunziza, firmó una nueva ley de
matrimonio con el fin de «moralizar la sociedad»
y proteger
a las mujeres. Según el gobierno, la obtención de un documento
legal ayuda a proteger a éstas y a sus hijos, especialmente en temas de
herencias.
Sin embargo, para muchos es
un atropello a las libertades, infringe las creencias y costumbres de burundeses.
Los activistas del país tachan dichos matrimonios de forzados y aseguran
que se trata de una «cruzada religiosa» liderada por el presidente y su
esposa, quienes son fervientes cristianos evangélicos. Algo que niega en
rotundo el portavoz del Ministerio del Interior, Terence Ntahiraja, quien
defiende que esta campaña, que suma tantos detractores, está dentro de la
legalidad. Según él, con medidas como ésta se pretende frenar el boom demográfico,
evitar los
matrimonios ilegales, la poligamia (presente en el país a pesar
de estar prohibida) y los embarazos adolescentes.
«Queremos que los burundeses
entiendan que todos son responsables de su vida, queremos orden en este país»,
declaró Ntahiraja a la agencia de noticias AFP.
Esta medida contra las
relaciones informales pretende reforzar los «valores tradicionales positivos»;
siguiendo con la iniciativa que Nkurunziza lanzó en agosto de 2013. Para poder
satisfacer los deseos del gobierno, los funcionarios están realizando bodas multitudinarias.
Tradición y familia
En Burundi se ha practicado
la poligamia tradicionalmente. A pesar de estar prohibido por ley y por la Iglesia, todavía hoy es
una realidad en muchas comunidades. Así como lo es también aportar una dote a
la familia de la novia que en su momento fue ganado y ahora puede incluir
dinero, ropa o muebles. Se trata de un sistema patriarcal, en el que los
lazos familiares son muy importantes. Particularmente en el campo (donde viven
la gran mayoría de los burundeses), la familia es la unidad social primaria, y
ésta vive cerca del clan y en relativo aislamiento del resto de grupos.
Este país africano tiene dos
grupos étnicos distintos: hutu y tutsi. Estas culturas han coexistido durante
siglos y, en la actualidad, comparten un lenguaje común así como otros muchos
elementos culturales. En la tradición tutsi, las esposas y los esposos viven
separados, pero en la práctica hutu comparten la misma casa.
El gobierno quiere «orden»
La crisis política y
económica en Burundi comenzó con el anuncio de la candidatura
de Pierre Nkurunziza para las elecciones de 2015. Para la oposición y la
sociedad civil se trata de «un mandato ilegal e ilegítimo» ya que, por aquel
entonces, estaba limitado a dos períodos de cinco años cada uno. Sin embargo,
éste fue reemplazado por un mandato de siete años que puede renovarse. Su
controvertido tercer mandato causó mucho revuelo en las calles, donde murieron
al menos 500 personas y otras 400.000 huyeron a los países vecinos.
Si bien es cierto que los
últimos meses han sido de relativa calma en el país oriental de África, esta
semana el Consejo de Ministros aprobó un borrador que deja la puerta abierta a
la posibilidad de que el jefe de estado pueda optar a más mandatos. De
aprobarse, Nkurunziza podría presentarse, de nuevo, a las elecciones de 2020 o
2027.
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