Kaylen Ward, también conocida como la "filántropa desnuda", en
una imagen que ella ha publicado en su Twitter.
“La filántropa
desnuda”, se hace llamar en Twitter desde hace cuatro días. Allí tiene más de
300.000 seguidores. Antes era sencillamente Kaylen Ward, una chica de
veinte años residente en Los Ángeles que es de las muchas mujeres (y hombres)
que viven de mostrar su cuerpo desnudo en plataformas para adultos. En su
perfil se puede leer algo que es parte celestial, parte terrenal: “Energía
femenina divina - Contenido sensible y solo para mayores de 18 años”. En la red
social Twitter, al contrario que en Instagram, se pueden subir imágenes
explícitas sin censura. Ella lo hace. Después de esa carta de presentación, una
aclaración: “Ahora mismo no tengo cuenta de Instagram”. El motivo es que se lo
han cerrado, en una decisión que ha enfurecido a miles de personas alrededor
del mundo. A muchas más de las que ven sus fotos. ¿Cómo hemos llegado hasta
aquí?
“Me han borrado
Instagram, mi familia me rechaza y el chico que me gusta ha dejado de hablarme,
todo por ese 'tuit'. Pero que les jodan, ¡salvad a los koalas!”
El pasado cuatro de enero la modelo escribió en un tuit
–que no se puede incluir en este artículo aquí por contener una imagen
explícita– lo siguiente: “Voy a enviar fotos mías desnuda a todas las personas
que donen al menos diez dólares a una de las siguientes organizaciones para los
incendios en Australia [junto a la imagen incluyó una lista de varias ONG que
están recaudando fondos para ayudar al país]. Por cada diez dólares que dones,
una foto mía desnuda irá directa a tu buzón. Debes enviarme la confirmación de
que has donado. Por favor, retuitea”. Según contó al portal Buzzfeed News pocos días después,
“esperaba recaudar tal vez unos mil dólares [unos 900 euros], pero de repente
el tuit se hizo gigante”. Hoy, tres días después, ese mensaje se ha retuiteado
más de 81.000 veces y lleva más de 200.000 “me gusta”.
En pocas horas, ese mismo día y según ella explicó en su propio perfil, había conseguido 5.000 dólares
[unos 4.470 euros]. A la mañana siguiente, Kaylen informó de que se había
levantado y, literalmente, no podía responder a los cientos de mensajes que tenía con
recibos de donaciones. Menos de 24 horas después del mensaje inicial, publicó
un vídeo para informar de que llevaban 10.000 dólares [unos 8.950 euros]
recaudados. A las pocas horas, informó de que alguien había donado 5.000
dólares de golpe y le había enviado el recibo para demostrárselo. Kaylen tuvo
que poner orden poco después: “Tengo cinco mil mensajes sin responder […]. He
enviado ya dos mil fotos. Por favor, tened paciencia”.
El cinco de enero, un día después, eran 30.000
dólares [unos 26.800 euros] lo que había recaudado y esta vez pidió más
dinero a través de una cuenta de PayPal para poder organizar a un pequeño
equipo que le ayudase con los cientos de mensajes que estaba recibiendo. La
filántropa desnuda ya era una pequeña empresa y le habían salido imitadoras:
otras mujeres que enseñan su cuerpo a través de Twitter o a través de la
plataforma OnlyFans (que funciona con el mismo sistema de Twitter, pero cobra
una membresía mensual a los seguidores de cada modelo) empezaron a ofrecer
también fotografías a cambio de recibos de donaciones. Kaylen se lo tomó como
un halago y retuiteó a muchas de ellas para promocionarlas.
Retrato de la modelo Kaylen Ward publicado en su cuenta de Twitter, donde
ya acumula más de 300.000 seguidores. Twitter
Los comentarios eran de celebración unánime: “Las
trabajadoras del sexo están salvando el planeta, ¿qué está haciendo tu
presidente?”. O: “Esto representa, literalmente, el poder del c*ño”. También:
“Algunos héroes no llevan capa y otras no llevan nada en absoluto”. Sin
embargo, mientras todo era celebración entre el equipo de Ward, Instagram,
menos permisiva con el desnudo que Twitter, decidió cerrar su cuenta. “Cada vez
que intento hacerme una cuenta nueva la desactivan”, ha declarado Kaylen Ward a
The Guardian, “y lo que es preocupante
es que hay unos cuantos perfiles que están suplantando mi identidad y esas no
han sido borradas”. Una de esas cuentas falsas llegó a tener 20.000 seguidores.
