J. G. Stegmann - jgstegmannMadrid
«Toda sexualidad es frágil,
vulnerable y emociono-dependiente. La oscilación emocional que todos tenemos
influye directa o indirectamente en nuestro desempeño sexual tanto en hombres
como en mujeres». Es esta la conclusión del sexólogo Juan Carlos Kustnezoff,
durante una serie de charlas TED organizadas por la Universidad de Buenos
Aires (Argentina).
En la misma ponencia dijo,
con grandes dosis de ironía, que ninguno de nuestros amigos tiene problemas
sexuales. Parece que esto solo nos pasa a nosotros. Pero no. Y probablemente,
se haya hecho mucho más acuciante con los tiempos en los que nos toca vivir, en
los que la conciliación laboral y familiar parece una utopía, en la que pasamos
más horas trabajando que haciendo actividades de ocio. Por no mencionar los
problemas en la oficina, en el ámbito familiar, etc. ¿Cuánto tiempo, entonces,
de nuestra ajetreada vida podemos dedicarle a la vida sexual? O más bien, ¿qué tipo de relación
sexual podemos tener si en nuestra cabeza solo hay lugar para el estrés?
«Muchas de las disfunciones
vienen por el estrés, porque tenemos la cabeza en otro sitio. En ambos casos
puede producirse anafrodisia, es decir, ausencia de deseo o anorgasmia. En
el caso de los hombres pueden darse una ausencia de la erección del pene o eyaculación
precoz y en la mujer, insuficiencia de la secreción vaginal o
vaginismo», explica la sexóloga y terapeuta de pareja, Ruth González.
El estrés no es bueno ni para
las relaciones sexuales, ni para ningún otro aspecto de nuestra vida, de hecho,
como explica el sexólogo y psicólogo Bernardo Stamateas, «es la plataforma emocional
de todas las enfermedades». Sin embargo, matiza que hay un
estrés positivo, es decir un dosis normal de ansiedad que actúa como motor para
hacer las cosas, y otro negativo: «cuando voy de A a B necesito estrés. Si una
vez que llego a B tengo estrés, tenemos un problema», explica.
El principal problema del
estrés en el sexo es que impide la relajación y sin esta es imposible tener una
relación sexual sana. «La sexualidad es sinónimo de abandono,
entrega, no cabe la tensión», explica Stamateas.
Círculo vicioso de frustración
González explica que el
estrés hace desaparecer el deseo. Y cuando hablamos de estrés no solo está
motivado por problemas laborales o familiares, incluso una mudanza provoca
bloqueos mentales. «Cuando esto sucede o se da con el origen del bloqueo o se
puede llegar a entrar en un círculo vicioso de frustración.
He tenido en terapia muchos hombres con problemas de erección que piensan que
sus mujeres no los desean y entran en un bucle del que es muy difícil sacarlos,
incluso con terapia».
Aparte de la frustración, el
organismo también sufre. De hecho, dejamos de secretar oxitocina (la «hormona
de la felicidad»), y se produce una reducción de los niveles de andrógenos y estrógenos.
«Por lo que la ausencia de una vida sexual plena no es buena para la salud».
También baja la dopamina, el
químico del placer» y aumenta la adrenalina, que activa nuestro cerebro
reptiliano, es decir, el del estrés. «Si estamos haciendo algo y de golpe
aparece una serpiente, en 125 milisegundos, es decir, ni medio parpadeo, toda la
sangre va a mis pies para salir corriendo. Esto es unos mecanismos automáticos
del cerebro que tenemos. Pero puede que esa "serpiente" se asocie a
problemas laborales, familiares y me impida la relajación en el momento del
coito», explica Stamateas.
Es necesario, por lo tanto,
liberarnos del estrés para dejar a nuestro cerebro emocional, el límbico que
predomine. Fernández recomienda como soluciones hacer terapia o recurrir a un
profesional que nos ayude a desbloquearnos para disfrutar de
una vida sexual plena y no olvidar la importancia del diálogo con la pareja (si
se tiene) cuando aparezcan algún problema. Pero antes, descartar cualquier
problema de tipo fisiológico.
El sexólogo y psicólogo
miembro de la fundación Sexpol, Roberto Sanz recomienda en terapia
una técnica consistente en «rellenar nuestra cabeza de pensamientos más
grandes, abarcativos, que se puedan manejar fácilmente y que sean menos
ansiosos», ya que parte de la base de que nuestra cabeza no puede quedarse en
blanco y exenta de problemas. «Estamos muy acostumbrados a darle vuelta a los
problemas, a buscar soluciones a todas horas porque la cabeza
no para. Hay
que hacer un entrenamiento mental para dirigir la atención de
tu cerebro a lo que a ti te interese y a contar con la variable del placer que
es una emoción inundante».
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