Sexo de a tres, cuatro e incluso seis si el espacio lo
permite. En pleno debate sobre el poliamor y las parejas abiertas en Argentina, la Legislatura de Buenos Aires levantó hoy la prohibición de aceptar a más de dos personas por habitación
en los albergues transitorios, una medida que regía desde la última dictadura.
Los propietarios de los hoteles por horas celebraron la modificación de una ley
retrógrada que les imponía múltiples restricciones y no tenía en cuenta los
cambios socioculturales de los argentinos a lo largo de los últimos 40 años.
"Pasamos a ser una actividad hotelera más. Hasta
ahora estábamos regulados por una ordenanza municipal del año 78 que nos
clasificaba como una actividad tolerada, la única encuadrada en ese
calificativo, considerada una actividad poco honorable, que lindaba casi con lo
ilegal", subraya José Manuel Capelo, titular de la Federación
argentina de alojamientos por hora.
El origen de este tipo de hoteles se remonta al año
1937, cuando se promulgó la Ley de profilaxis que puso fin a los prostíbulos y
dio pie a la aparición a los amueblados, casas con pocas habitaciones
que se alquilaban por horas. En 1960 una ordenanza los legalizó como hoteles
alojamiento por horas y en 1978 otra impuso las restricciones que han estado
vigentes hasta ahora.
El telo (hotel con las sílabas invertidas), la
denominación más común a día de hoy, está integrado en el paisaje urbano de
Buenos Aires. Su arquitectura destaca por la discreción: las puertas de entrada
son pequeñas y opacas; se accede casi siempre desde calles secundarias; los
espacios comunes son mínimos; el recepcionista suele estar tras un vidrio
oscuro y no registra el nombre de los huéspedes; y las ventanas, de existir, es
difícil verlas abiertas. Dentro de las habitaciones abundan las paredes y
techos espejados, las luces de colores y los jacuzzis, aunque los hay también
con elementos de fantasía como reproducciones de automóviles o de destinos
exóticos.
A diferencia de los hoteles, las habitaciones no se
reservan por días sino por turnos -que varían entre las dos y las cuatro horas
según la franja horaria y el establecimiento- o por noches, habitualmente
después de las dos o las tres de la madrugada.
No hay barrio de Buenos Aires sin telos, pero en la
última década han cerrado medio centenar y los 140 que quedan en actividad
atraviesan horas bajas. La subida de los costes -en especial el brusco aumento
de la factura eléctrica, más de un 1000% desde 2015- y el descenso de la
demanda lleva a muchos propietarios a vender esos codiciados edificios a
desarrolladores inmobiliarios en vez de continuar un negocio que cada vez tiene
menos rentabilidad.
"Son estructuras muy grandes con mucho costo,
como empleados, tarifas de servicios e impuestos. Y hay opciones nuevas que
ofrecen mejores servicios al mismo precio, por ejemplo los hoteles
boutique", dice uno de los socios de un albergue temporario que cerró
meses atrás. "El negocio no se ha modernizado", admite, al señalar
que han perdido gran parte del público más joven, esas parejas que recurrían al
telo al no tener casa propia.
Capelo también destaca el cambio de público. "A
las parejas más jóvenes la crisis económica los inhabilita y prueban de
quedarse en la casa familiar. Hace 20 años era algo impensado, pero hoy por hoy
es muy común", señala. Además de los amantes, clientes regulares de los
telos en todas sus épocas, hay también matrimonios que buscan salir de la
rutina o "encontrar un lugar íntimo que en la propia casa no tiene",
según el empresario.
En 1998, la ordenanza se modificó para permitir la
entrada de un máximo de dos personas sin distinción de sexo. Quedaba atrás la
obligatoriedad de que los clientes fuesen hombre y mujer. A partir de ahora,
los telos se abren también a tríos, parejas swingers y grupos.
"Tenemos que ejercer la libertad de ir con quién queramos y con cuántos
quieran", dijo a medios locales el autor de la ley recién aprobada, Sergio
Abrevaya. "Que el límite sea sólo el consentimiento de cada uno",
concluyó.
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