Un recorrido por los lugares y los testimonios de hombres y mujeres de la
isla que consiguen en una tarde a cambio de sexo el equivalente al sueldo
mensual de un médico
La habitación en la que una prostituta cubana vive y realiza sus servicios.
Álvaro Fuente
Arlen es una mulata trigueña de figura menuda,
elegante y estilizada. Luce una mirada cansada que intenta disimular con un
extravagante maquillaje. A sus cincuenta y tantos, sigue en el negocio del
sexo, pero ya no como antes, ahora dirige un burdel ilegal que aparenta ser una
humilde casa de huéspedes al sur de la Habana Vieja. Se trata de un edificio al
que también los años le han borrado su antiguo esplendor y que hoy es uno de
esos prostíbulos ocultos para el profano, pero fácil de localizar para el
turista que sabe bien lo que busca.
“Me animé a acostarme con hombres a los 13 años por
curiosidad, ya que una compañera lo hacía. Conseguía dólares a diario y me encantaba ese poder adquisitivo. Luego dejé la
escuela y empecé a desaparecer de casa con más frecuencia. Acabé en una casa de
citas clandestina hasta que detuvieron a los dueños en una redada”.
Uno de los primeros programas
sociales que implantó Fidel Castro fue un proyecto para
prohibir la prostitución en toda la isla. Se cierran los burdeles, además
de hostales y centros nocturnos donde se facilitaban los encuentros. Las que
habían sido trabajadoras
sexuales podían acceder a una formación y conseguir la
oportunidad de obtener un trabajo digno.
“A finales de los años setenta yo decidí seguir en el
negocio pero por estrategia de supervivencia”, comenta Arlen. “En aquellos
tiempos las putas éramos pocas y estábamos consideradas las personas más
detestadas del país junto a los soplones y los bandidos. Hoy esa percepción ha
cambiado, ya no está mal visto tener una prostituta en casa, incluso son
apoyadas por sus familias, pues suelen llevar un nivel de vida impensable para
el resto de la población; incluso han suavizado la forma de llamarnos: de putas
a jineteras. Aunque bien se puede diferenciar que de aquella lo hacíamos para
satisfacer necesidades económicas graves y las jóvenes de hoy lo hacen por otro
tipo de aspiraciones”.
Tal y como relata la doctora en sociología Velia Cecilia
Bobes, el turismo sexual en la isla comienza cuando el
gobierno decide incentivar la industria del turismo a comienzos de la década de
los noventa. “Cuando llega el turismo, las jineteras
tienen acceso a la economía del dólar y a un consumo privilegiado”, indica la
doctora en su trabajo Las mujeres cubanas ante el Periodo Especial: ajustes y cambios. Entonces la economía cubana vivía una etapa conocida como el Periodo
Especial. La Unión Soviética había colapsado y
desaparecía junto al subsidio que regularmente enviaba a Cuba. El modo más fácil
para mejorar la economía de la isla era la búsqueda de divisas en el turismo internacional.
Me animé a
acostarme con hombres a los 13 años por curiosidad ya que una compañera ya lo
hacía. Conseguía dólares a diario y me encantaba ese poder adquisitivo
“El fenómeno de la prostitución se propagó como la pólvora. Al mismo tiempo que la
llegada masiva de turistas, miles de jóvenes de todo el país, sobre todo de
zonas rurales, acudían en busca del extranjero y así satisfacer sus necesidades
económicas o para acercar sus ansias de salir de este país a cualquier precio”,
reconoce Arlen. Un oficio al alcance de jóvenes y adolescentes. “La
prostitución no está penada por la ley, aunque no se permite su ejercicio. Eso
sí, el proxenetismo y la trata de personas está gravemente castigado”, añade.
"Solo las pueden acusar de peligrosidad predelictiva de conducta
antisocial con internamientos de uno a cuatro años", admite el el Centro
Nacional de Educación Sexual, Cenesex.
Entre los años 1996 y 2002, el gobierno cubano lanzó
la operación Lacra, una serie de actuaciones policiales con el fin de
poner freno a una ya profusa prostitución que empañaba la imagen de La Habana.
Una ofensiva que solo consiguió mitigar temporalmente el problema y que las
trabajadoras sexuales buscasen otros métodos más discretos para conseguir
clientes. Se hizo más frecuente el uso de intermediarios como trabajadores de
hotel o de discotecas, taxistas o guías turísticos que se ganaban una comisión.
