El edificio del recinto ferial de Madrid fue un proyecto de los arquitectos
Estanislao 'Tanis' Pérez Pita y Jerónimo Junquera. Se ajustaron al pliego del
concurso pero añadieron un detalle que hoy ha resultado crucial en la crisis
del coronavirus. | Getty
Estos días varios pabellones de Ifema se han transformado en un gran hospital improvisado para descongestionar los centros sanitarios madrileños durante
la crisis de la COVID-19. No ha sido fácil llegar hasta aquí, aunque se ha
hecho con bastante celeridad: tras el caos inicial, generado básicamente por
motivos organizativos, las cosas funcionan ya con más agilidad. Y en esto –pese
a los problemas que a priori plantean los edificios diáfanos como
hospitales de campaña en casos de virus de contagio– ha sido
clave el diseño arquitectónico del recinto ferial, que en su día previó hasta
lo que era imposible prever.
Allá por 1985, nadie podía imaginar que España, y el
mundo, acabarían necesitando levantar hospitales de campaña en cuestión de horas. Como cada día tiene su afán, la prioridad entonces era construir un país
dinámico y con tejido industrial, a la altura de la imagen de modernidad que
proyectaba el fenómeno de la Movida. En este contexto, los arquitectos
Estanislao Tanis Pérez Pita y Jerónimo Junquera ganaban el concurso de
los recintos feriales de Madrid, que Junquera define hoy como "un sueño
del alcalde Tierno Galván".
Compañeros de estudios y colaboradores en múltiples
proyectos, Junquera y Pérez Pita acometieron tareas tan exigentes como la
rehabilitación de la Biblioteca Nacional o la sede de Red Eléctrica en
Alcobendas. Pérez Pita falleció en 1999, a la corta edad de 56 años, pero para
entonces había tenido tiempo de obtener el Premio Nacional de Arquitectura,
dirigir varias revistas especializadas y ejercer como profesor en la Escuela de
Arquitectura de Madrid (ETSAM). Hoy, el estudio Junquera Arquitectos, que retomó el camino de la
dupla original, tiene cuatro socios: Jerónimo Junquera, sus hijos Ana y
Jerónimo, y la esposa de este último, Mireia Muntaner.
Vista aérea del recinto ferial. Los pabellones se disponen enfrentados dos
a dos en torno a un eje central. Además, los arquitectos aportaron una galería
con forma de espina de pez en el subsuelo, que permite introducir cualquier
servicio o cable a cada 'stand'. | Getty
En su diseño para Ifema, Junquera y Pérez Pita respetaron
escrupulosamente las especificaciones del concurso, que establecían un eje
central a cuyos lados se disponían los pabellones enfrentados dos a dos,
abierto con sendas puertas de acceso en los extremos norte y sur y un anillo de
circulación rodada que rodease el conjunto para proporcionar el acceso de los
servicios. Pero, además de esto, los arquitectos aportaron una idea propia que
hacía más eficiente la provisión de suministros al interior de los pabellones:
una galería dispuesta según un esquema con forma de espina de pez y cuyo
transcurso resulta imposible seguir con la vista, ya que se hizo construir en
el subsuelo.
En conversación telefónica, Jerónimo Junquera explica
de dónde procedía la inspiración para esta idea: "Sáenz de Oiza decía algo
así como que un edificio es similar al cuerpo humano, que tiene una estructura
ósea para sostenerse, una serie de órganos que deben funcionar y también una
piel para hacerlo bello. Nosotros diseñamos el aparato circulatorio, con sus
arterias, sus venas y sus pequeños capilares para llevar la sangre hasta los
pabellones".
Croquis del sistema de túneles en los pabellones de Ifema. | Junquera
Arquitectos
Poco imaginan los visitantes que cada año abarrotan
ARCO o Fitur que bajo sus pies se despliega una extensa red de túneles y
conductos que surten a los stands de desagües, electricidad, telefonía y
datos o aire comprimido. "Por ahí puedes meter lo que sea, porque en su
día lo diseñamos con bastante holgura para que siguiera dando servicio a unos
edificios que iban a durar 80 o 100 años, los que fueran", detalla
Junquera.
Sistema de conexión de todos los pabellones con la sala general de máquinas
a través de las galerías subterráneas. | Junquera Arquitectos
Su estudio ha diseñado varios centros de salud, entre
ellos el hospital de Tierra de Barros, en
Almendralejo (Badajoz), de modo que algo sabe sobre las necesidades de esta
tipología de edificios, que tienen con un recinto ferial más en común de lo que
en principio podría pensarse: "Ni te imaginas la cantidad de tubitos
que tienen que llegar hasta cada habitación de un hospital. Si esto hubiera
tenido que montarse en un polideportivo habría sido necesario construir muchas
infraestructuras, pero en el caso de Ifema ya estaba todo hecho bajo el
suelo".
Eje central a cuyos lados se disponen los pabellones de Ifema. Al fondo, la
entrada norte, en el extremo opuesto, la sur. | Junquera Arquitectos
Otro arquitecto, Juan Carlos García-Perrote, valora
especialmente esta solución. Como coordinador de Reset, un grupo de profesionales colegiados en el COAM que tiene, entre otros
objetivos, potenciar el papel del arquitecto como profesional ante la sociedad,
expone una opinión colectiva: "Siempre hemos pensado que los pabellones de
Ifema son un ejemplo de buena arquitectura que cumple diversos requerimientos.
Entre otras cosas son muy versátiles y están muy bien proyectados, con esa
previsión de galerías de servicios y sótanos equipados que han hecho posible su
adaptación [a hospital de campaña] con tanta rapidez y eficiencia".
Para Junquera, esta renovación tardía e inesperada de
la vigencia de su diseño sirve para resaltar ciertos valores esenciales de la
arquitectura que corrían el riesgo de perderse: "Ahora me dicen que qué
gran invento esas galerías. Y yo me siento muy satisfecho, porque pienso que un
cuerpo debe tener buenas venas, cuando últimamente solo se estaban haciendo
bonitas pieles sin nada detrás. Nada más que belleza; y eso cuando la hay,
claro".
Uno de los tres pabellones transformados en hospital estos días en Ifema.
Los tubos y cables llegan a los puestos de los pacientes a través del sistema
de galerías subterráneas. | Getty
Puede que de Ifema a nadie se le ocurra destacar
precisamente la tersura de su piel. Pero sí queda claro que como respuesta
funcional a una serie de necesidades –ya fueran previsibles o inimaginables– la
feria madrileña no podría resultar más eficaz. Y también en eso hay una forma
de belleza.
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