Doce mil toneladas de residuos de pequeños aparatos eléctricos y electrónicos —la cantidad que recogió y recicló en España, en 2015, la Fundación Ecolec, especializada en la gestión de ese tipo de residuos— parece, a priori, una cifra elevada, pero es ínfima con respecto a otros países de Europa. En 2012 no llegamos al objetivo marcado por la UE: 4 kilos de residuos electrónicos reciclados por habitante al año; en el mismo periodo, cada noruego recicló 20,9 kilos. Sin embargo, el porcentaje español de reciclaje de envases es de 74,8%, frente al 55% que marcan las normas comunitarias, según cifras de Ecoembes, empresa responsable de su recuperación. Todo cuenta, hasta un vibrador. Y no, no es un chiste.
Placer responsable
“Generalmente, un vibrador
lleva una parte electrónica y otra plástica. Si no se reciclan ambas
correctamente puede tardar más de 100 años en degradarse”, explica Cristóbal
Icaza, director de Amantis, distribuidora de juguetes eróticos que en 2008
inició una campaña de reciclaje. La parte externa, añade, “contiene silicona o
plásticos de diferentes tipos, como el TPR, el TPE, el ABS y el PVC, este
último especialmente tóxico”.
Y
luego están las baterías. “Una pila-botón, compuesta de mercurio, puede
contaminar 600.000
litros de agua, equivalente al consumo de 30 personas
durante toda su vida; una batería alcalina, 175.000 litros, y
una pila común, 3.000
litros de agua”, alerta Rafael Serrano, director de
Relaciones Institucionales de la Fundación Ecolec. En ese sentido, “un vibrador es
igual de contaminante que un mando a distancia o un móvil”, declara Vicente de
Diego, responsable de ventas de Recyberica Ambiental, dedicada a la gestión de
residuos.
¿Cómo se recicla? “Una vez
separados plásticos de metales, estos se disocian: el hierro, cobre, estaño,
aluminio o el oro con el que se bañan elementos de la placa interna”, dice De
Diego. Tras su fundición, el aluminio, por ejemplo, se reutiliza para fabricar
ventanas y bicicletas. Los materiales plásticos revivirán en juguetes, tuberías
y mobiliario urbano. Así que asúmalo: el cobre y el estaño de su tablet
pueden provenir de la plancha de su suegra o el vibrador de su hermana o su
vecino.
Y, por supuesto, piense que
cuando a su teléfono ya no le quede más tiempo, tendrá que hacer lo mismo con
él. Reciclarlo. Algo de lo que, afortunadamente, cada vez somos más
conscientes. En 2014 la
Fundación Tragamovil adscrita a Recyclia recogió 372
toneladas de teléfonos móviles y periféricos de telefonía en desuso en nuestro
país. Según el cálculo facilitado por Recyclia de que 10.000 teléfonos
equivalen a una tonelada de peso, significa que hace dos años, los españoles
donamos, al menos, tres millones setecientos mil móviles para su correcto
reciclado y destrucción. Por desgracia, lo que se recupera de ellos no es mucho
en cuanto a peso (620 kg
de plástico, 250 kg
de metales y 800 gramos
de metales preciosos por cada tonelada de móviles reciclada), pero incluso
cantidades discretas como estas son ya una gran e inestimable contribución al
medioambiente.
Teresa Morales García
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