jueves, 9 de agosto de 2018

Hablando de tríos se entiende la gente: do’s y don’ts de incluir a un tercero en la pareja

Donde caben dos, caben tres:
· Si lo de hacer un trío con tu pareja te pone, no estás solo: al 22,5% de los españoles también
· ¿Qué hay que tener en cuenta antes de llevarlo a la práctica? Una sexóloga nos lo cuenta 
Los tríos son la fantasía sexual preferida de los españoles: al 22,5% le encantaría realizar un trío con su pareja y alguien del mismo sexo que esta, según una encuesta del Club Opinamos. El paso del tiempo y la rutina pueden hacer mella en una relación estable, así que es normal que busquemos revulsivos que nos den vidilla en la cama y nos hagan recordar la excitación que sentíamos en los primeros meses (o años, en el mejor de los casos) de relación. Si la idea de incluir a un tercero ronda nuestras cabezas, ¿por qué sigue siendo tabú para muchas parejas? ¿Qué se debe tener en cuenta antes de ponerlo en práctica?
Es lo que le hemos preguntado a la psicóloga y sexóloga Marian Ponte, quien antes de empezar nos recuerda que “en la sexualidad, el órgano mejor dotado no son precisamente los órganos sexuales, sino nuestro más estimado cerebro”. Vamos, que no dejemos que ABSOLUTAMENTE todo el riego sanguíneo fluya hacia nuestros genitales y le pongamos algo de cabeza al asunto. Al menos, de momento.
Lo que sí
Nos situamos en la casilla de salida. Igual que cuando nos sentamos a jugar a un juego de mesa nos leemos previamente el reglamento del mismo (o deberíamos, para no acabar siempre con el consabido “es que en mi casa jugamos así”), con los tríos pasa lo mismo. Lo más sano es que antes de ponernos manos a la obra establezcamos unas reglas del juego: qué es lo que está permitido y qué no, hasta dónde se puede llegar, qué hacer en caso de que uno de los dos se sienta incómodo, etc. “En ocasiones – reza Ponte- vienen problemas por no haber pactado unas condiciones y es cuando vienen las sorpresas: ella ha disfrutado más y él no se lo esperaba, a ella no le ha gustado ver que estaba con otra o lo que sea. Hay que establecer unas normas para no transgredir lo que a uno le puede herir”. Y en esto, como en todo: CO-MU-NI-CA-CIÓN.
¿Tres son multitud?
Hay que hablar, poner de manifiesto nuestras voluntades, definir unos límites y atar todos los cabos que sean posibles. Entre ellos, el del tercer partner in crime. ¿Se lo decimos a una persona de nuestro círculo o es mejor hacerlo con alguien ajeno a la pareja? Todo depende de nosotros. “Hay quienes tienen muy claro que buscan solo sexo, por lo que prefieren seleccionar a alguien que no haya formado parte de sus vidas para que no haya líos después”, defiende Ponte. Otros, en cambio, reniegan de este frío “aquí te pillo, aquí te mato” y optan por concertar varias citas antes con la persona con la que se vaya a realizar el intercambio “para ver si existe sintonía” y que el momento de entrar en materia no sea tan brusco. “Aunque esté pactado, si no estamos acostumbrados a introducir elementos externos en nuestra relación esta puede ser una forma de ver si realmente nos sentimos cómodos con lo que vamos a hacer. Así evitaremos sorpresas de última hora o descartaremos cuestiones emocionales que puedan afectarnos de un modo que no esperábamos”, relata la sexóloga.
Es muy común que las personas que reconocen tener fantasías digan que si las llevaran a la práctica perderían su fuerza. Pasar a la acción podría implicar pasarlo mal o sentirnos heridos, mientras que la imaginación no tiene límites”
Marian Ponte, psicóloga y sexóloga
Aquí también entran en juego, por supuesto, nuestra madurez sexual y la confianza que tengamos con nuestra pareja: mientras el intercambio no sea de sentimientos, ambos expliciten sus motivos y se hagan cargo de la parte proporcional que les corresponde, no tiene por qué verse afectado el vínculo de pareja. “Saber que el compromiso de la pareja está por encima de todo facilita no entrar en dinámicas non gratas. El vehículo es la confianza porque sin ella no hay disfrute, sino tensión, desconfianza, rencor, peores relaciones sexuales y bajada de deseo”, advierte Ponte.
