Largas colas en el un supermercado en Majadahonda
(Madrid) Carlos Rosillo Antúnez
El confinamiento dejará huella en la báscula y en la
salud de los ciudadanos. Entre dos y cinco kilos de más y un incremento de los
índices de sobrepeso y obesidad, según los expertos consultados, será la
factura que pagarán los ciudadanos por estas semanas de encierro. El estrés
emocional y los problemas económicos derivados de la gestión de la pandemia
abocan al consumo de productos poco saludables, como muestra el incremento en la
compra de harina (un 196%) o de alcohol (un 57%). La
falta de actividad física corona unos hábitos de vida que ponen en riesgo la
salud.
La pandemia se ha convertido en un cóctel perfecto de factores de riesgo, en niños y adultos. La ausencia de ejercicio físico, las horas delante de
las pantallas, el consumo de alimentos procesados para matar el estrés, el
miedo o el aburrimiento. Todo ello configura el caldo de cultivo perfecto para
disparar la báscula y elevar, más si cabe, las cifras de exceso de peso. “Lo
esperable es que aumente entre tres y cinco kilos. La lucha contra la obesidad
es un castillo de naipes. En pocos días puedes perder lo que habías conseguido en meses”, apunta Albert Goday, jefe de sección del Servicio de Endocrinología y Nutrición
del Hospital del Mar de Barcelona. El 17% de los adultos y el 10% de los niños
padecen obesidad en España.
A falta de datos o estudios concluyentes sobre el
impacto que tendrá el confinamiento en el peso, los expertos hacen sus
estimaciones, aunque con prudencia. Según la Sociedad Española de la Obesidad
(Seedo), los niños y adolescentes pueden aumentar de peso un 5%. “Es bastante
previsible que haya un aumento de peso. En un mes de confinamiento, con que
aumentes en 200 kilocalorías el consumo, que no es nada, ya es un kilo más”,
advierte Francisco Tinahones, presidente de la Seedo. Esas 200 kilocalorías
adicionales se consiguen, por ejemplo, comiéndose diariamente varias galletas,
explican desde la Seedo.
La compra de harina ha crecido un 196% y la de
alcohol, un 57%
Eduardo Iglesias, coordinador del grupo de
investigación Intervenciones Traslacionales para la Salud de la Universidad de
Oviedo, es uno de los investigadores que ha empezado a medir el impacto del
confinamiento en los hábitos alimentarios. “Queremos saber la percepción
subjetiva del cambio, si hacen más o menos ejercicio, si duermen más, si comen
más de esto o de lo otro, y, sobre todo, por qué”, explica. Con datos de 3.000
personas, los resultados preliminares arrojan cambios en los hábitos de la
gente en esta etapa. “Se ven consumos mayores o menores de determinados
alimentos. Uno de los motores que generan estos cambios es lo relativo a la
actividad física y hemos visto que se polariza: hay más gente que no hace nada
y más gente que hace deporte”, señala. El estrés y el aburrimiento también son
motores de cambio, explica el investigador. “Aunque no necesariamente significa
comer más. Pueden estar nerviosos y comer menos”, matiza.
Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación,
la compra de chocolate ha aumentado hasta un 60% en la tercera semana de
confinamiento. Los snacks y frutos secos, por su parte, han subido
también hasta un 61%; y la cerveza y otras bebidas espirituosas, en torno al
42%. “Cuando estás en situación de estrés, depresión y aburrimiento se producen
ingestas compensatorias para subir los niveles de serotonina. Esto genera
pulsiones alimentarias hacia productos que provocan satisfacción, como la grasa
y el azúcar.
Se produce una sensación de alivio y hace de
ansiolítico, como el consumo moderado de alcohol, que genera una secreción de
endorfinas que tiene el mismo efecto”, explica Javier Aranceta, presidente del
comité científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.
Los expertos auguran un incremento de la prevalencia
del sobrepeso y la obesidad. “El organismo siempre ahorra energía. Lo que
podemos retroceder estas semanas en peso tardaremos bastantes meses en volver a
bajarlo”, explica Goday. El endocrinólogo es el principal investigador de una
revisión científica que concluye que ocho de cada 10 hombres y el 55% de las mujeres tendrán sobrepeso u
obesidad en 2030.
