«En el 016 me cuelgan y no
sé dónde acudir», lamenta Juan Carlos López. Su caso y el de Guillermo forman
parte de las estadísticas de «violencia doméstica». Denuncian estar
desamparados y con falta de recursos
Juan Carlos López interpuso denuncias cruzadas con su
exnovia, pero solo prosperó la de ella. En la imagen, posa en el piso de una
persona que se solidarizó con él y le dio techo, en la zona de Vistalegre de
Madrid - GUILLERMO NAVARRO
María Ángeles Jaime de Pablo, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, dijo en una
reciente entrevista radiofónica que hay nueve mujeres agredidas por cada
hombre. Lo recogen varios informes institucionales. Para algunos, darles voz
también a ellos significa infravalorar (o eclipsar) el problema que durante
décadas han tenido las mujeres, sometidas en el círculo doméstico a un maltrato
silente. Que no salía del muro del hogar. La violencia machista tardó en
estallar, pero, con fortuna, la ley de 2004 acabó por dimensionarla y
destaparla. Pese a la norma que las protege, 55 mujeres fueron asesinadas por
sus parejas o exparejas, en 2019, la cifra más alta del último lustro. No hay
que olvidarlo. Mientras, la violencia ejercida de mujeres a hombres se cataloga
como «violencia doméstica», aunque las estadísticas oficiales dicen que tiene
porcentajes mínimos.
Según expertos como Miguel Lorente, el único hombre que ha sido delegado del
Gobierno para la Violencia de Género, si un hombre es maltratado tiene medios
donde acudir: «Se dice que no hay una ley específica que los proteja, pero
tienen la ley de atención a víctimas de violencia. Si un hombre es agredido
debe dirigirse a las oficinas de atención a víctimas que hay en los juzgados,
así como en las comisarías de Policía». Sin embargo, parece que, en la
práctica, no lo tienen tan fácil.
«Es políticamente incorrecto y parece que das alas al
negacionamismo de Vox cuando nos quejamos por que el hombre también quiere
protección.
El hombre está más desprotegido», dice Guillermo, una
de las víctimas que frisa la treintena y que interpuso una denuncia contra su
ahora exnovia. Además, cuenta Carlos Herráiz,
abogado de la Asociación de
Padres Separados, se exigen pruebas al hombre (un parte de lesiones
físicas) que ya no se piden a la mujer cuando interpone una denuncia. El
hombre, cuando es denunciado como presunto agresor, pasa la noche en el
calabozo si es arrestado tras la denuncia de su ex o su mujer.
Lorente, médico forense y director de la Unidad de
Igualdad de la Universidad de Granada, estima que hay muy pocos hombres
maltratados y resaltar ese ínfimo número supone ningunear la violencia machista
que han denunciado un millón y medio de mujeres en los últimos 15 años, los que cumplió
el pasado 28 de diciembre la Ley Orgánica de Protección Integral de la Mujer.
«La machista es una violencia estructural, justificada por ciertos sectores de
la población, es una construcción cultural que se llegó a normalizar. Estamos
equiparando cosas que no son iguales. No digo que a un hombre no le pueda pegar
su mujer, pero por estadística son muy pocos casos», afirma. Si es necesario
que las autoridades profundicen en la materia y diseñen una nueva estrategia,
se debe hacer, pero sin cuestionar, resalta Lorente, la violencia sexista, como
trata de hacer en sus declaraciones algún dirigente de Vox, dice.
Juan Carlos López llama desesperado a ABC. Asegura que lo ha hecho antes varias veces al 016 y le cuelgan porque es
un hombre. «Soy un hombre maltratado. ¿Dónde tengo que llamar? Pensaba que el
teléfono de atención a las víctimas de violencia de género me ayudaría y me
dicen que “no llame porque no soy una mujer”». Juan Carlos padece una
esquizofrenia, como Nuria, su ex.
La enfermedad puede ser un lastre para casos de maltrato o violencia mutua.
Maltrato de los dos
En un vídeo que él aporta como prueba a la Policía
cuando ella le denuncia, se escuchan insultos por parte de los dos. Nuria le
golpea con el plástico de una carpeta, él devuelve «el carpetazo». Es
desalojado de la casa por dos agentes. El domicilio es de ella, porque este
hombre se mudó hace cinco meses para compartir techo, así que se queda en la
calle. Sin sus pertenencias. «No tengo dinero, vivo con mi pensión de 670
euros, no llevo ni una cazadora. Y está lloviendo mucho», solloza al otro lado
del teléfono. «Ayer fue el juici o y me han puesto una orden de alejamiento,
así que no puedo acercarme y pedirle mis cosas». Un vecino le recoge en la
calle, en la zona de Vistalegre de Madrid, donde Juan Carlos se estaba resguardando del frío.
Lamenta: «No se nos hace caso. Ella dijo que le habían
golpeado con dureza, siendo mentira, y se le creyó. Los policías no me dejaron
coger ni mi DNI. A mí nadie me ayuda, cómo se permite esto, no he matado a
nadie. Las mujeres abusan y yo no sé a quién acudir».
Como él, Guillermo [nombre ficticio que exige ante el
temor a ser reconocido en su empresa] se confiesa maltratado. Una noche quiso
denunciarla, tras una monumental bronca, pero el agente de Policía comenzó a
pedirle pruebas. «Si no tienes
cardenales o un parte médico, no puedes hacer nada. Era vergonzoso. Te
sientes humillado, pero el maltrato de la mujer es más inteligente, más
machacón, continuo, hasta dejarte reducido a poca cosa. No tienes ganas de
nada, te sientes menos que nada. Y el agente no se cree que lo seas, porque no
te agrede físicamente».
Guillermo personifica las palabras que el abogado
Herráiz traslada a este periódico: «La mujer agresora no lo hace con los puños.
Algunas también, pero son muy pocas y demostrarlo es muy complicado». Según el
también forense y psicólogo doctor
Carlos Cuadrado, se les pide un completo informe psicosocial al
que se resisten algunos hombres por «vergüenza».
Herráiz se refiere al ámbito judicial en el que se
desempeña cada día: «Hay una oposición total por parte de las fiscales a
aceptar ese maltrato, porque dicen
que es una contradenuncia, un arma que se saca el hombre para
ocultar su propio maltrato. La violencia de género puede ser bidireccional, e
igual que hay Juzgados especializados de Violencia de Género, debería saber
cómo juzgarse “la agarrada” por parte de una mujer. Normalmente a las agresoras
se les fijan penas mínimas, consideradas un delito leve, si se les juzga.
Incluso he llevado a varones que han acreditado que les han pegado y también ha
sido así».
«El maltrato mental provoca
problemas de peso, trastornos adaptativos y depresión»
Herráiz añade otro reproche airado contra la Justicia.
En su opinión, la doctrina del Tribunal Supremo solo contempla que se pueda infligir maltrato psicológico a una mujer,
no al revés, «no lo define». En el caso del hombre, siempre es dentro del seno
familiar y así se juzga. Cuando ellas denuncian, se activa el protocolo
previsto en la ley y a ellos no les dan ni voz. Habría que examinar cada caso
en profundidad.
«Se están merendando el derecho»
En el caso de los hombres se pide un índice probatorio
mayor, a juicio de la Asociación de Padres Separados. «Lo de que el derecho
penal en España es el más garantista se lo han merendado. Debe defender los
derechos constitucionales de todas las víctimas. Pero el hombre maltratado no
tiene teléfonos, ni pulseras, hay que cambiar el protocolo», señala el letrado.
Desde esta entidad, que cuenta con 200.000 socios, reprueban que no se manejan
estadísticas rigurosas sobre este fenómeno. «Los partes médicos no llevan ni
foto –apela el doctor Cuadrado–. El maltrato mental provoca obesidad o pérdida
repentina de peso, trastornos adaptativos, se debe ver como un problema de
salud». Comenta el caso de un varón de Móstoles que fue relegado en su empresa
por la depresión que padecía fruto del maltrato. Aportó el diagnóstico de un
psiquiatra y pudo demostrarlo.
«Quizás porque se sienten poco amparados por el
sistema, a los hombres les cuesta muchísimo denunciar. El prejuicio existe. Y temen por su situación privada, además del
derroche económico. Hay hombres que se han gastado 50.000 euros en abogados.
Están desgastados cuando empiezan el proceso y algunos no quieren
complicaciones. “¿Cómo voy a hacerlo si me puedo quedar detenido?”, piensan.
Se avergüenzan, lo tienen muy
tapado». En la asociación, hay hombres muy reputados, como el dueño de
una empresa que tiene 45 años, cuya proyección social se puede ver resentida,
en su opinión, si lo manifiesta. Vive con agonía.
«Te
vas a arrepentir de haber nacido» y otros mensajes del calvario masculino
En las últimas semanas, varios son los hombres
presuntamente acosados o maltratados por sus ex que han saltado a la luz
pública: en un municipio próximo a Madrid, un hombre lleva a su ex a juicio.
Aporta pruebas por las que ella lo telefonea sucesivamente, de forma
ininterrumpida, profiriendo insultos y amenazas. En un día 111 veces. Ella es absuelta.
En Málaga, una mujer fue detenida a comienzos de
noviembre tras someter a su expareja a un calvario de llamadas ocultas y
amenazas. «Te tengo un asco que te vas a arrepentir de haber nacido», escribió,
y él lo aportó como prueba de su martirio. Fue ella, no obstante, quien
denunció en septiembre a su ex, un malagueño de 44 años. De esa denuncia
afloraron los 300 mensajes de ella:
«Voy a contratar a alguien para que estrelle el coche contra el de tu exmujer
cuando vayan tus dos hijas dentro». Fue acusada de un delito de acoso contra la
libertad de las personas.
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