Afortunadamente, toda su recaudación se llevaba a cabo
a través de Twitter. De modo que ese mismo día, cinco de enero, anunció que
había superado la barrera de los 50.000 dólares [unos 44.720 euros]
recaudados. También que iba a comenzar su propia organización filantrópica para
recaudar dinero para diferentes causas a través de chicas que quisieran mostrar
su cuerpo a cambio de donaciones.
Y también que desde ese día cerraría sus mensajes
privados durante unas horas porque ella y su equipo no podían atender a más
peticiones. Esa noche, la cuestión se volvió personal y se sinceró en un tuit
sobre su estado emocional: “Me han borrado Instagram, mi familia me rechaza y
el chico que me gusta ha dejado de hablarme, todo por ese tuit [en
referencia al inicial con el que comenzó la recaudación]. Pero que les jodan,
¡salvad a los koalas!”. Esto empezaba a tomar visos dramáticos. Que Netflix
tome nota.
Kaylen y su causa ya había aparecido en ese momento en
diversos medios estadounidenses y australianos. Antes de que terminase ese día,
Kaylen publicó otro tuit para decir que ella y su equipo
calculaban que la cifra se había multiplicado hasta los 300.000 dólares [unos
268.000 euros] recaudados. El seis de enero la cifra aumentó hasta los 500.000
dólares [unos 447.200 euros]. “Estoy llorando, chicos. Esto es tan loco”, escribió Kaylen.
Detalle de unos coches quemados por los fuegos en Australia, que además de
daños incalculables en el ecosistema han dejado ya 25 víctimas mortales desde
su inicio. Getty Images
En pocos días Kaylen no solo había recaudado medio
millón de dólares, también se había enfrentado a lo que significa la fama. El
mismo seis de enero tuvo que ver, por ejemplo, como una imagen suya antigua
llevando un disfraz de indígena era recuperada en las redes sociales y empezaba
a ser tildada de racista. Decidió aclarar la situación: “Sí, en el pasado me
puse un disfraz de dudoso gusto porque no era consciente del significado que
había detrás de él. No me di cuenta de que era racista llevar un disfraz de los
indígenas de Alaska. He eliminado esa foto de mi perfil y pido perdón a todos
los que he ofendido”. En 48 horas, Kaylen pasó por todos los estados de la
fama: despegue, aplauso unánime y búsqueda en tu pasado para sacarte los trapos
sucios.
Pocas horas después, un nuevo golpe de efecto: anunció
que iba a regalar un coche. Preguntó a través de Twitter si alguien conocía a
una familia en Los Ángeles con pocos recursos económicos que pueda necesitarlo.
Hoy la propia Kaylen ha confirmado que ha alcanzado el millón de dólares y medios como The
Guardian o The Washington Post han dedicado perfiles a Kaylen,
convertida en la primera heroína del 2020.
Todas estas cifras están aumentando cada hora. Igual
que el tono de los mensajes de Kaylen en su Twitter, que ha comprobado como la
fama trae, de forma automática, el insulto. “He recaudado un millón de dólares [895.000 euros] para
Australia gracias a que he expuesto mi cuerpo desnudo en Internet a millones de
personas. Es aterrador este sentimiento de vulnerabilidad y exposición al
mundo, pero lo hice porque quería hacer algo bueno”.
Sucedio en cuatro días. Una mujer anónima ha
recaudado, indirectamente, el doble de la cantidad que superestrellas como
Nicole Kidman o Kylie Minogue, ambas australianas, han donado para reparar el
país tras los devastadores incendios.
La historia de Kaylen Ward, la filántropa desnuda,
podría dar mucho de sí o incluso iniciar una tendencia que haga que, ante
desastres naturales o eventos que necesiten del altruismo de otros, los miles
de mujeres y hombres que viven de exponer su cuerpo en plataformas que les
pagan por ello donen parte de sus ganancias. De hecho, plataformas para adultos
como Pornhub lleva desde 2012 donando parte de sus beneficios a
causas como el cáncer de pecho o la limpieza de los océanos. Es posible que
entremos en una década en la que, mientras una parte del mundo sigue
cuestionando la ética del porno y preguntándose si es una forma de explotación,
otra parte reciba ayudas gracias a que alguien, desde su casa, se ha quitado la
ropa para conseguirlas.
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