Cinco personas (dos mujeres y tres varones) de entre
18 y 31 años fueron detenidos el pasado viernes en el barrio lucense de A
Milagrosa por un presunto delito de robo con fuerza en una vivienda que habían
okupado aprovechando la ausencia de los propietarios.
Los dueños del domicilio, un matrimonio de 84 y 91
años, habían abandonado el inmueble al comienzo de la pandemia para pasar el
confinamiento junto a uno de sus hijos. La Policía Nacional informó a través de
un comunicado de que familiares de la pareja acudían con regularidad a la
vivienda para comprobar que todo estaba en orden y también para recoger algunos
productos que se encontraban en la casa, como medicinas y prendas.
Finalmente, el pasado lunes 22 una nieta de la pareja
recibió el aviso de algunos vecinos que le alertaron de que habían detectado
movimientos de personas en la vivienda. Al acudir para comprobarlo, la mujer y
otros parientes que la acompañaron constataron que «las ventanas del segundo
piso estaban abiertas y en la primera planta todo revuelto, razón por la que
trataron de entrar a recuperar sus efectos, algunos de gran valor, tanto
económico como sentimental (joyas, dinero en efectivo, mobiliario o un abrigo
de visón, entre otras cosas), sin llegar a conseguirlo ya que las puertas
estaban atascadas con barricadas», recoge el comunicado.
Además de esto, todo tipo de objetos de su propiedad
se encontraban envueltos en sábanas para proceder a ser sustraídos de la
vivienda. Nada más comprobarlo, se desplazaron hasta dependencias de la Policía
Nacional para presentar la correspondiente denuncia, tras lo cual los agentes
arrestaron a los okupas durante una de sus salidas de la vivienda.
En declaraciones a «La Voz de Galicia», la mujer, que
prefiere mantenerse en el anonimato, relata una situación de lo más surrealista
en el momento en que los familiares acudieron a la vivienda tras recibir el
aviso. «Los okupas llamaron a la Policía para decirles que tenían miedo y la
Policía nos llamó para decirnos que nos teníamos que ir de allí. Que me parta
un rayo si entiendo algo», lamenta la mujer, que además describe el desastroso
estado en el que se encontraron la casa después de que los delincuentes fueran
finalmente desalojados: «Había colillas tiradas por el suelo, cagadas de
perros, destrozones... Llevaba tiempo sin llorar, pero cuando entré ahí, se me
caían las lágrimas».
R. G.SANTIAGO
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