Lo que no
Las presiones añadidas son uno de los principales fantasmas de los tríos. Tener la garantía de que se trata de un intercambio igualitario es condición sine qua non para que el folleteo acabe en éxito. “Si no hay una previa reflexión o comunicación con la persona con la que estableces un compromiso nuestro sistema de valores puede verse afectado”, dice la sexóloga. Cuando no analizamos nuestro mundo emocional y creemos que con lo racional es suficiente podemos llevarnos un buen chasco al dar rienda suelta a nuestros deseos: aquello aparentemente liberador puede teñirse de otros matices y acabar con un resultado nefasto para nosotros, para nuestra pareja y, en definitiva, para nuestra relación.
O lo que es lo mismo: si el beneficio de este pacto es unilateral y vamos a hacer el trío por satisfacer a la otra parte, o si no hemos tenido el espacio y el tiempo suficiente para saber si esto es lo que queremos o no, lo más probable es que la relación se tambalee. “Cuando un componente de la pareja teme perder al otro si no accede o cree que su pareja podría irse con otras personas, puede someterse a realizar prácticas que contradigan su sistema de valores sin que lo desee, haciendo cosas que no le gusta y sin hablar de aquello que le afecta”, comenta Ponte. “Si se hace por complacencia, por miedo u otros sin contemplar el propio código moral el resultado puede manifestarse en forma de culpa. El diálogo y los pactos son un elemento importante para prevenir situaciones que puedan dañar, alterar o afectar el vínculo emocional propio o de la relación de pareja”, continúa.
Este tipo de encuentros, por tanto, no pueden sostenerse bajo ningún concepto sobre la unilateralidad, la presión o la complacencia de uno de los miembros de la pareja.
 Como decíamos anteriormente, la confianza es la base, pero no solo en nuestra pareja: para no acabar como el rosario de la aurora no solo debemos estrechar lazos de confianza con ella, sino también con nosotros mismos en forma de seguridad. Por ejemplo, si somos inseguros, en el momento de hacer el trío el hombre puede experimentar celos del rendimiento sexual del otro chico (si el tercero en cuestión en un hombre) o establecer comparaciones con los tamaños de sus miembros, y las mujeres pueden compararse con la otra, minando su autoestima si piensan que a nivel físico la otra es más atractiva. La capacidad de complacer en menor medida a la pareja o el miedo a que valore más al otro son también muestras de inseguridad que pueden tornarse en celos como consecuencia de la amenaza percibida ante la falta de exclusividad.
Por eso, antes del encuentro sexual “es importante repasar qué puede hacer desaparecer los celos, en qué momentos se activan, si tienen que ver más con cómo la pareja se nos muestra o es fruto de una inseguridad personal”, recomienda Ponte.
Qué lío, ¿por qué es tan complicado decidirme si en mi cabeza suena tan bien?
Decíamos al principio que lo de los tríos es un sueño en la mente de un considerable 22’5 % de los encuestados. Sin embargo, a la hora de decidirnos a llevarlo a la práctica… la cosa no está tan clara. “Es muy común que las personas que reconocen tener fantasías digan que si las llevaran a la práctica perderían su fuerza”, afirma Ponte. “Es un estímulo que les sirve para excitarse, pero consideran que la fantasía y la realidad son cosas diferentes. Una persona puede fantasear con ver a su pareja disfrutar con otra, pero es muy distinto encajar que la otra persona te diga ‘me ha gustado, quiero repetirlo de nuevo’. Según se elabore, puede ser un golpe a la autoestima o, por el contrario, más conocimiento mutuo”, asegura la sexóloga. “Para algunas personas pasar a la acción podría implicar pasarlo mal o sentirnos heridos, mientras que en la imaginación este acto no tiene límites”, termina.
En definitiva, tener claras las reglas del juego y leerlas antes de la partida es fundamental de cara a un encuentro sexual afortunado, y una vez establecidas las normas, que el primero mueva ficha… evitando siempre, por supuesto, hacer trampas.

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