Aunque en su informe sobre Tráfico Humano correspondiente a 2014, el
Departamento de Estado de Estados Unidos había señalado que la isla "es un
país de origen de adultos y niños víctimas de la trata sexual", en el de
2017 han retirado al país de su lista negra de países cómplices con el tráfico
de personas y actualmente lo mantienen ubicado en zona de “observación
especial”. Desde el Departamento
de Estado aseguran que el gobierno castrista no cumple “los
requerimientos mínimos” para la eliminación de la trata de personas aunque
reconoce que las autoridades cubanas estarían haciendo esfuerzos significativos
para hacerlo. Cuba habla de “esfuerzos
continuos”. La exministra de justicia María Esther Reus aseguró
en su momento que en la isla hay “tolerancia cero” con este tipo de delitos relacionados con menores.
Organismos gubernamentales como el Cenesex aspiran a “poder diseñar mecanismos de monitoreo de
la legislación vigente, para realizar propuestas de modificación en los temas
de abuso sexual infantil, prostitución, trata de personas y violencia de
género”, como indica su directora, la sexóloga Mariela Castro, hija del
expresidente Raúl. Castro presentó el pasado año un proyecto de ley para
penalizar a los clientes que contraten servicio sexuales como medida para
frenar la prostitución en Cuba.
La protección de la noche
“Cuando la noche languidece renacen las sombras”,
susurra Yanet, una esbelta y joven mulata de unos escasos 17 años, recordando
una vieja canción. No es la primera vez que la detiene la policía. Porta el
acta de advertencia, un documento que le prohíbe circular por zonas de
afluencia turística en la ciudad. “En caso de continuar jineteando me
arriesgo a cumplir una condena por conducta antisocial, pero no me queda otra”.
“Llevo en esta lucha desde los 13, los fines de semana
a eso de las diez estoy entre Coppelia y el malecón, a la altura del Hotel
Deauville, hasta encontrar algún yuma [turista extranjero]”, cuenta.
Yanet quiere estudiar medicina. “Mi padre es médico, su sueldo mensual, unos 50
dólares, lo puedo ganar yo en una tarde. Es frustrante pensar en un futuro
cercano en esta isla”, comenta.
El gobierno de
La Habana nunca ha reconocido la prostitución como un problema grave y
argumenta que es una ocupación voluntaria
Los hombres también buscan los mismos sueños y
ambiciones. Aunque la prostitución masculina homosexual es
un tema tabú en una sociedad machista llena de prejuicios, la isla siempre ha sido uno de los principales destinos turísticos para gais. “En los últimos años se ha incrementado el número de mujeres que se dejan
ver en compañía de cubanos o cubanas”, confirma el agente Reyes mientras
patrulla por el malecón.
Frank tiene 27 años. Es profesor de salsa en una
conocida escuela de la Habana Vieja y también se prostituye. “Me acuesto con
extranjeros desde los 14 años. Ahora gano muchos euros pero sólo con mujeres,
ya que represento y protejo a varias jineteras”, admite. “Tengo varias
novias europeas que vienen todos los años de vacaciones y es lo que me mantiene
para vivir decentemente junto a lo que gano con las clases de baile. Aunque de
cada cinco clases que me contratan, unas tres se las imparto en la cama. La
oportunidad sería poder llegar a enamorar a alguna e irme a su país”, reconoce
sonriendo con una arrogante sinceridad.
El gobierno de La Habana nunca ha reconocido la
prostitución como un problema grave y argumenta que es una ocupación
voluntaria, incluso siempre rechazó enérgicamente que la isla sea un paraíso sexual. El Comité por la
Eliminación de la Violencia contra las Mujeres de la ONU indicó estar “profundamente preocupado porque el Estado no reconoce la
existencia de la explotación de la prostitución”, rezan las conclusiones. Sin
embargo, la posición del Gobierno es mantener que “el fenómeno
de la prostitución no tiene causas estructurales en Cuba, ya que fueron
eliminadas tras el triunfo de la Revolución”.
“Nadie quiere ser puta cuando sea mayor” dice Arlen,
“pero si te cierran las puertas no te queda opción. Y jinetear al
turista aunque sea de manera ocasional, es abrir una puerta a tu futuro y
sobrevivir al presente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario