Los usuarios son atendidos por
camareros en la misma sauna, que tiene capacidad para 15 personas
Si hay una palabra del finés
que ha entrado a formar parte de todos los idiomas del mundo, ese es «sauna».
Un ritual, más que un espacio, tan íntimamente ligado a la cultura finlandesa
como los sentó para los japoneses o los hamam para los árabes. Se calcula que en Finlandia hay entre dos
y tres millones de saunas para cinco millones y medio de
habitantes, distribuidas por todo el país: en apartamentos, casas de verano,
oficinas, gimnasios, hoteles, barcos, en todas las embajadas y consulados en el
extranjero y hasta en el Parlamento, donde los legisladores llegan a encontrar
más puntos de acuerdo que en los debates durante el pleno.
Durante siglos, las saunas en
Finlandia han sido el lugar donde purificar el cuerpo y la
mente y desnudarse en todos los sentidos. A pesar de que muchas
personas asocian sauna con promiscuidad o aventuras sexuales, para los
finlandeses es casi un espacio sagrado y se dice que en ella hay que
«comportarse como en un iglesia».
La sauna forma parte de la vida de los finlandeses desde que apenas tienen unos meses de edad y les acompaña el resto de sus días. Las mujeres daban a luz en ellas porque el humo y el vapor que se origina, conocido como loyly, esterilizaban las paredes. Era también el sitio donde se realizaban los rituales de purificación antes de las bodas e, incluso, los muertos se lavaban y preparaban para el entierro en los bancos de madera. Servían, también, de quirófano para realizar pequeñas operaciones de cirugía y todavía existe un proverbio danés que dice que la sauna es «la farmacia del pobre». Espacios de encuentro y de discusión, en Finlandia las decisiones importantes se toman con los cuerpos desnudos y sudorosos, azotados con ramas de abedul, a una temperatura que oscila entre 70 y 100 grados centígrados.
La sauna forma parte de la vida de los finlandeses desde que apenas tienen unos meses de edad y les acompaña el resto de sus días. Las mujeres daban a luz en ellas porque el humo y el vapor que se origina, conocido como loyly, esterilizaban las paredes. Era también el sitio donde se realizaban los rituales de purificación antes de las bodas e, incluso, los muertos se lavaban y preparaban para el entierro en los bancos de madera. Servían, también, de quirófano para realizar pequeñas operaciones de cirugía y todavía existe un proverbio danés que dice que la sauna es «la farmacia del pobre». Espacios de encuentro y de discusión, en Finlandia las decisiones importantes se toman con los cuerpos desnudos y sudorosos, azotados con ramas de abedul, a una temperatura que oscila entre 70 y 100 grados centígrados.
Una idea que ha sido premiada por Euromonitor en la
categoría de «Nuevos conceptos en restauración» ya que la considera un poderoso
ejemplo de «localización». Y es que, después de décadas de globalización, la
vuelta a lo autóctono parece
resurgir con fuerza. Además, una sauna después de una hamburguesa doble con
bacon y queso puede ayudarnos a eliminar no solo las toxinas y las grasas, sino
también el sentido de culpabilidad por habernos pasado de calorías.
- ABCCARMEN
CALVOCorresponsal En Copenhague
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