El confinamiento ha desperezado las capacidades
culinarias de los ciudadanos, pero no siempre hacia comidas saludables. De
hecho, la compra de pescado fresco ha bajado y la de azúcar y cacaos ha subido
un 60% y un 30%, respectivamente.
“Para ocupar el tiempo, estamos cocinando más. Quizás
comemos más sano, pero también descuidamos las cantidades”, apunta Rocío
Basanta, psicóloga del Grupo Gallego de Tratamiento de la Obesidad Grave. Dejar
de vestirse, apostilla la experta, tampoco ayuda a tomar conciencia del peso
individual. “Muchas personas descuidan la ropa y están todo el día en chándal y
pijama. No cuidas tanto tu aspecto, que es cuando te das cuenta de si subes de
peso o no”, señala. La psicóloga aconseja vestirse y ponerse como reto no subir
de peso, también usar recipientes para comer que permiten ver cuánto se está
ingiriendo. “Un error que cometimos fue acumular comida en casa por miedo al
desabastecimiento. Esas son compras insensatas y poco sanas. Hay que
comprar con prudencia”, advierte.
“Lo esperable es que se suba entre tres y cinco
kilos”, calcula un médico
El parón económico que causa el confinamiento también
es un factor de riesgo. Por el impacto de una eventual crisis monetaria de
muchas familias. Y los augurios económicos no son buenos. “Hay una relación
directa. La obesidad se asocia al nivel socioeconómico y es más alta en las
clases desfavorecidas. Además, los alimentos más saludables son más caros”,
zanja Tinahones.
Los profesionales temen, especialmente, que se
descompensen las personas que ya están diagnosticadas de obesidad o sobrepeso.
De entrada, ya son un colectivo de riesgo para muchas enfermedades
sobrevenidas, también para la infección por coronavirus. Y el hecho de que los
hospitales hayan suspendido consultas presenciales de otras especialidades para
contener la pandemia puede poner en peligro la adherencia de estos pacientes al
tratamiento. “Un factor que se asocia a que el curso clínico vaya bien es la
frecuencia de la visita médica: la respuesta es mejor cuantas más visitas. Si
podemos contactar menos con los pacientes, el peso va a subir, aunque
intentemos reconvertirnos a la telemedicina. La visita directa siempre tiene
capacidad de adherencia”, apunta Goday. Coincide Aranceta: “Esta falta de
recordatorio y evaluación puede hacer que estos pacientes se despisten. Más de
la mitad de los que tienen obesidad y sobrepeso van a aumentar la masa
corporal, y los que estaban en tratamiento perderán adherencia”.
Hacer ejercicios en casa, sentadillas o flexiones, y
ser disciplinados con la comida son algunas de las propuestas de los expertos.
Y, sobre todo, insiste Basanta, “ponerle remedio y no dejarse ir” cuando pase
el confinamiento.
Estudios en marcha ahora desvirtuados
El confinamiento también ha provocado que se
desvirtúen las intervenciones iniciadas en el marco de estudios científicos.
“Esos estudios los seguimos haciendo, pero ya se ve una diferencia
importantísima desde el mes antes del confinamiento.
Una persona con una dieta
hipocalórica y mediterránea, que estaba perdiendo entre tres y cuatro kilos,
ahora ya nos damos con un canto en los dientes si no suben de peso”, admite
Tinahones. El estudio Predimed, sobre el estilo de vida y la dieta
mediterránea, sigue a 6.000 personas. A propósito de la dificultad de seguir a
los participantes debido a la suspensión de las consultas presenciales en los
hospitales por el coronavirus, esta investigación también se ha resentido.
“Nuestra gran preocupación es que perdamos lo que hemos conseguido en estos
tres o cuatro años. Intentamos ver si podíamos seguir con las visitas
presenciales y, cuando vimos que no, miramos de hacerlo a través de un soporte
telemático”, explica Goday. En cualquier caso, insiste Tinahones: “Los pacientes
en estudios que están con medicación e intervención dietéticas, intentamos que
sigan adelante”.
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