Ejemplos de mariposas buscadas y coleccionadas por Margaret Fountaine.
Pasión por los insectos
Hubo una época
durante la cual para entender la ciencia se dibujaba la naturaleza. Para
ser científico, en parte, se tenía que ser artista. Esto es lo que inspiran las
primeras páginas del libro Pasión por los insectos: Ilustradoras, aventureras y entomólogas (Turner, 2019) de Xavier Sistach,
especialista en historia natural antigua de los insectos y colaborador del Museo de Zoología de Barcelona. Los dibujos al inicio de la
obra son las pinceladas de muchas naturalistas cuyos nombres se quedaron siglos
en la oscuridad, pero que fueron pioneras en el estudio de la naturaleza.
Láminas de la ilustradora Maria Sibylla Merian (1705). Pasión por los
insectos
Entre ellas se encuentran Miriam Rothschild, la
primera en resolver el mecanismo del salto de la pulga, Maria Sibylla Merian,
precursora de la entomología sobre insectos vivos, Mary Kingsley, una
exploradora que se fue a África con un revólver y una navaja bajo la
falda, y la lista es mucho más larga. El entomólogo catalán vuelve a dar
vida a 51 mujeres de generaciones y naciones distintas, unidas por la misma
pasión y desdeñadas por la mentalidad del pasado. “Lo que hacía una mujer se
consideraba menor y ellas temían publicar por miedo a ser despreciadas”,
explica Sistach. El especialista no escribió la obra por cuestiones de género
sino porque fueron “grandísimas investigadoras”.
Los insectos se veían como las “bestias del diablo” y
la mujer que se interesara en ellos como "fea" o indigna. El autor
asocia el temor del humano a los insectos, aún presente, a su
ignorancia. Estos seres vivos pican la piel, chupan la sangre e incluso
transmiten enfermedades y matan. “Pero las personas solo conocen los
insectos que les rodean. Si observaran la naturaleza se darían cuenta de la
variedad y de la belleza de esos seres vivos”, explica.
En busca de un nuevo mundo
Muchas mujeres, desde el siglo XVII, entendieron esa
dinámica. María Sibylla Merian viajó sola a los 52 años a Surinam y dibujó con rigor unos 200
insectos. La experta describe sus observaciones como si fuesen trucos de magia
y los insectos hadas al estilo de Campanilla: “Una vez su piel se dividió
sobre el dorso, salieron moscas verdes con alas transparentes”. El trabajo de
la ilustradora careció de reconocimiento durante tres siglos. Algunos hombres
dijeron que cometía errores graves debido a su falta de formación y por ser
mujer, pero luego se comprobó que sus descripciones eran exactas.
La vuelta al mundo se
asocia a la expedición marítima del siglo XVI de Fernando de Magallanes y Juan
Sebastián Elcano o la novela célebre de Julio Verne. El nombre de Ida Laura Pfeiffer no le suena a mucha gente. Fue una viajera y naturalista que recorrió dos
veces el mundo sola a bordo de veleros, caballos, camellos o a pie, en busca de
nuevas especies. Aunque sin formación científica, esta mujer del siglo XIX
tenía un agudo conocimiento porque vivió literalmente con los insectos: “Ida no
solo los recolectó y observó, sino que también los padeció”, escribe Sistach.
Un esclavo ataca a Ida en Brasil, 'Voyages autour du monde de Mme Ida
Pfeiffer' (1885).
Las viajeras se enfrentaron a peligros como el
canibalismo, a problemas de insalubridad y a enfermedades de las cuales algunas
murieron. La exploradora y escritora Mary Kingsley llegó a matar a un elefante
furioso con un rifle y se paseaba por una África insegura, con una navaja y un
revólver bajo la falda. En tiempos de guerra y conquistas, todas cazaban
mariposas e insectos en general bajo la mirada de una sociedad regida por
hombres.
Los científicos ya no viajan igual y no tienen los
mismos dotes de observación, cuenta Sistach. El experto echa de menos la
aventura, el descubrimiento de un mundo que sorprenda y que promueva la
curiosidad. “Ahora todo es más uniforme. El mundo ya no es lo que era. La
ciencia debería recuperar la humanidad del pasado. Descubrir nuevas especies es
muy difícil actualmente porque la naturaleza desaparece”, asegura el
investigador.
Curiosidades de una naturaleza consumida
Actualmente hay 1.300.000 insectos clasificados y
entre 10 y 30 millones aún pendientes por descubrir. En la entomología siempre
habrá misterios sin resolver, opina Sistach. Al quemar un árbol de la Amazonia,
desaparecen especies endémicas que solo vivían ahí y que nunca podrán ser
descubiertas. “Me parece surrealista y de una inconsciencia tremenda que se
priorice el negocio a la conservación de la naturaleza”, asevera.
Los insectos se
veían como las “bestias del diablo” y la mujer que se interesara en ellos como
"fea" o indigna
Las 51 científicas eran conscientes de la belleza de
la tierra y fueron a por ella. Además de dibujar las alas y el cuerpo de una
libélula con minucia, muchas de ellas criaron insectos para observar su
comportamiento. Las hormigas, que cualquiera aplasta sin darse cuenta, fueron
los animales de compañía de Adele Marion Fielde. Esta especialista del siglo
XIX fue la primera en descubrir la psicología de la hormiga. El animal diminuto
puede recordar un olor durante tres años gracias a sus antenas y tiene sentimientos
humanos. En una caja dos hormigas obreras vivían juntas desde siempre pero
Fielde retiró a una de ellas y la que se quedó sola la buscó sin cesar por todo
el nido.
Miriam Rothschild, en medio de la Segunda Guerra
Mundial y después de que su laboratorio fuera destrozado por una bomba alemana,
descubrió que una pulga “era capaz de saltar treinta mil veces sin pausa ni
fatiga y tan alto como el Empire State Building lo sería para el salto de un humano”.
Las mujeres en un mundo de hombres
“Era imposible obtener el reconocimiento como
científica sin tenerlo también como dama respetable”, escribe Sistach. En toda
su obra hay un mínimo de 50 referencias al desprecio, a la injusticia y a los
obstáculos que tuvieron que enfrentar las mujeres. Hasta Miriam Rothschild, que
clausura la obra y el siglo XX, las investigadoras no siempre firmaban sus
escritos, se las acusaba de plagio, no podían ejercer su trabajo sin ser
juzgadas, sus descubrimientos se dejaban de lado y estudiaban a escondidas.
Me parece
surrealista y de una inconsciencia tremenda que se priorice el negocio y el
poder a la conservación de la naturaleza
En esa época se exploraba un nuevo mundo que hoy no
suscita el mismo interés, explica el autor. "Nadie vive de la venta de
colecciones de insectos", añade. Sistach argumenta que los museos están
saturados y son escasos los especialistas por falta de recursos. Eso sí, el
papel de la mujer ha mejorado mucho, pero "falta recorrido para que las
científicas obtengan el mismo reconocimiento laboral que los hombres",
concluye el historiador que pasó 30 años coleccionando insectos.
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