sábado, 1 de septiembre de 2018

Los animalistas denuncian el maltrato a unos ponis ¡de madera!

Confunden los de un carrusel con caballos de carne y hueso

Balancín
No, no son los Santos Inocentes. Los animalistas, los mismos que confunden una tórtola con una perdiz, un manso con un bravo o un tiburón con un delfín, han denunciado ahora el «maltrato» por el uso en un tiovivo de feria de unos ponis... ¡De madera!
Según informa Ep, las asociaciones Libera y Fundación Franz Weber han realizado una campaña de presión, a través de la recogida de 157.000 firmas, para elaborar un marco regulador que prohíba prácticas de maltrato, como las que se producen en los carruseles y tiovivos de ponis, caballos y burros en las ferias y fiestas de los municipios gallegos.
Los animalistas han alegado que la Ley de Bienestar Animal de Galicia ha dejado a los équidos en un «limbo legal» que permite que estos animales sean «forzados a dar miles de vueltas», soporten «ruidos y golpes de menores y adultos», sufran «daños musculares» y padecimientos «psíquicos».
Estos problemas resultan «lesivos» para los ponis, caballos y burros y, por ese motivo, la «única postura» que Libera y Franz Weber está dispuesta a apoyar es una normativa que vete «completa e incondicionalmente» estas actividades «innecesarias».
 Caballitos de Feria
Las organizaciones han avalado su propuesta legislativa con las consideraciones de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (Avatma), que cuenta con un informe en el que se retrata el «sufrimiento físico y emocional» que suponen estas prácticas.
El animalismo ha llegado a tal grado que ahora han confundido a los citados ponis con unos de madera y hasta desde el Concelo de Villagarcía han tenido que aclarar que los ponis del carrusel de las fiestas de San Roque no eran animales vivos y reales, sino de juguete.
Decíamos que el animalismo ha llegado a tal grado que ya solo falta que estas asociaciones denuncien a los padres cuyos hijos tienen caballitos de madera. Sí, esos balancines de juguete... Y no hablemos ya de los peluches de las tómbolas. ¿Maltrato? La sinrazón no conoce límites.

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